Capitulo
22: El corazón
Garhio
Abrí
los ojos. Me encontraba tumbado sobre la hierba. Miré a mi
alrededor. No recordaba nada. ¿Quien era? ¿Donde estaba? ¿Por que
no recordaba nada? Me puse en pie y me miré. Llevaba puestos unos
pantalones beige y una camisa del mismo color. A la altura de mi
pecho, donde debía estar mi corazón, había un agujero limpio que
me atravesaba de parte a parte. Metí la mano. No dolía. ¿Por que
no dolía, y no sangraba? ¿Por que estaba allí? Di un paso, torpe,
y después otro, mas seguro: no me encontraba sin fuerzas. Miré al
cielo. Estaba amaneciendo. La mitad de lo que veía era un manto de
estrellas, después, el color oscuro iba en degradado hasta el
naranja del sol. “Que bonito” pensé. No me entraron ganas
de sonreír. Que fuese bonito no me hacía sentir nada. Bajé de
nuevo la cabeza y me miré las manos. Eran blancas y etéreas, no
parecían que estuviesen allí. Seguí caminando por el Bosque, en
busca de algo. ¿De que? No lo sabía, pero en mi cabeza no dejaba de
sonar un nombre. “Diarthia, esta en peligro. Diarthia, tienes
que salvarla” me mordí el labio. Ni siquiera me sonaba
familiar. ¿Sería chico o chica? ¿Sabría el dueño de ese nombre
quien era yo? Suspiré. ¿Había sido la vida siempre igual de vacía
que ahora?
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Lobo
Calavera
Estaba
tumbado en el suelo del Bosque en el que empezaban las montañas, con
Lobo a mi lado. Habían pasado ya los tres días, y debía quedar
poco para que mis invitados llegasen. Suspiré. No dejaba de
pasarseme por la cabeza lo que había pasado con Niah. Me incorporé
sobre mis hombros, arqueando la espalda, y miré al cielo. Había
sido mi primera vez, nuestra primera vez, y no había sentido
absolutamente nada. Apreté los puños. ¿Por que no había podido
pasar antes de que me sucediese aquello? Miré a un lado y me mordí
el labio. Tal vez si hubiese pasado me habría sentido molesto por la
falta de dulzura de Niah, pero ella no tenía la culpa. Las ninfas
eran así. Su forma de amar era pura pasión, puro calor: solo eran
capaces de sentir eso por una persona en su vida. Cerré los ojos.
Ella lo sentía por mi, y en ese sentido yo no la correspondía. No
sentía pasión ni desenfreno, solo deseo cuando veía su cuerpo y
amor cuando pensaba en ella o estaba cerca.
El
sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos, me levante de un
salto y me puse en guardia. Lobo me imitó, y empezó a gruñirle a
la espesura. Al instante, la semihumana y el elfo aparecieron. Me
miraron con los ojos abiertos, y adopté una postura aburrida. ¿Un
crío? La semihumana sabía que era de mi edad, pero, ¿me mandaban
proteger a un elfo enano? No debía tener mas de trece años. Solté
una carcajada.
––¿De
que te ríes?––preguntó ella y dejé de hacerlo. La miré a los
ojos y le dedique una tierna y perfecta sonrisa burlona.
––No
me esperaba que el elfo fuese un crío––dije únicamente.
––¡Mi
no ser un crío!––gritó él, frunciendo el ceño con rabia, y no
pude volver a echarme a reír.
––¿Y
si tu no ser un crío, por que hablas así?
El
elfo empezó a andar hacia mi, con los ojos llenos de rabia, pero la
semihumana se puso en medio de los dos y me lanzó una mirada de
odio. Volví a sonreír. Que divertido. No se me había ocurrido que
estar con más gente significaba bromas fáciles y graciosas.
––Parad––dijo
ella, y el chico se quedó quieto. Me miró a los ojos––Se supone
que debemos estar aquí contigo, creo que lo mínimo que puedes hacer
es tratarnos bien.
––Tratarlas
bien, eso no estaba en las normas del Bosque––dijo Lobo, y le
miré con una sonrisa.
––Lo
se, pero eso ellos no lo saben, ni tienen por que saberlo
Le
guiñé un ojo y noté como sonreía. Se sentó en el suelo y empezó
a rascarse el cuello con la pata derecha trasera. Sacudí la cabeza y
volví a mirar a mis invitados. Nos miraban a Lobo y a mi de forma
intermitente, como si estuviese loco, y me encogí de hombros. Era
normal que ellos no supiesen que aquel lobo podía hablarme con
pensamientos. No le di importancia.
––Bueno,
¿y quien es el elfito?––pregunté tras un bostezo.
Me
sentía aburrido y tenía las piernas entumecidas de estar quieto.
Tenía ganas de moverme, de acción, y tuve que controlarme para no
echar a correr hacia algún lugar. Me puse a dar pequeños saltos
para aliviar la tensión que sentía.
––Tu
no llamar a mi así, por favor––contestó el de forma mordaz, y
me controlé para no soltar otra carcajada mientras dejaba de saltar.
Una cosa era pasarlo bien, y otra faltarles al respeto tanto que se
marchasen: debía cumplir el mandato del Bosque.––Yo ser Zurdha.
Asentí
con la cabeza en señal de comprensión. Les hice un gesto y empecé
a andar hacia el camino de tierra que serpenteaba entre las dos
montañas y daba al corazón del Bosque. Miré atrás un par de veces
para ver que nos seguían a Lobo y a mi, y sonreí. Me giré del todo
para observarles, y me puse a caminar hacia atrás para no tener que
parar.
––Deduzco
que habéis venido con un propósito además del que el Bosque me ha
dicho––les dije, y me miraron frunciendo el ceño.
––¿El
Bosque te habla a ti?––preguntó la semihumana y se miraron entre
ellos.––pero si eres humano.
Me
paré en seco y empecé a reír. Sentía como todo mi cuerpo se
convulsionaba por las carcajadas y caí al suelo, llorando. Aquello
si que tenía gracia. Yo un humano. Tal vez lo había sido antes,
pero ahora estaba claro que no. Lo único que podría haber sido más
gracioso que aquello es que me hubiesen llamado ser vivo. Tardé al
menos cinco minutos en dejar de reír y retorcerme en el suelo, y
entonces, con algo de esfuerzo pues me fallaban las piernas, me puse
en pie. Mis invitados me miraban con miedo, como si yo estuviese loco
o algo. Alcé una mano hacia ellos para indicarles que esperasen un
segundo. Me enjuagué las lágrimas y cogí aire. Me puse recto.
––No
soy un humano––logré decir, y fruncieron el ceño. No parecían
creerse ni una de mis palabras y solté un bufido.
––¿No?
Usas la magia y...
––No
soy un humano.––Repetí de forma mordaz para que me dejase
hablar––lo fui, eso es obvio. Pero no lo soy. Soy un siervo del
Bosque.
––¿Tu
ser un...que?––preguntó el elfo, perplejo. Parecía que no
hubiesen escuchado esas palabras en su vida.
Sacudí
la cabeza y empecé a dar vueltas en círculos, nervioso. ¿No era
sabido por todos los elfos la existencia del chamán? ¿No eran de
esas cosas que se les contaba a los críos cuando empezaban a andar?
Suspiré. Al parecer no. No me apetecía explicárselo. Negué de
nuevo con la cabeza, dándoles las espalda y me crucé de brazos. No
me apetecía. No era justo. ¿No era suficiente mi tortura que encima
nadie sabía de mi existencia ni reconocía mi labor. Miré al suelo
y le di una patada. “Bosque, eres un cabrón. ¿Por que te
llevas todo el merito? ¡Quiero mi reconocimiento!” grité en
mi cabeza, y escuche como Lobo se reía de mi. Me giré a toda
velocidad y le propiné una patada. Cayó al suelo, rodó un poco y
se hizo una bola, visiblemente ofendido. Me volví a girar hacia mis
invitados, que empezaban a andar lentamente hacia atrás, como si
quisiesen irse. Me acerqué rápido, me puse entre los dos y coloqué
los brazos encima de sus hombros, obligándoles a seguir el camino
conmigo.
––No
os vayáis, no estoy loco, lo juro––les dije en un susurro, y me
miraron como si no tuviesen aquello del todo claro––No os voy a
matar.––me imaginé la idea en mi cabeza, de descuartizarlos como
solía hacer con los humanos y dárselos de comer a Lobo, y me
imagine como el Bosque me condenaría a sufrir yo ese dolor un día
tras otro sin morir. Temblé un poco y sonreí, pero paré al
instante al darme cuenta de que los estaba asustando más.––Soy
el chamán del Bosque.––al ver su mirada confirmé mis sospechas
de que no sabían nada. Chasqueé la lengua y me aparte de ellos––El
Bosque no es capaz de recuperar las almas de los seres vivos que
mueren en él, pero necesita consumir sus cuerpos. Con alma no puede
hacerlo, así que yo voy, les quito el alma y él se alimenta. Soy
como el intermediario que devuelve las almas a sus raíces––me
encogí de hombros. Sonaba a algo precioso, pero no lo era. Me
abstuve de contarles como debía destrozar sus corazones para sacar
el alma.
––Entonces,
cuando mataste a Garhio...––dijo la chica, y agachó la cabeza.
Parecía que me creían.
––Cogí
su alma. Y además la usé para curar a su hermana. También puedo
hacer eso. Si dos personas se quieren, y uno esta moribundo y el otro
herido, puedo usar el poder del Bosque, el alma del moribundo y mi
magia para curar al herido.
El
elfo me miró con los ojos abiertos, y vi un brillo de agradecimiento
en sus ojos. Fruncí el ceño. Me acerqué a él dando zancadas, le
cogí la cara y la levanté para que me mirase. Me acerqué mas y
nuestras frentes se chocaron. Le mire a un ojo y a otro. Los tenía
de colores distintos. Vi su expresión de miedo, y al instante vi
como me golpeaba con los puños para apartarse de mi. Capté la
indirecta y le solté. Se rascó las mejillas, visiblemente dolido.
––Eres
heterocromatico.––solté, como si aquello fuese lo más
importante que había visto en mi vida. Miré a un lado y al otro, me
agaché, cogí una piedra y sin motivo alguno la lancé contra la
ladera de una de las montañas.
––Si...––susurró
él, mirándome sin comprender que tenía eso de relevante. Me encogí
de hombros.
––Que
guay. Somos hermanos de heterocromía.––le sonreí, como si de
pronto me cayese genial.
––¿Y
como te convertiste en el... chamán?––preguntó la chica, y la
miré. Por un instante se me había olvidado que ella también estaba
ahí.
––Bueno.
Se que me escapaba de casa para ver el Bosque. Sentía curiosidad con
la prohibición de los humanos––fruncí el ceño, intentando
recordar como eran mis padres y las palabras exactas con las que me
prohibían entrar. Mi mente estaba en blanco––Y conocí a Niah,
es una ninfa. Me enamoré, y me salvó de un jabalí––me mordí
el labio––no, al revés. Me salvó del jabalí y me enamoré.
Ella me salvó porque me vio y se enamoró.––me acerqué a la
ladera de la montaña y empecé a rascar el muro de piedra para
afilarme las uñas––ocho días después me atacó un lobo.
Intenté escapar hacia el Bosque, sabía que ella me salvaría,
pero... no se. Me alcanzó. No se por qué.
––Josh...––susurró
de pronto la humana y me giré para mirarla. Noté un espasmo dentro
de mi. Me sonaba. Ese nombre me sonaba.
––Bueno.––continué
apartando la mirada. Al instante se me olvidó que había dicho que
me hubiese hecho reaccionar.––El lobo me arrancó la piel a
tiras. Toda. Me dejó solo los huesos y los órganos. Lo sentí todo.
Aún latía mi corazón a pesar de no tener piel. El Bosque me dijo
que me mantendría vivo si le servía. Pensé en Niah. Dije que si, y
aquí estoy.
––¿Como
te llamabas cuando eras humano?––pregunto la chica, y la miré,
parpadeando, sin comprender.
––¿Como
que como me llamaba?
––Pues
eso. Que cual era tu nombre.
Miré
al cielo. ¿Nombre? No, no. Estaba seguro de que yo no había tenido
de eso. Lo recordaría. Me mordí el labio. O espera, ¿si? Fruncí
el ceño con más fuerza. Al instante me perdí. ¿En que estaba
pensando? Me sonó el estomago, me giré un poco y vi a Lobo. Me giré
de nuevo y vi a mis invitados, y recordé que estaba haciendo allí.
––¡Ah!
¿Que hacemos parados? ¡Vamos! ¡Debemos llegar al corazón!
La
semihumana abrió la boca, confusa, pero la cerró al instante. Ella
y el elfo me siguieron lo que quedaba de camino, andando detrás de
mi, con cautela, dispuestos a echar a correr en cualquier segundo.
Alcanzamos
el corazón al cabo de unos minutos, y se quedaron parados, con la
boca abierta.
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Zurdha
Estaba
loco. Ese chico definitivamente estaba loco. No costaba nada
deducirlo cuando veías que hablaba solo o daba patadas al aire. Te
lo confirmaba cuando se perdía hablando o se olvidaba de lo que le
habías dicho. Miré a Sayu varias veces mientras lo seguíamos,
suplicando con la mirada que nos fuésemos de allí. Quería volver
al pueblo. Quería saber si todos estaban bien, no estar con un
chalado que se reía de mi. Me hacía sentir como el resto de elfos
del pueblo antes de convertirme en guerrero, y mi instinto me pedía
a gritos darle un buen puñetazo. Lobo Calavera nos guió por el
camino que había entre las dos montañas, hasta un enorme claro
lleno de árboles tan altos como estas. En el centro había un enorme
lago, con las aguas oscuras por su profundidad. Me quedé quieto, muy
quieto. La luciérnagas, de todos los colores, danzaban rozando el
agua. Miré al cielo, a pesar de ser de día, lo único que se veía
era un cielo estrellado y el brillo de una enorme luna roja
iluminándolo todo. ¿Cuando había pasado el cielo azul y soleado a
convertirse en una noche con luna? Sacudí la cabeza y miré al
frente. Me quedé boquiabierto. En la otra orilla había un grupo de
mujeres, sentadas sobre rocas o tumbadas sobre la hierba. Tenían la
piel blanquecina, como la de una perla, y el pelo de distintos
colores. Pero lo que me fascinó no fue aquello: estaban
completamente desnudas. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Era
la primera vez que veía a una mujer desnuda. No pude evitar
sonrojarme y sentirme violento. Agaché la cabeza. Lobo nos condujo a
través de la espesura hasta la orilla donde se encontraban aquellas
mujeres que deduje que eran las ninfas que había mencionado antes.
Nada más aparecer ante ellas, una se levantó y se lanzó sobre los
brazos de Lobo Calavera, y él la abrazó con ternura. Debía ser
Niah.
––Bienvenido,
Principie del Bosque––dijo la ninfa que estaba sentada sobre la
roca más alta. Tenía un aro de grandeza recorriéndola, y sentí
ganas de arrodillarme ante ella. Miré de reojo y vi que Sayu se
movía, nerviosa y turbada: se sentía tan violenta como yo.––Me
llamo Fahier'eler, reina de las ninfas del corazón del Bosque.
Ella––dijo, señalando a la joven a la que abrazaba nuestro
compañero––es mi hija, Niah'eler.
––Yo
ser... soy Zurdha––dije en tono solemne, y miré a mi amiga
humana. No sabía que más debía decir, o que debía hacer. Ni
siquiera sabía porque Lobo Calavera nos había llevado hasta allí.
––Tu
y tu compañera, Sayu sois bienvenidas. Os protegeremos mientras lo
necesitéis. Él os protegerá––me contestó, señalando a Lobo
Calavera, que se separó enseguida de su amada y se arrodilló ante
la reina.
Noté
como el chico me miraba de reojo y se fijaba en el collar que llevaba
en el cuello. Se puso un poco pálido, pero al instante recuperó su
tono normal. Se puso en pie y soltó un bufido.
––Él
dijo que los trajese aquí, no que debía protegerlos.––protestó
el chamán, y se cruzó de hombros, furioso.
––Calavera.
Hazlo––Ordenó ella.
Él
se giró, visiblemente enfadado, y echó a correr. No me dio pena, ni
ganas de seguirle. La reina soltó un suspiro.
––Perdonadlo.
En el fondo es bueno. Id a buscarlo, cambiará de opinión.
Sayu
y yo asentimos, no muy convencidos, y fuimos por donde se había ido
Lobo Calavera. Nos costó media hora alcanzarlo. Nos había llevado
hasta un precipicio, el limite del continente. Me acerqué al borde y
me puse blanco al mirar hacía abajo. Lo que debía ser un mar con
corrientes parecía un montón de criaturas vivas. El agua se
levantaba con forma de serpiente gigante por la superficie y volvía
a sumergirse. Lobo Calavera le dio una patada a una piedra, la
serpiente salió de nuevo y se la tragó entera. Noté el temblor de
mis piernas. Si te caías, ese ser seguro que te devoraba de un
bocado. Di unos pasos hacia atrás y noté como Sayu me agarraba
fuertemente de la mano.
––No
te vuelvas a acercar a eso...––me susurró al oído, y asentí
con fuerza.
El
chico se giró hacia nosotros, con los pies sobre el borde, y sonrió.
De pronto sus ojos se pusieron en blanco, y de su boca salió una voz
que no parecía la suya.
––Hace
dos siglos los humanos descubrieron la magia en el centro del
mundo––dijo solemnemente––Al apoderarse de ella, el mundo se
enfadó con ellos, y esto provocó una reacción en cadena. Los
continentes existentes se dividieron y volvieron a juntar en otras
formas, provocando terremotos para destruirles. Al no funcionar, la
naturaleza, la tierra, el agua, la electricidad y el aire tomaron
vida. Nació el Bosque, la Tormenta y el Mar, los tres con
conciencia, con sentimientos. El aire y la tierra sienten, pero no
controlan sus movimientos, siguen viviendo a merced de los deseos del
centro del mundo. Los humanos, enfadados, sin comprender el porqué
del enfado y creyéndose dueños y señores de todo, soltaron a las
bestias en el Bosque y abandonaron el Mar. El Bosque creó a los
elfos para defenderse hace casi un siglo.
Cuando
dejó de hablar, sus ojos volvieron a la normalidad, y sacudió la
cabeza. Nos miró y frunció el ceño.
––¿Por
que me miráis así?
––Acabas
de contarnos...
––No.
Acabáis de llegar.––Se giró enfadado.––No me parece justo
que me manden protegeros. ¿Que habéis hecho para ganároslo?
Sayu
y yo nos miramos sin comprender. ¿De verdad no era consciente de
todo lo que nos había dicho? De pronto suspiró.
––Ya
se que no me queda otra, Lobo––se contestó a si mismo. Bajo una
mano y acarició el aire. Definitivamente estaba chalado. Se giró y
nos sonrió––Seguidme.
Nos
condujo de nuevo por el Bosque hasta las montañas, pero esta vez en
vez de coger el camino subimos a la más alta. Tardamos todo el día
en llegar a la cima. Cuando estaba anocheciendo nos condujo por un
camino de tierra en lo alto, y se situó en frente de un muro de
piedra. Puso las manos sobre este y la piedra se abrió, dando lugar
a una cueva. Me quedé con los ojos abiertos. ¿Como había hecho
eso? Nos hizo un gesto, entramos y él nos siguió. La cueva estaba
provista de tres camas y un hueco con ramas para hacer un fuego. Se
sentó en el suelo y le imitamos. Alzó una mano y las llamas
empezaron a crepitar en la hoguera. Sonrió. Ahora parecía menos
loco que antes.
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Lurca
Subí
rápidamente el muro de ramas, con el arco en el hombro y el carcaj
de flechas enganchado a la espalda. Me coloqué en uno de los huecos
para los tiradores, cogí el arco y cargué una flecha. Cogí aire.
Hacía dos días que Zarh me había nombrado general de los
cazadores, y yo había aceptado el cargo con mucho gusto. Y hacía
apenas dos minutos que había sonado el cuerno de guerra que nos
avisaba desde la linde que los humanos habían traspasado la primera
muralla. No les había costado nada hacerlo, y me mordí el labio.
Era normal. Ellos tenían la magia, y con ella el fuego. Hacer arder
la madera era algo muy sencillo. En aquella guerra llevábamos todas
las de perder. Tensé más la flecha cuando vi al primer humano
aparecer entre los arboles.
––¡Fuego!––grité
con todas mis fuerzas.
Un
montón de flechas surcaron el cielo, y fueron a clavarse en un
montón de humanos que alzaban sus escudos y sus espadas en señal de
defensa: muy pocas no dieron en el blanco. Al instante, otra horda de
guerreros magos ocupó el lugar de los muertos, y vi como alzaban las
manos para preparar sus hechizos. Volví a dar la orden mientras
cargaba otra flecha, y los humanos fueron abatidos, pero no dejaban
de llegar más y más: eramos inferiores en numero. Fruncí el ceño.
¿De donde habían sacado en tan pocos días a tantos soldados si se
suponía que no tenía ejercito? ¿Habrían convencido a toda la
población para que luchase? Escuché un grito debajo de mi y bajé
la cabeza. Dentro de la espesura del bosque los guerreros y los
exploradores se defendían a golpe de espada de las armas de nuestros
enemigos. Abrí mucho los ojos al ver a la persona que había
gritado: Diarthia estaba tirada en el suelo. Había perdido la espada
y un humano arremetía en ese instante contra ella. Cargué otra
flecha y la dejé volar. Se clavó en su garganta y lo hizo caer al
suelo. Di un salto hacia el exterior, guarde el arco, saqué la
espada y me puse delante de Diarthia. Mientras ella se ponía en pie
y buscaba su arma, yo me cargué a dos soldados enemigos más,
hundiéndoles las espada a ambos en la garganta. Me quedé mirando
los cuerpos inertes y ensangrentados y me dio un escalofrío. Jamás
me había imaginado matando a nadie que no fuese un depredador.
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Sayu
––¡Dorian!––escuché
la voz de Josh y noté como me zarandeaba.
Abrí
los ojos y le miré. Me encontraba en la cama, durmiendo, hasta que
él me había despertado. Tenía un brillo feliz en sus ojos. Era el
día de nuestro trece cumpleaños, y aún no había amanecido. ¿Que
hacía levantado y tan exaltado.
––¿Que
pasa, Josh?––pregunté con la voz ronca. Él tiró de mi brazo.
––Corre,
vamos, tienes que ver esto.
––¿Ver
que?––le contesté, molesta. Me puse en pie haciendo caso a su
insistencia, y bajamos rápidamente las escaleras.––¿Adonde
vamos?
––¡Al
Bosque! ¡Tienes que verla!
––¿El
Bosque? ¿Ver que? ¡Josh, espera!––grité cuando el echó a
correr por el camino que rodeaba la ciudad hasta el Bosque––¡¡Josh!!
Abrí
los ojos, exaltada por aquel sueño y miré a un lado y a otro.
Sentía el corazón a mil por hora, y me sentía perdida. ¿Donde
estaba? Tragué saliva al ver que me encontraba en la cueva a la que
nos había llevado Lobo Calavera. Zurdha seguía dormido plácidamente
en su cama, pero del otro chico no había ni rastro. Me puse en pie y
salí a la cueva.
––Te
quiero, Niah––sonó
la voz del joven al que buscaba, y me agazapé junto a la puerta de
la cueva.
El
chamán y la elfa estaban sentados en el camino de tierra, de
espaldas a mi. Vi como él le cogía de la mano y posaba los labios
en el dorso. Me mordí el labio. Lurca. ¿estaría bien? Sentí un
cosquilleo en mi tripa al
pensar en ella, y sonreí. Al instante el miedo me recorrió. Hoy
había empezado la guerra.
––Eres
tan dulce, Calavera––ella
le dio un beso en el cuello, y acercó su mano a la entrepierna del
joven, que se puso tenso al instante.
––Niah...no––La
paró rápidamente y se alejó un poco, poniéndose en pie.––Ahora
no.
––Pero...
me quieres, ¿no?––él
asintió––¿Entonces,
por que no?
Sus
palabras me hicieron hervir de ira. ¿Como se atrevía a tratarlo
así? Vale que el chico estaba bastante loco pero... pero nadie tenía
derecho a tratarle así. Me puse en pie de golpe, sin hacer ruido, y
me paré antes de dar el primer paso. ¿Por que esa rabia? No lo
conocía de nada, y el tampoco nos trataba muy bien a Zurdha y a mi.
Me quedé quieta y negué con la cabeza.
––Que
te quiera no significa solo eso, Niah, verás..––dijo
el chico. Parecía triste por lo que tenía que contarle.
––Si
significa eso––dijo
ella. Sus ojos brillaban, confusos. Se acercó a él y le acarició
el cuello, poniendo una pose provocativa. Él cerró los ojos.
Apreté
los puños y no pude más. Eché a corre hacia ellos y la di un
empujón en los hombros. La encaré y la miré con rabia.
––¡Déjale,
te ha dicho que no!––le
chillé, sin poder controlarme, y ella abrió mucho los ojos y miró
a su amado.
––Dorian,
vete.––dijo
él a mi espalda, y le miré.
Abrí
mucho los ojos. Su voz... le miré el rostro. Era distinto, muy
distinto. Y un ojo era de otro color. Pero su voz pronunciando mi
nombre... Él se quedó mirándome, había miedo y furia en sus ojos.
––¿Es
por esta?––replicó
entonces Niah, y se cruzó de brazos––¿En
serio, Calavera?
––No,
Niah, no te confundas. Ella no es nadie.––Fruncí
el ceño. Sin saber por que aquello me dolió como si me hubiesen
golpeado con una barra de hierro en el estomago, y me quedé sin
aire.––Te
quiero a ti.
––¿Entonces
por que no quieres hacerlo conmigo?
Sus
palabras volvieron a ponerme furiosa, aparté a Calavera de un
empujón y me empecé a girar para mirarla, pero el chico soltó un
grito. Le miré y vi como sus ojos se habían vuelto completamente
rojos. Niah y yo nos alejamos despacio, a la vez. Él empezó a
gritar y a golpear a la pared de piedra. Al cabo de unos segundos, su
piel empezó a desaparecer... y se quedó como un esqueleto. Solo se
veían sus huesos y sus órganos. Escuché un grito ahogado a mi
lado, y vi como la ninfa le miraba con pánico.
––Niah...
dijo él, dando un paso hacía delante con sus piernas huesudas.––Niah
puedo explicártelo.
Ella
negó con la cabeza, y se alejó corriendo ladera abajo. Lobo
Calavera no dio ninguna señal de dolor. Dudaba que teniendo como
rostro el hueso de su calavera pudiese dar muestras de nada. Y
entonces entendí parte de su nombre. Abrí mucho los ojos y di dos
pasos hacia él.
––¿Por
que le permites tratarte como a un objeto sexual?––le
pregunté, con rabia y lágrimas en los ojos.
Él
se giró y me dio la espalda. Sus manos huesudas se cerraron formando
dos preciosos puños que brillaban como el marfil.
––Es
la forma de amar de las ninfas. Pasión. Deseo. Solo pueden sentirlo
por una persona en su vida...––su
voz sonaba impasible. Se giró y me miró. Ahora si que uno de sus ojos era
azul y el otro era negro. Me quedé de piedra.––además.
Yo no siento nada más que amor y deseo por ella. Nada por nadie más.
No tengo tacto. Y por el juramento que hice tampoco tengo decisiones. Solo soy un
objeto. Para el Bosque y para las ninfas. La única que me trataba
como a una persona era ella, y tu has hecho que deje de hacerlo.
Echó
a correr rápidamente hacia el borde de la montaña, y le seguí,
deduciendo lo que iba a hacer. Me paré en seco sobre el precipicio
justo en el instante en el que él saltó. Sentí como mi corazón se
encogía en un puño. Aunque cayeses al agua del Corazón del Bosque
no podías sobrevivir a aquella caída.
––¡Josh!––grité
sin darme cuenta, con todas mis fuerzas.
De
pronto, todo se volvió borroso, y me desmayé sobre la roca.
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