miércoles, 24 de junio de 2015

Capitulo 22: El corazón


Capitulo 22: El corazón
 
Garhio
 
Abrí los ojos. Me encontraba tumbado sobre la hierba. Miré a mi alrededor. No recordaba nada. ¿Quien era? ¿Donde estaba? ¿Por que no recordaba nada? Me puse en pie y me miré. Llevaba puestos unos pantalones beige y una camisa del mismo color. A la altura de mi pecho, donde debía estar mi corazón, había un agujero limpio que me atravesaba de parte a parte. Metí la mano. No dolía. ¿Por que no dolía, y no sangraba? ¿Por que estaba allí? Di un paso, torpe, y después otro, mas seguro: no me encontraba sin fuerzas. Miré al cielo. Estaba amaneciendo. La mitad de lo que veía era un manto de estrellas, después, el color oscuro iba en degradado hasta el naranja del sol. “Que bonito” pensé. No me entraron ganas de sonreír. Que fuese bonito no me hacía sentir nada. Bajé de nuevo la cabeza y me miré las manos. Eran blancas y etéreas, no parecían que estuviesen allí. Seguí caminando por el Bosque, en busca de algo. ¿De que? No lo sabía, pero en mi cabeza no dejaba de sonar un nombre. “Diarthia, esta en peligro. Diarthia, tienes que salvarla” me mordí el labio. Ni siquiera me sonaba familiar. ¿Sería chico o chica? ¿Sabría el dueño de ese nombre quien era yo? Suspiré. ¿Había sido la vida siempre igual de vacía que ahora?
 
------------------------------------
 
Lobo Calavera
 
Estaba tumbado en el suelo del Bosque en el que empezaban las montañas, con Lobo a mi lado. Habían pasado ya los tres días, y debía quedar poco para que mis invitados llegasen. Suspiré. No dejaba de pasarseme por la cabeza lo que había pasado con Niah. Me incorporé sobre mis hombros, arqueando la espalda, y miré al cielo. Había sido mi primera vez, nuestra primera vez, y no había sentido absolutamente nada. Apreté los puños. ¿Por que no había podido pasar antes de que me sucediese aquello? Miré a un lado y me mordí el labio. Tal vez si hubiese pasado me habría sentido molesto por la falta de dulzura de Niah, pero ella no tenía la culpa. Las ninfas eran así. Su forma de amar era pura pasión, puro calor: solo eran capaces de sentir eso por una persona en su vida. Cerré los ojos. Ella lo sentía por mi, y en ese sentido yo no la correspondía. No sentía pasión ni desenfreno, solo deseo cuando veía su cuerpo y amor cuando pensaba en ella o estaba cerca.
El sonido de unos pasos me sacó de mis pensamientos, me levante de un salto y me puse en guardia. Lobo me imitó, y empezó a gruñirle a la espesura. Al instante, la semihumana y el elfo aparecieron. Me miraron con los ojos abiertos, y adopté una postura aburrida. ¿Un crío? La semihumana sabía que era de mi edad, pero, ¿me mandaban proteger a un elfo enano? No debía tener mas de trece años. Solté una carcajada.
 
––¿De que te ríes?––preguntó ella y dejé de hacerlo. La miré a los ojos y le dedique una tierna y perfecta sonrisa burlona.
 
––No me esperaba que el elfo fuese un crío––dije únicamente.
 
––¡Mi no ser un crío!––gritó él, frunciendo el ceño con rabia, y no pude volver a echarme a reír.
 
––¿Y si tu no ser un crío, por que hablas así?
 
El elfo empezó a andar hacia mi, con los ojos llenos de rabia, pero la semihumana se puso en medio de los dos y me lanzó una mirada de odio. Volví a sonreír. Que divertido. No se me había ocurrido que estar con más gente significaba bromas fáciles y graciosas.
 
––Parad––dijo ella, y el chico se quedó quieto. Me miró a los ojos––Se supone que debemos estar aquí contigo, creo que lo mínimo que puedes hacer es tratarnos bien.
 
––Tratarlas bien, eso no estaba en las normas del Bosque––dijo Lobo, y le miré con una sonrisa.
 
––Lo se, pero eso ellos no lo saben, ni tienen por que saberlo
 
Le guiñé un ojo y noté como sonreía. Se sentó en el suelo y empezó a rascarse el cuello con la pata derecha trasera. Sacudí la cabeza y volví a mirar a mis invitados. Nos miraban a Lobo y a mi de forma intermitente, como si estuviese loco, y me encogí de hombros. Era normal que ellos no supiesen que aquel lobo podía hablarme con pensamientos. No le di importancia.
 
––Bueno, ¿y quien es el elfito?––pregunté tras un bostezo. 
 
Me sentía aburrido y tenía las piernas entumecidas de estar quieto. Tenía ganas de moverme, de acción, y tuve que controlarme para no echar a correr hacia algún lugar. Me puse a dar pequeños saltos para aliviar la tensión que sentía.
 
––Tu no llamar a mi así, por favor––contestó el de forma mordaz, y me controlé para no soltar otra carcajada mientras dejaba de saltar. Una cosa era pasarlo bien, y otra faltarles al respeto tanto que se marchasen: debía cumplir el mandato del Bosque.––Yo ser Zurdha.
 
Asentí con la cabeza en señal de comprensión. Les hice un gesto y empecé a andar hacia el camino de tierra que serpenteaba entre las dos montañas y daba al corazón del Bosque. Miré atrás un par de veces para ver que nos seguían a Lobo y a mi, y sonreí. Me giré del todo para observarles, y me puse a caminar hacia atrás para no tener que parar. 
 
––Deduzco que habéis venido con un propósito además del que el Bosque me ha dicho––les dije, y me miraron frunciendo el ceño.
 
––¿El Bosque te habla a ti?––preguntó la semihumana y se miraron entre ellos.––pero si eres humano.
 
Me paré en seco y empecé a reír. Sentía como todo mi cuerpo se convulsionaba por las carcajadas y caí al suelo, llorando. Aquello si que tenía gracia. Yo un humano. Tal vez lo había sido antes, pero ahora estaba claro que no. Lo único que podría haber sido más gracioso que aquello es que me hubiesen llamado ser vivo. Tardé al menos cinco minutos en dejar de reír y retorcerme en el suelo, y entonces, con algo de esfuerzo pues me fallaban las piernas, me puse en pie. Mis invitados me miraban con miedo, como si yo estuviese loco o algo. Alcé una mano hacia ellos para indicarles que esperasen un segundo. Me enjuagué las lágrimas y cogí aire. Me puse recto.
 
––No soy un humano––logré decir, y fruncieron el ceño. No parecían creerse ni una de mis palabras y solté un bufido.
 
––¿No? Usas la magia y...
 
––No soy un humano.––Repetí de forma mordaz para que me dejase hablar––lo fui, eso es obvio. Pero no lo soy. Soy un siervo del Bosque.
 
––¿Tu ser un...que?––preguntó el elfo, perplejo. Parecía que no hubiesen escuchado esas palabras en su vida.
 
Sacudí la cabeza y empecé a dar vueltas en círculos, nervioso. ¿No era sabido por todos los elfos la existencia del chamán? ¿No eran de esas cosas que se les contaba a los críos cuando empezaban a andar? Suspiré. Al parecer no. No me apetecía explicárselo. Negué de nuevo con la cabeza, dándoles las espalda y me crucé de brazos. No me apetecía. No era justo. ¿No era suficiente mi tortura que encima nadie sabía de mi existencia ni reconocía mi labor. Miré al suelo y le di una patada. “Bosque, eres un cabrón. ¿Por que te llevas todo el merito? ¡Quiero mi reconocimiento!” grité en mi cabeza, y escuche como Lobo se reía de mi. Me giré a toda velocidad y le propiné una patada. Cayó al suelo, rodó un poco y se hizo una bola, visiblemente ofendido. Me volví a girar hacia mis invitados, que empezaban a andar lentamente hacia atrás, como si quisiesen irse. Me acerqué rápido, me puse entre los dos y coloqué los brazos encima de sus hombros, obligándoles a seguir el camino conmigo.
 
––No os vayáis, no estoy loco, lo juro––les dije en un susurro, y me miraron como si no tuviesen aquello del todo claro––No os voy a matar.––me imaginé la idea en mi cabeza, de descuartizarlos como solía hacer con los humanos y dárselos de comer a Lobo, y me imagine como el Bosque me condenaría a sufrir yo ese dolor un día tras otro sin morir. Temblé un poco y sonreí, pero paré al instante al darme cuenta de que los estaba asustando más.––Soy el chamán del Bosque.––al ver su mirada confirmé mis sospechas de que no sabían nada. Chasqueé la lengua y me aparte de ellos––El Bosque no es capaz de recuperar las almas de los seres vivos que mueren en él, pero necesita consumir sus cuerpos. Con alma no puede hacerlo, así que yo voy, les quito el alma y él se alimenta. Soy como el intermediario que devuelve las almas a sus raíces––me encogí de hombros. Sonaba a algo precioso, pero no lo era. Me abstuve de contarles como debía destrozar sus corazones para sacar el alma.
 
––Entonces, cuando mataste a Garhio...––dijo la chica, y agachó la cabeza. Parecía que me creían.
 
––Cogí su alma. Y además la usé para curar a su hermana. También puedo hacer eso. Si dos personas se quieren, y uno esta moribundo y el otro herido, puedo usar el poder del Bosque, el alma del moribundo y mi magia para curar al herido.
 
El elfo me miró con los ojos abiertos, y vi un brillo de agradecimiento en sus ojos. Fruncí el ceño. Me acerqué a él dando zancadas, le cogí la cara y la levanté para que me mirase. Me acerqué mas y nuestras frentes se chocaron. Le mire a un ojo y a otro. Los tenía de colores distintos. Vi su expresión de miedo, y al instante vi como me golpeaba con los puños para apartarse de mi. Capté la indirecta y le solté. Se rascó las mejillas, visiblemente dolido.
 
––Eres heterocromatico.––solté, como si aquello fuese lo más importante que había visto en mi vida. Miré a un lado y al otro, me agaché, cogí una piedra y sin motivo alguno la lancé contra la ladera de una de las montañas.
 
––Si...––susurró él, mirándome sin comprender que tenía eso de relevante. Me encogí de hombros.
 
––Que guay. Somos hermanos de heterocromía.––le sonreí, como si de pronto me cayese genial.
 
––¿Y como te convertiste en el... chamán?––preguntó la chica, y la miré. Por un instante se me había olvidado que ella también estaba ahí.
 
––Bueno. Se que me escapaba de casa para ver el Bosque. Sentía curiosidad con la prohibición de los humanos––fruncí el ceño, intentando recordar como eran mis padres y las palabras exactas con las que me prohibían entrar. Mi mente estaba en blanco––Y conocí a Niah, es una ninfa. Me enamoré, y me salvó de un jabalí––me mordí el labio––no, al revés. Me salvó del jabalí y me enamoré. Ella me salvó porque me vio y se enamoró.––me acerqué a la ladera de la montaña y empecé a rascar el muro de piedra para afilarme las uñas––ocho días después me atacó un lobo. Intenté escapar hacia el Bosque, sabía que ella me salvaría, pero... no se. Me alcanzó. No se por qué.
 
––Josh...––susurró de pronto la humana y me giré para mirarla. Noté un espasmo dentro de mi. Me sonaba. Ese nombre me sonaba.
 
––Bueno.––continué apartando la mirada. Al instante se me olvidó que había dicho que me hubiese hecho reaccionar.––El lobo me arrancó la piel a tiras. Toda. Me dejó solo los huesos y los órganos. Lo sentí todo. Aún latía mi corazón a pesar de no tener piel. El Bosque me dijo que me mantendría vivo si le servía. Pensé en Niah. Dije que si, y aquí estoy.
 
––¿Como te llamabas cuando eras humano?––pregunto la chica, y la miré, parpadeando, sin comprender.
 
––¿Como que como me llamaba?
 
––Pues eso. Que cual era tu nombre.
 
Miré al cielo. ¿Nombre? No, no. Estaba seguro de que yo no había tenido de eso. Lo recordaría. Me mordí el labio. O espera, ¿si? Fruncí el ceño con más fuerza. Al instante me perdí. ¿En que estaba pensando? Me sonó el estomago, me giré un poco y vi a Lobo. Me giré de nuevo y vi a mis invitados, y recordé que estaba haciendo allí.
 
––¡Ah! ¿Que hacemos parados? ¡Vamos! ¡Debemos llegar al corazón!
 
La semihumana abrió la boca, confusa, pero la cerró al instante. Ella y el elfo me siguieron lo que quedaba de camino, andando detrás de mi, con cautela, dispuestos a echar a correr en cualquier segundo.
 
Alcanzamos el corazón al cabo de unos minutos, y se quedaron parados, con la boca abierta.
 
--------------------------
 
Zurdha
 
Estaba loco. Ese chico definitivamente estaba loco. No costaba nada deducirlo cuando veías que hablaba solo o daba patadas al aire. Te lo confirmaba cuando se perdía hablando o se olvidaba de lo que le habías dicho. Miré a Sayu varias veces mientras lo seguíamos, suplicando con la mirada que nos fuésemos de allí. Quería volver al pueblo. Quería saber si todos estaban bien, no estar con un chalado que se reía de mi. Me hacía sentir como el resto de elfos del pueblo antes de convertirme en guerrero, y mi instinto me pedía a gritos darle un buen puñetazo. Lobo Calavera nos guió por el camino que había entre las dos montañas, hasta un enorme claro lleno de árboles tan altos como estas. En el centro había un enorme lago, con las aguas oscuras por su profundidad. Me quedé quieto, muy quieto. La luciérnagas, de todos los colores, danzaban rozando el agua. Miré al cielo, a pesar de ser de día, lo único que se veía era un cielo estrellado y el brillo de una enorme luna roja iluminándolo todo. ¿Cuando había pasado el cielo azul y soleado a convertirse en una noche con luna? Sacudí la cabeza y miré al frente. Me quedé boquiabierto. En la otra orilla había un grupo de mujeres, sentadas sobre rocas o tumbadas sobre la hierba. Tenían la piel blanquecina, como la de una perla, y el pelo de distintos colores. Pero lo que me fascinó no fue aquello: estaban completamente desnudas. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Era la primera vez que veía a una mujer desnuda. No pude evitar sonrojarme y sentirme violento. Agaché la cabeza. Lobo nos condujo a través de la espesura hasta la orilla donde se encontraban aquellas mujeres que deduje que eran las ninfas que había mencionado antes. Nada más aparecer ante ellas, una se levantó y se lanzó sobre los brazos de Lobo Calavera, y él la abrazó con ternura. Debía ser Niah.
 
––Bienvenido, Principie del Bosque––dijo la ninfa que estaba sentada sobre la roca más alta. Tenía un aro de grandeza recorriéndola, y sentí ganas de arrodillarme ante ella. Miré de reojo y vi que Sayu se movía, nerviosa y turbada: se sentía tan violenta como yo.––Me llamo Fahier'eler, reina de las ninfas del corazón del Bosque. Ella––dijo, señalando a la joven a la que abrazaba nuestro compañero––es mi hija, Niah'eler.
 
––Yo ser... soy Zurdha––dije en tono solemne, y miré a mi amiga humana. No sabía que más debía decir, o que debía hacer. Ni siquiera sabía porque Lobo Calavera nos había llevado hasta allí.
 
––Tu y tu compañera, Sayu sois bienvenidas. Os protegeremos mientras lo necesitéis. Él os protegerá––me contestó, señalando a Lobo Calavera, que se separó enseguida de su amada y se arrodilló ante la reina.
 
Noté como el chico me miraba de reojo y se fijaba en el collar que llevaba en el cuello. Se puso un poco pálido, pero al instante recuperó su tono normal. Se puso en pie y soltó un bufido.
 
––Él dijo que los trajese aquí, no que debía protegerlos.––protestó el chamán, y se cruzó de hombros, furioso.
 
––Calavera. Hazlo––Ordenó ella.
 
Él se giró, visiblemente enfadado, y echó a correr. No me dio pena, ni ganas de seguirle. La reina soltó un suspiro.
 
––Perdonadlo. En el fondo es bueno. Id a buscarlo, cambiará de opinión.
 
Sayu y yo asentimos, no muy convencidos, y fuimos por donde se había ido Lobo Calavera. Nos costó media hora alcanzarlo. Nos había llevado hasta un precipicio, el limite del continente. Me acerqué al borde y me puse blanco al mirar hacía abajo. Lo que debía ser un mar con corrientes parecía un montón de criaturas vivas. El agua se levantaba con forma de serpiente gigante por la superficie y volvía a sumergirse. Lobo Calavera le dio una patada a una piedra, la serpiente salió de nuevo y se la tragó entera. Noté el temblor de mis piernas. Si te caías, ese ser seguro que te devoraba de un bocado. Di unos pasos hacia atrás y noté como Sayu me agarraba fuertemente de la mano.
 
––No te vuelvas a acercar a eso...––me susurró al oído, y asentí con fuerza.
 
El chico se giró hacia nosotros, con los pies sobre el borde, y sonrió. De pronto sus ojos se pusieron en blanco, y de su boca salió una voz que no parecía la suya.
 
––Hace dos siglos los humanos descubrieron la magia en el centro del mundo––dijo solemnemente––Al apoderarse de ella, el mundo se enfadó con ellos, y esto provocó una reacción en cadena. Los continentes existentes se dividieron y volvieron a juntar en otras formas, provocando terremotos para destruirles. Al no funcionar, la naturaleza, la tierra, el agua, la electricidad y el aire tomaron vida. Nació el Bosque, la Tormenta y el Mar, los tres con conciencia, con sentimientos. El aire y la tierra sienten, pero no controlan sus movimientos, siguen viviendo a merced de los deseos del centro del mundo. Los humanos, enfadados, sin comprender el porqué del enfado y creyéndose dueños y señores de todo, soltaron a las bestias en el Bosque y abandonaron el Mar. El Bosque creó a los elfos para defenderse hace casi un siglo.
 
Cuando dejó de hablar, sus ojos volvieron a la normalidad, y sacudió la cabeza. Nos miró y frunció el ceño.
 
––¿Por que me miráis así?
 
––Acabas de contarnos...
 
––No. Acabáis de llegar.––Se giró enfadado.––No me parece justo que me manden protegeros. ¿Que habéis hecho para ganároslo?
 
Sayu y yo nos miramos sin comprender. ¿De verdad no era consciente de todo lo que nos había dicho? De pronto suspiró.
 
––Ya se que no me queda otra, Lobo––se contestó a si mismo. Bajo una mano y acarició el aire. Definitivamente estaba chalado. Se giró y nos sonrió––Seguidme.
 
Nos condujo de nuevo por el Bosque hasta las montañas, pero esta vez en vez de coger el camino subimos a la más alta. Tardamos todo el día en llegar a la cima. Cuando estaba anocheciendo nos condujo por un camino de tierra en lo alto, y se situó en frente de un muro de piedra. Puso las manos sobre este y la piedra se abrió, dando lugar a una cueva. Me quedé con los ojos abiertos. ¿Como había hecho eso? Nos hizo un gesto, entramos y él nos siguió. La cueva estaba provista de tres camas y un hueco con ramas para hacer un fuego. Se sentó en el suelo y le imitamos. Alzó una mano y las llamas empezaron a crepitar en la hoguera. Sonrió. Ahora parecía menos loco que antes.
 
----------------------
 
Lurca
 
Subí rápidamente el muro de ramas, con el arco en el hombro y el carcaj de flechas enganchado a la espalda. Me coloqué en uno de los huecos para los tiradores, cogí el arco y cargué una flecha. Cogí aire. Hacía dos días que Zarh me había nombrado general de los cazadores, y yo había aceptado el cargo con mucho gusto. Y hacía apenas dos minutos que había sonado el cuerno de guerra que nos avisaba desde la linde que los humanos habían traspasado la primera muralla. No les había costado nada hacerlo, y me mordí el labio. Era normal. Ellos tenían la magia, y con ella el fuego. Hacer arder la madera era algo muy sencillo. En aquella guerra llevábamos todas las de perder. Tensé más la flecha cuando vi al primer humano aparecer entre los arboles.
 
––¡Fuego!––grité con todas mis fuerzas.
 
Un montón de flechas surcaron el cielo, y fueron a clavarse en un montón de humanos que alzaban sus escudos y sus espadas en señal de defensa: muy pocas no dieron en el blanco. Al instante, otra horda de guerreros magos ocupó el lugar de los muertos, y vi como alzaban las manos para preparar sus hechizos. Volví a dar la orden mientras cargaba otra flecha, y los humanos fueron abatidos, pero no dejaban de llegar más y más: eramos inferiores en numero. Fruncí el ceño. ¿De donde habían sacado en tan pocos días a tantos soldados si se suponía que no tenía ejercito? ¿Habrían convencido a toda la población para que luchase? Escuché un grito debajo de mi y bajé la cabeza. Dentro de la espesura del bosque los guerreros y los exploradores se defendían a golpe de espada de las armas de nuestros enemigos. Abrí mucho los ojos al ver a la persona que había gritado: Diarthia estaba tirada en el suelo. Había perdido la espada y un humano arremetía en ese instante contra ella. Cargué otra flecha y la dejé volar. Se clavó en su garganta y lo hizo caer al suelo. Di un salto hacia el exterior, guarde el arco, saqué la espada y me puse delante de Diarthia. Mientras ella se ponía en pie y buscaba su arma, yo me cargué a dos soldados enemigos más, hundiéndoles las espada a ambos en la garganta. Me quedé mirando los cuerpos inertes y ensangrentados y me dio un escalofrío. Jamás me había imaginado matando a nadie que no fuese un depredador.
 
-----------------------
 
Sayu
 
––¡Dorian!––escuché la voz de Josh y noté como me zarandeaba.
 
Abrí los ojos y le miré. Me encontraba en la cama, durmiendo, hasta que él me había despertado. Tenía un brillo feliz en sus ojos. Era el día de nuestro trece cumpleaños, y aún no había amanecido. ¿Que hacía levantado y tan exaltado.
 
––¿Que pasa, Josh?––pregunté con la voz ronca. Él tiró de mi brazo.
 
––Corre, vamos, tienes que ver esto.
 
––¿Ver que?––le contesté, molesta. Me puse en pie haciendo caso a su insistencia, y bajamos rápidamente las escaleras.––¿Adonde vamos?

––¡Al Bosque! ¡Tienes que verla!
 
––¿El Bosque? ¿Ver que? ¡Josh, espera!––grité cuando el echó a correr por el camino que rodeaba la ciudad hasta el Bosque––¡¡Josh!!
 
Abrí los ojos, exaltada por aquel sueño y miré a un lado y a otro. Sentía el corazón a mil por hora, y me sentía perdida. ¿Donde estaba? Tragué saliva al ver que me encontraba en la cueva a la que nos había llevado Lobo Calavera. Zurdha seguía dormido plácidamente en su cama, pero del otro chico no había ni rastro. Me puse en pie y salí a la cueva.
 
––Te quiero, Niah––sonó la voz del joven al que buscaba, y me agazapé junto a la puerta de la cueva.
 
El chamán y la elfa estaban sentados en el camino de tierra, de espaldas a mi. Vi como él le cogía de la mano y posaba los labios en el dorso. Me mordí el labio. Lurca. ¿estaría bien? Sentí un cosquilleo en mi tripa al pensar en ella, y sonreí. Al instante el miedo me recorrió. Hoy había empezado la guerra.
 
––Eres tan dulce, Calavera––ella le dio un beso en el cuello, y acercó su mano a la entrepierna del joven, que se puso tenso al instante.
 
––Niah...no––La paró rápidamente y se alejó un poco, poniéndose en pie.––Ahora no.
 
––Pero... me quieres, ¿no?––él asintió––¿Entonces, por que no?
 
Sus palabras me hicieron hervir de ira. ¿Como se atrevía a tratarlo así? Vale que el chico estaba bastante loco pero... pero nadie tenía derecho a tratarle así. Me puse en pie de golpe, sin hacer ruido, y me paré antes de dar el primer paso. ¿Por que esa rabia? No lo conocía de nada, y el tampoco nos trataba muy bien a Zurdha y a mi. Me quedé quieta y negué con la cabeza.
 
––Que te quiera no significa solo eso, Niah, verás..––dijo el chico. Parecía triste por lo que tenía que contarle.
 
––Si significa eso––dijo ella. Sus ojos brillaban, confusos. Se acercó a él y le acarició el cuello, poniendo una pose provocativa. Él cerró los ojos.
 
Apreté los puños y no pude más. Eché a corre hacia ellos y la di un empujón en los hombros. La encaré y la miré con rabia.
 
––¡Déjale, te ha dicho que no!––le chillé, sin poder controlarme, y ella abrió mucho los ojos y miró a su amado.
 
––Dorian, vete.––dijo él a mi espalda, y le miré.
 
Abrí mucho los ojos. Su voz... le miré el rostro. Era distinto, muy distinto. Y un ojo era de otro color. Pero su voz pronunciando mi nombre... Él se quedó mirándome, había miedo y furia en sus ojos.
 
––¿Es por esta?––replicó entonces Niah, y se cruzó de brazos––¿En serio, Calavera?
 
––No, Niah, no te confundas. Ella no es nadie.––Fruncí el ceño. Sin saber por que aquello me dolió como si me hubiesen golpeado con una barra de hierro en el estomago, y me quedé sin aire.––Te quiero a ti.
 
––¿Entonces por que no quieres hacerlo conmigo?
 
Sus palabras volvieron a ponerme furiosa, aparté a Calavera de un empujón y me empecé a girar para mirarla, pero el chico soltó un grito. Le miré y vi como sus ojos se habían vuelto completamente rojos. Niah y yo nos alejamos despacio, a la vez. Él empezó a gritar y a golpear a la pared de piedra. Al cabo de unos segundos, su piel empezó a desaparecer... y se quedó como un esqueleto. Solo se veían sus huesos y sus órganos. Escuché un grito ahogado a mi lado, y vi como la ninfa le miraba con pánico.
 
––Niah... dijo él, dando un paso hacía delante con sus piernas huesudas.––Niah puedo explicártelo.
 
Ella negó con la cabeza, y se alejó corriendo ladera abajo. Lobo Calavera no dio ninguna señal de dolor. Dudaba que teniendo como rostro el hueso de su calavera pudiese dar muestras de nada. Y entonces entendí parte de su nombre. Abrí mucho los ojos y di dos pasos hacia él.
 
––¿Por que le permites tratarte como a un objeto sexual?––le pregunté, con rabia y lágrimas en los ojos.
 
Él se giró y me dio la espalda. Sus manos huesudas se cerraron formando dos preciosos puños que brillaban como el marfil.
 
––Es la forma de amar de las ninfas. Pasión. Deseo. Solo pueden sentirlo por una persona en su vida...––su voz sonaba impasible. Se giró y me miró. Ahora si que uno de sus ojos era azul y el otro era negro. Me quedé de piedra.––además. Yo no siento nada más que amor y deseo por ella. Nada por nadie más. No tengo tacto. Y por el juramento que hice tampoco tengo decisiones. Solo soy un objeto. Para el Bosque y para las ninfas. La única que me trataba como a una persona era ella, y tu has hecho que deje de hacerlo.
 
Echó a correr rápidamente hacia el borde de la montaña, y le seguí, deduciendo lo que iba a hacer. Me paré en seco sobre el precipicio justo en el instante en el que él saltó. Sentí como mi corazón se encogía en un puño. Aunque cayeses al agua del Corazón del Bosque no podías sobrevivir a aquella caída.
 
––¡Josh!––grité sin darme cuenta, con todas mis fuerzas.
 
De pronto, todo se volvió borroso, y me desmayé sobre la roca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario