Capitulo
12: Semejanzas
Zurdha
Diarthia
era preciosa. La primera vez que la había visto había sido en la
escuela, cuando ambos teníamos seis años. Recuerdo que llovía:
>>El
agua me golpeaba la cara con fuerza, mientras corría por los caminos
rumbo a la cabaña donde nos daban clase. Iba mirando el suelo y me
tapaba la cabeza con una enorme hoja morada de uno de los grandes
arboles.
––¿Pero,
que..? ¡Au!––escuché una voz en cuanto choqué
con algo y caí al suelo. Alcé la mirada y la vi. Estaba tirada en
el suelo, de espaldas, y se sujetaba el brazo izquierdo, mirándose
el codo, donde tenía un pequeño raspón del que salía sangre. Sus
ojos morados se llenaron de lágrimas.––¡Eres
idiota!––gritó mirándome mientras lloraba.
––Yo...
per..perdón.––fue lo único que pude decir.
Ayudé
a levantarla, y sin hablar la acompañé al manantial de curación,
donde el Bosque no tardo ni un segundo en cerrarle aquella herida.
––¿Ya
estas bien? De verdad que lo siento––dije
cuando se levantó. Ella sonrió como si no tuviese importancia, y
entonces se fijo en mis ojos.
––Tu...
tu eres el de los ojos de colores raros
––Tengo
un nombre, ¿sabes?––le respondí, enfadado, y eché
a correr.
––¡Lo
siento!––escuché su voz mientras me alejaba, pero
no me giré para verla, ni acepte sus disculpas. Siempre era lo
mismo.<<
Solté un suspiro al recordar aquello. Ella era la única que me había hablado en la escuela, pero había sido tan tonto de no contestarla nunca, simplemente por vergüenza. Al cabo de unas semanas había empezado a ignorarme. Ahora nos limitábamos a mirarnos y a sonreírnos cuando nos cruzábamos. Me senté sobre una de las rocas del río y me abracé las piernas. Noté como las lágrimas empezaban a rodar por mis mejillas.
––No
encuentro nada. Madre de dios, nos van a matar. Esta semana solo
hemos cazado, los lobos el primer día y un jabalí el
tercero––escuché la voz de Sayu a mi espalda.
Me
limpie la cara y me giré para mirarla. Tenía los pantalones llenos
de barro, por culpa de la nieve que lo impregnaba y mojaba todo, y su
pelo estaba lleno de hojas. Parecía un arbusto. Me eché a reír.
––¡Ahora
si ser tu parte de el Bosque!––le grité mientras seguía riendo.
Ella pasó por mi lado y me empujó al agua.––¡Joder!––chillé
con una voz demasiado aguda, me levanté de un salto y corrí a
tierra.––¡Agua fría!
––Te
jorobas. Por llevar un rato vagueando––me replicó entre risas
mientras yo tiritaba y me abrazaba los costados.––¿Volvemos o
seguimos buscando?
––Vo..vol...volvamos––Mis
dientes castañeaban por el frío. Me había empapado completamente,
y me lo había ganado. El día anterior la había empujado yo por hacer lo mismo.
Sayu
era, excepto mi familia y Lurca, la única persona que no me miraba
como si yo fuese un monstruo. Es más, siempre recalcaba lo mucho que
le gustaban mis ojos. Anduvimos lentamente hacia el pueblo: aquella
parte del Bosque no era peligrosa, no había prisa ninguna ni
teníamos porque tener un cuidado excesivo. Aquella chica humana se
había hecho mi amiga desde el primer día, y daba gusto tener por
fin con quien hablar.
––Sayu.––dije,
y ella me miró mientras subía con cuidado la enorme raíz de uno de
los árboles.––¿Puedo preguntar yo algo a ti?
––Claro,
dime.
––Mmm..
esto..––Me quedé pensando. Llevaba aprendiendo su idioma tres
años, como el resto de jóvenes que íbamos para la caza, pero me
costaba aún bastante hablarlo con soltura. Con mis padres lo hablaba
en délfico. Sayu, a pesar de que aquel era su idioma, era la única
a la que no parecía molestarle que hablase mal, es más, intentaba
ayudarme a mejorar.––¿Cual ser... diferencia entre raza tuya y
nosotros?
––Pues...
supongo que lo más notorio es la piel––me contestó lentamente,
para que yo no tuviese problemas en entender todas sus
palabras.––Supongo que ya te habrás fijado en que yo no tengo
manchas. Además, aunque yo soy muy blanca, solemos ser mas morenos.
También los colores de los ojos. Vosotros podéis tenerlos de
cualquier color. Nosotros solo verdes, azules o marrones.––Se
quedó pensando unos segundos mientras seguíamos caminando: ya se
empezaba a escuchar el barullo del pueblo al mediodía.––Somos
más bajitos. Pocas veces alcanzamos el metro setenta. Según mis
libros de historia hubo una época en la que eramos más
altos.––suspiró y siguió hablando––Creo que también las
orejas. Vosotros las tenéis puntiagudas, nosotros las tenemos muy
redondas.
Me
paré en seco y carraspeé. Ella se paro y se giro hacía mi, con
cara de desconcierto. Alcé la cabeza, miré las orejas que
sobresalían de su pelo y fruncí el ceño.
––Pero...
Sayu. Tu no tener orejas redondas. Tu tener orejas bastante
puntiagudas.
Se
quedó mirándome y levanto las manos, tocándose las orejas. Abrió
mucho los ojos y se quedó completamente en silencio, como si nunca
hubiese caído en aquello. Nunca había visto un humano, pero la
única diferencia entre Sayu y nosotros era el color de piel. Era
cierto que Sayu era más baja que un elfo de su edad, pero tenía
quince años y ya media uno setenta: aún podía crecer bastante más.
Tragué saliva al ver que se había quedado paralizada y se me hizo
un nudo en el estomago. ¿Y si había metido la pata y ya no volvía
a hablarme?
––Sayu,
yo sentir. Yo no querer ofender.. yo..
––Tranquilo––dijo
rápidamente––no.. no importa, ¿vale?
Se
giró de nuevo y seguimos andando hacia el poblado. Llegamos a los
pocos minutos, y Lurca, que estaba en la plaza, vino corriendo nada
más vernos.
––Voy
a dar un paseo––dijo Sayu cuando la vio acercarse, y se escapó
rápidamente. Lurca se me quedó mirando.
––¿Que
le pasa?
––Yo
ser un bocazas...––suspiré y me dirigí hacia el claro de
entrenamiento.
Lurca
me siguió, en silencio, sin preguntarme que había pasado.
Alcanzamos rápidamente el claro, y me senté en la hierba,
recostándome contra uno de los arboles. Se sentó a mi lado y
seguimos en silencio un buen rato.
––Diarthia
me ha preguntado como te iba en el grupo de caza––dijo Lurca,
rompiendo el silencio, y no pude evitar sonrojarme. Ella me miró de
reojo y soltó una carcajada––¡Sabía que te gustaba!
––¡No!––grité,
y la di un empujón. Cayó sobre la hierba y siguió riéndose. Me
crucé de brazos, cogí aire y dejé de respirar.
––Vamos,
Zurdha. No hay nada de malo––me consoló mientras volvía a
sentarse, cuando pudo dejar de reír. Me puso una mano en el hombro y
volví a respirar.––Es solo que no la quitas el ojo de encima.
––Bueno.––le
contesté––como tu y Sayu. Siempre juntas. Siempre mirarse.
Siempre sonreír––Vi como se sonrojaba y sonreí con gesto
triunfal.
––¿Que
ha pasado hoy? ¿Por que se ha enfadado?
––Yo
decir que ella tener orejas puntiagudas––dije tras unos segundos.
Me encogí y escondí la cabeza debajo de los brazos. Me sentía
fatal por haberla molestado.
––Zurdha,
tranquilo. No creo que esté enfadada contigo, es solo que...
––¿Y
si si? ¿Si lo esta? Única amiga mía. Única que no juzgar por mis
ojos. Única que no reír de como yo hablar.
No
pude evitar echarme a llorar y Lurca me abrazó. Noté como
suspiraba. Mis padres y Lurca siempre se habían sentido fatal por
como me trataban. Por eso me habían conseguido un hueco entre los
cazadores, para que pudiese demostrar que era digno de confianza.
Pero era débil. Me asustaba con todo, y a la mínima me echaba a
llorar. Sayu no sabia lo mucho que le agradecía que no se lo hubiese
contado a nadie.
––Sayu
no es como nosotros. No es como nadie. No se ha enfadado contigo.
Estará molesta con ella por nunca haber caído en algo tan simple
como la forma de sus orejas. Ya veras como mañana va a buscarte como
siempre.––me dijo cuando dejé de llorar.
Me
aparté de ella y la miré a los ojos. Tenía la mirada fija en el
cesped, pero se notaba que sus pensamientos estaban muy lejos de
allí, y sonreí por dentro. Lurca había sido como una hermana
mayor, y la conocía bastante bien: no era a mi a quien quería
abrazar ahora mismo. Le dí un pequeño empujón y me miro.
––Ve
a buscarla. ¿Por que no llevar tu a Sayu a claro hoy? Es Luna Roja.
---------------------------------
Lurca
Era
de noche cuando la encontré subida en un árbol, cerca de mi cabaña.
Estaba encogida, con los codos sobre las rodillas y se acariciaba las
orejas con las manos. Tenía la vista perdida en algún punto del
cielo, y no pude evitar sonreír.
––Pareces
un pájaro ahí arriba––le grité. Sayu dio un brinco del susto
al escuchar mi voz y cayó al suelo. Corrí hacía ella y la ayudé a
levantarse. Tenía el pelo lleno de hojas y parecía una especie de
druida o ermitaño.––¡Lo siento! ¿Estas bien?
––Si,
si...––dijo sacudiendo la cabeza para despejarse. Se quedó en
silencio y me miró a los ojos.––Perdón por lo de antes.
Negué
con la cabeza y le sonreí. Noté como se sonrojaba. Era tan
adorable. Le cogí de la mano y eché a correr hacía el bosque.
Soltó un alarido de sorpresa y me siguió. Llegamos a un enorme
claro varios minutos después y me paré en el centro, tirando de
ella para situarla justo delante de mi. Alcé la cabeza y ella me
imitó. El cielo estaba despejado, perlado de estrellas, y en lo mas
alto, en el centro, estaba la Luna más grande del año, roja como la
sangre. Parecía más un sol que una luna. Todo el claro brillaba con
aquellos tonos rojizos, y apenas había sombras. Era casi
deslumbrante. Bajé la cabeza y la miré.
––Vuelves
a tener la boca abierta, Sayu, nal.
––Es
tu culpa––me contestó, cerrando la boca y mirándome––por
enseñarme cosas preciosas.––nuestros ojos se cruzaron y nos
quedamos así, en silencio. Su mirada brillaba más que nunca, y note
como empezaba a acercarse––cosas preciosas... como tu.
Seguía acercándose. Sentí como me cogía de las manos, y mi corazón empezó a latir más deprisa. Sentí como rozaba con su nariz la mía y como sus ojos se fijaban en mis labios. Las manos empezaron a temblarme de los nervios. “No la dejes, no, no. ¿que hace? ¿Que pasa? ¿Por que me siento así? No, no, no. No esta bien. Te lo advirtieron. Os haréis daños. Y ella no debe sufrir mas. Apártate, no, no, no. Lurca, apártate” Sonó una voz gritándome en mi cabeza, y tragué saliva. Mi cuerpo estaba paralizado, hipnotizado. Bajé la mirada a sus labios. Seguían acercándose hacía los mios. Parecían tan suaves. El pánico siguió invadiéndome con cada centímetro que la tenía mas cerca.
––Sayu...––conseguí
decir.
––¿Si?––dijo
ella sin parar de acercarse y comenzando a ponerse de puntillas para
besarme.
––Yo...
esto... es que...––tragué saliva. ¿Que iba a decirle? ¿Que me
daba miedo aquello? ¿Que no quería enamorarme? Dije lo primero que
se me pasó por la cabeza––Tienes hojas en el pelo––Cerré
los ojos, solté sus manos y di un paso para alejarme.
Mi corazón dio un vuelco y sentí un impulso de besarla, pero me limité a revolverle el pelo, y solté una risa nerviosa.
Mi corazón dio un vuelco y sentí un impulso de besarla, pero me limité a revolverle el pelo, y solté una risa nerviosa.
Se
alejó rápidamente para que no le tocase más el pelo y se quedó
mirándome, muy seria. Vi como sus ojos empezaban a humedecerse.
Agachó la cabeza.
––Ya,
bueno, es que llevo todo el día en el bosque––su voz estaba
rota, y se me encogió el corazón. Me acerqué para abrazarla, pero
me dio la espalda.––Tengo sueño, voy a dormir.
Acto
seguido echó a correr hacia el pueblo. Me mordí el labio y me tiré
en la hierba, mirando al cielo. ¿Que había hecho? ¿Que había sido
esa voz interna? ¿Por que la había hecho caso en vez de dejarme
llevar? Me acerqué las manos a la cara y noté que estaba llorando.
Yo. Llorando. Era la primera vez en mi vida que lo hacía. Me dolía
tanto el corazón y la cabeza.
----------------------------------
Sayu
Entré
corriendo en la cabaña de Lurca y le di una patada a una de las
paredes. Me tiré boca bajo sobre el suelo, puse la cabeza sobre los
brazos y me eché a llorar. ¿Por que se había apartado? ¿Me había
imaginado yo todo? Si, seguramente. ¿Entonces porqué lo había
hecho en el último segundo, y porque había dicho aquella idiotez en
vez de ser sincera? Le di un puñetazo al suelo con la mano derecha y
mordí la manga de mi camiseta para no gritar. Solo sonaban porqués
en mi cabeza. Intentaba hallar una respuesta. Estaba nerviosa, el
corazón se le había disparado a mil por hora, no había duda de
aquello. ¿Entonces..? Giré la cabeza hacia su cama y me quedé de
piedra. Me puse de rodillas y me acerqué, metí la mano debajo y
saqué la chaqueta con la que yo había entrado aquel fatídico día
en el bosque. ¿Por que la tenía ella? Y caí. Todo el tiempo me
había sentido observada, había sentido a alguien cerca cuando me
desmayé con las bayas. Y entonces caí en ello. En el porque ningún
animal me había matado todas las veces que me había quedado
inconsciente, en quien me había sacado del río tras caer por la
cascada. No podía estar del todo segura, pero algo me decía que
había sido ella. Abracé la chaqueta y me quedé mirando al suelo.
¿Entonces por qué se había apartado? Escuché un ruido y volví a
meter la prenda debajo de la cama, me levanté, me quité el peto y
me tumbe en la cama. Como antiguamente, en el bosque, volví a llorar
hasta quedarme dormida.
Dorian
corría persiguiendo a Josh por la ciudad, mientras sus padres les
seguían a paso lento, parándose en las pequeñas tiendas del
mercado.
––¡Dorian,
Josh, venid!––gritó su madre, y los niños no dudaron en
obedecer.
––Venid,
pequeños niños de los bosques––dijo su padre, y ambos se
quedaron mirándole.
––¿Niños
de los bosques?––preguntaron al unísono, e Ighil se rió.
––Si,
tenéis las orejas puntiagudas, parecéis unos elfos.
––Ighil.
No le digas esas cosas a los niños. No les metas cuentos de hadas en
la cabeza––le riñó la madre. Y la conversación no volvió a
tener lugar nunca más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario