jueves, 18 de junio de 2015

Capitulo 16: Conspiran.


Capitulo 16: Conspiran.
Zurdha
––No te duele, ¿no?––me preguntó Hrate mientras me hacía mover el hombro, y yo negué con la cabeza.
 
Aquella herida era la cosa mas fea que había visto en mi vida. La piel cicatrizaba a la altura del cuello, rodeando parte del pecho y el omoplato hasta llegar al brazo. Todo el hueso del hombro estaba a la vista. Hrate sacó una venda de un cajón y me tapó el hombro. Después me puse una camiseta azul y el peto esmeralda. Me levanté de la cama en la que me encontraba y suspiré. ¿Por que tenían que pasarme a mi esas cosas? Zurdha, el de los ojos raros. Zurdha, el del hombro de hueso. Me mordí el labio. La verdad es que no sonaba mal. Zurdha hombro de hueso. Podía ser un buen mote para un soldado. No pude evitar soltar una carcajada y Hrate me miró como si estuviese loco.
 
––Perdón––dije, agachando la cabeza y sonrojándome.
 
––Zurdha––le miré y vi su expresión seria.––debo preguntarte algo mas. ¿Habías quedado con alguien en el bosque cuando te ataco.––Asentí con la cabeza––¿Con Diarthia?
 
––Si...––le contesté, ruborizándome más. ¿Como lo sabía? Y entonces caí.––¿Estar ella bien? No decir tu que..
 
––Ha desaparecido. Llevamos sin saber nada de ella desde ayer antes de comer. Salió con los exploradores y..
 
No le dejé terminar. Salí a toda velocidad de la cabaña y me choqué contra Sayu. Caímos al suelo y ella y Lurca, que estaba sentada en la tierra se quedaron mirándome sin comprender. Sin pararme a decir nada volví a ponerme en pie y me adentré a toda velocidad en el Bosque.
 
––¡Zurdha!––escuché la voz de Lurca a mi espalda––¡¿Adonde vas?!
 
Escuché las pisadas de mis dos amigas siguiéndome mientras corría, pero no les hice ni caso. Era mi culpa, totalmente mi culpa. No debí haber pegado a aquel humano. Negué con la cabeza. No, no lo era. Que me hubiesen atacado a mi si era mi culpa, me lo merecía. Pero haberla atacado a ella... eso no era una venganza justa. Era crueldad pura y dura.
 
Llegué al río al cabo de unos pocos minutos y miré a mi alrededor. ¿Donde podían habérsela llevado? ¿Dónde? Me agaché y puse la mano sobre la raíz de uno de los árboles. Cerré los ojos. “Bosque, oh querido Bosque. ¿Donde esta Diarthia?” pregunté en mi cabeza, y al instante obtuve respuesta “Humanos.”. Abrí los ojos justo en el instante en el que Sayu y Lurca llegaron hasta donde me encontraba.
 
––¿Zurdha?––preguntó la humana. Negué con la cabeza y volví a echar a correr.––¡Espera! ¡Dinos que pasa!
 
Me moví a toda velocidad por el Bosque, con la agilidad propia de una gacela, saltando raíces. Al cabo de un rato me pasé a subir a las ramas, y a saltar de una a otra para ir más rápido. El latido de mi corazón era tan fuerte que parecía que iba a empujarme contra el suelo. Mi respiración, a diferencia de lo que debería, no estaba agitada ni entrecortada por el ejercicio. Sentía dentro de mi una fuerza y unas ansias de sangre y venganza que no había sentido nunca. Con cada salto que daba, acercándome más y más a la linde del Bosque que conectaban con la civilización, me iba sintiendo más animal que elfo. Mi vista empezó a cambiar, y pude ver sin problemas como a doscientos metros comenzaban los caminos de asfalto que sorteaban campos de trigo para adentrarse en un nuevo bosque, de pavimentos y edificios de metal y cristal. ¿En que parte podían tenerla? Y lo vi claro. La mansión abovedada, dorada y resplandeciente que se alzaba en el centro. Debía estar allí. Aullé. No se por que pero aullé en señal de victoria. Pasé de saltar con las piernas a apoyarme también en los brazos. Me agazapé en la última rama antes de salir a la luz del sol invernal, y justo cuando iba a saltar algo me golpeó y me tiró contra el suelo. 
 
––¡Zurdha! ¡Para!––me gritó una voz, y me zafé de aquello que me aplastaba y me zarandeaba empujándolo con las piernas. Me puse en pie y sentí un nuevo golpe en mi cuerpo, pero esta vez me estamparon contra el tronco de un árbol. Vi la cara borrosa de Sayu, y sentí su bofetada en la cara.––¡PARA!––me gritó con todas sus fuerzas y los ojos llenos de lágrimas.
 
Sentí como la necesidad de andar apoyándome en los brazos desaparecía, y la vista me volvió a la normalidad. Vi a Sayu con nitidez: estaba llorando. A su lado Lurca me miraba con el rostro desencajado, como si yo fuese un fantasma y no un joven de trece años. La angustia, el dolor y la confusión se apoderaron de mi. Se la habían llevado. Eché mi cabeza sobre el hombro de Sayu y me abrazó. Le agarre de las mangas de la camiseta beige que llevaba debajo del peto y sentí en la mejilla el frío del metal de las escamas esmeralda. Se la había llevado. Sentí un nuevo impulso de aullar, pero me reprimí. El corazón volvió a latirme con fuerza y se me nubló la vista. Las ansias de volver a correr a por ella regresaron, pero mi amiga me apretaba con fuerza, manteniéndome entre el árbol y su pecho, y no podía moverme.
 
––Ellos llevársela––susurré en alto, y las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.––Tengo que ir a por ella.
 
Al decir eso la ira volvió a mi, y dando uso de una fuerza que no creía tener en mi tiré a Sayu al suelo e intente volver a echar a correr, pero ella me hizo la zancadilla y se me puso encima, clavando sus rodillas contra mi cuerpo y sujetando los brazos.
 
––¡Déjame yo ir por ella!––le grité, y le solté sin darme cuenta un gruñido y un ladrido, mientras mi respiración se aceleraba. Intenté girarme para morderla.
 
––¡Suicidándote no vas a lograr nada!.––gritó, y me propinó otra bofetada.––¡¿Que crees que te harán si te ven?! ¡Expulsan a los que son de su raza y no son magos! ¡A los elfos os quemarían vivos, o algo peor! ¡Es lo que quieren, que vayas a por ella! ¡Quieren que los ataques!
 
Mi respiración volvió a la normalidad, y el extraño instinto animal desapareció de mi interior. Sentí un dolor atroz en la herida de mi hombro y grité de rabia con todas mis fuerzas. ¿Que me estaba pasando? ¿Por que me comportaba así? Sayu se quito de encima de mi y sacó su espada, apuntándome, dispuesta a saltar sobre mi si volvía a intentar huir. Me puse en pie y me abracé al árbol más cercano. ¿Por que era tan débil? ¿Por que no había podido ver venir que iban a vengarse, que no me dejarían golpear a uno de ellos sin consecuencias? Resbalé hasta el suelo y me giré, apoyando la espalda contra el tronco. Lloré con todas mis fuerzas.
 
––Ya pasó––dijo Lurca, sentándose a mi lado y abrazándome. 
 
Sayu seguía apuntándome con la espada, y vi que tenía una herida en la mejilla con la forma de mis uñas. ¿Yo le había hecho eso?
Tiró la espada al suelo cuando Lurca le lanzó una mirada asesina, y se sentó en frente de nosotros. Su gesto de miedo y rabia pasó al de la preocupación. Se mordió el labio y soltó un suspiro.
 
––¿Que... que decir tu antes?––le pregunté, limpiándome la cara con la manga de la camiseta, y ella me miró sin entender.––Lo de que ellos buscar que yo ir por ella.
 
––Ah..––me contestó, y se quedó pensativa unos segundos mientras Lurca y yo la observábamos sin movernos––No se. Creo que si hubiesen querido hacerla daño lo habrían hecho aquí, en el Bosque, y la habrían dejado a la vista de todos. Creo que lo que buscan es torturarte psicológicamente, y que vayas a buscarla para poder matarte. Además...––suspiró y cerró los ojos––si tu entras en su territorio sin permiso... creo que atacarán el Bosque.
 
Abrí mucho los ojos. No había caído en esa opción. Secuestrándola llevaban todas las de ganar. El tío de Sayu podía vengarse de mi, y los humanos, si querían, tendrían un motivo para atacar a los elfos.
 
––Pero...––empecé, pero Lurca me hizo callarme y negó con la cabeza.
 
––Sayu tiene razón. La retendrán. No la matarán––hizo una pausa y se puso en pie. Me tendió la mano y me ayudó a levantarme.––debemos decírselo al jefe y los generales. Ellos actuarán como es debido.
 
Comenzamos a andar en dirección al pueblo, y no pude evitar mirar hacía atrás, hacía la ciudad. Volvió a corroerme aquella rabia y furia que jamás había experimentado. “Corre a por ella ahora. Están desprevenidas, no podrán pararte.” sonó una voz tentadora en mi cabeza. 
 
––Zurdha––dijo Sayu, sacando aquellas ganas de ir a buscar a Diarthia de forma imprudente de mi cabeza––Antes... tu...
 
––Parecías un lobo––terminó su frase Lurca, de forma mordaz. Las dos me miraron de reojo y agaché la cabeza.
 
––No.. no se que me ha pasado. Yo.. no quería hacerte daño––les contesté, mirando a Sayu. Ella se quedó seria, pero al instante me dedicó una sonrisa.
 
––Lo se––volvió a poner aquel gesto preocupado––Es solo que nos has asustado.
 
––Se... ¿se lo contaréis a los demás?
 
––No.––dijo Lurca, y me dedicaron ambas una tierna sonrisa––Al menos no hasta que sepamos que te pasa y como podemos ayudarte.
 
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Lurca
Llegamos al pueblo al cabo de un rato, y les dije que se fuesen a comer algo para reponer energías y distraerse mientras yo iba a la cabaña del Maeru para convocar la reunión con los generales de nuestro ejercito. Caminé en silencio por los caminos de tierra, que estaban abarrotados de elfos que se dirigían a la cantina. Me sentía como un pez nadando a contracorriente. Alcé un poco la vista y miré al bosque. Las copas de los arboles estaban teñidas del blanco de las nevadas, aunque ahora en el pueblo solo quedaba nieve sucia y barro, por la cantidad de gente que transitaba las calles. Llegué a la cabaña varios minutos después, y me encontré al Maeru Sadheri sentado en una silla frente a la mesa grande del comedor.
 
––¿Lurca?––preguntó, curioso, al verme entrar. Desde que había llegado Sayu al poblado había ido a visitarle más veces que en toda mi vida.
 
––Maeru––contesté, haciendo una pequeña reverencia.––¿Has oído lo del ataque a Zurdha y la desaparición de Diarthia?
 
––Si. Debió de ser un lobo muy grande el que atacó al joven hijo de Zarh––Le miré y fruncí el ceño. ¿Hrate no le había contado que era una herida mágica, no una animal?
 
––No fue un lobo. La herida de Zurdha es mágica, los hum...
 
––Lurca.––me cortó, con gesto serio. Se puso en pie y se acercó a mi. Parecía casi furioso.––No tenemos pruebas de eso. ¿Quieres acusarles de atacarnos y secuestrar a uno de nosotros? ¿De verdad? Porque solo provocaría una guerra. Nosotros protegemos al Bosque, no hacemos la guerra con otras razas pacificas––Me mordí el labio y cerré con fuerza los puños ante sus palabras.
 
¿Los humanos raza pacifica? Eran el demonio en nuestra cultura. Habían soltado a los depredadores y habían estado al borde de matar al Bosque. Y echaban de su civilización a personas tan dulces, fascinantes e increíbles como Sayu, solo por el hecho de no tener magia. Nosotros no expulsábamos a nadie, ni siquiera a los elfos torpes que no encajaban como guerreros, exploradores, cazadores, cocineros, artesanos ni ninguna otra destreza. Les poníamos a ayudar. A guardar los arsenales de armas, a dar clases del idioma de los humanos o, simple y llanamente, les dejábamos no hacer nada.
 
––Han sido unos lobos. Habrá partidas de búsqueda––continuó, y le dediqué una mirada llena de odio. Él soltó una carcajada y me entraron ganas de golpearlo.
 
––No se a que estas jugando, Sadheri.––Le dije, sin dedicarle ningún tipo de respeto––Pero no me gusta. No deberías defender a una raza que sabes que también secuestró y mató a tu hijo.––le repliqué en tono mordaz
 
––¡Fuera de aquí!––gritó con odio––¡Tu no sabes nada de lo que sucedió!––Me giré y caminé hacia la puerta de la cabaña.––Lurca––me paró, en un tono amenazador––Como escuche que le dices esto a alguien...
 
Le enseñé los colmillos y eché a correr hacia el claro de entrenamiento, donde había quedado con Sayu y Zurdha después de comer. No pasé por la cantina. Tenía un nudo en el estomago.
 
––¿Se va a convocar la..?––empezó Zurdha, pero se calló al ver mi expresión.
 
Me senté al lado de Sayu y enfrente de Zurdha y le di un puñetazo a la tierra mientras empezaba a susurrar insultos. Los dos se quedaron callados, mirándose, con gesto sorprendido. Era la segunda vez en mi vida que perdía los nervios. La primera había sido el día anterior, y lo había pagado con Sayu.

––¿Lurca?––sonó su dulce voz por encima de mis pensamientos, y noté como me cogía de la mano. Tenía la piel tan suave. Tragué saliva.––¿Estas bien?
 
––Debemos andarnos con cuidado. Sadheri no hará nada. Dice que fueron lobos y habrá partidas de búsqueda. Y me ha amenazado.––A medida que hablaba vi como la expresión de mis compañeros se convertía en una mascara de rabia. Temí que a Zurdha volviese a darle alguno de aquellos arrebatos que le convertían en una especie de bestia.
 
––¡¿Que?!––preguntó él. Se puso en pie de un salto y empezó a dar vueltas en círculos.––¡¿Y que hacemos ahora?! ¡No podemos abandonarla!
 
––Baja la voz––le rogó Sayu al ver que varios elfos se habían quedado mirándonos.
 
––Lo único que podemos hacer. Vosotros entrenaros para ser guerreros y poder adentraron en el Bosque sin que sea extraño. Yo vigilaré de cerca al Maeru. Aquí hay algo raro––suspiré y me quedé pensativa.––Hace un par de días, en el Bosque, de noche, vi a dos humanos. Uno de verde y otro de morado––Sayu se giró rápidamente hacía mi, con los ojos como platos.––¿Pasa algo?
 
––¿Como se llamaban?
 
––Ighil y Mir. Creo––su gesto se convirtió en una mascara de dolor, y se quedó muy quieta, sin decir nada.––¿Sayu?
 
––Mi padre y mi antiguo mejor amigo––susurró, y Zurdha se sentó de golpe, perplejo. El nudo de mi estomago volvió con mas fuerza y se me hizo un puño el corazón.––Desde... desde hace días––rompió ella misma el silencio varios minutos después.––tengo sueños. Creo que son recuerdos. No lo se, porque hay otro niño. Como yo, idéntico, de mi edad. Pero.. pero yo no recuerdo tener un hermano––Cerró los ojos con fuerza y vi como una pequeña lágrima rodaba por su mejilla derecha.––Es imposible, ¿no? Que tenga un hermano y lo haya olvidado.
 
––¿Que ver tu en sueños?––preguntó Zurdha.
 
––En el primero vi a mi padre haciendo el Ritual de la Luna, porque mi her.. ese chico. Josh. Había matado a un pájaro. En el segundo él nos llamaba humanos del Bosque por tener las orejas puntiagudas.
 
––Definitivamente tu padre sabe mucho de el Bosque, y el Maeru le protege y oculta algo... ¿pero el que?
 
Se encogieron de hombros y me miraron. No lograba encontrar un solo pensamiento lógico en mi cabeza que le diese una explicación a todo aquello, pero lo encontraría tarde o temprano. No iba a rendirme.
 
––Bien. Entonces lo dicho. Vosotros no os preocupéis, entrenaros. Yo investigaré todo esto.––miré a Zurdha a los ojos––sacaremos de allí a Diarthia.
 
––Ten cuidado––dijo Sayu––Si el Maeru te pilla...
Asentí con la cabeza y apreté fuerte la mano con la que aun me cogía la mía, en señal de que todo iba a ir bien.
 
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Sayu
Dorian, de apenas siete años, estaba escondida tras la puerta del despacho de su padre, junto a su hermano Josh. Ambos tenían la reja pegada a la puerta de madera de Furhüi, un enorme árbol morado que crecía en el Bosque salvaje. Nunca se habían parado a preguntarse como conseguían los adultos aquellas maderas del centro del lugar prohibido para todos los humanos y, probablemente, nunca lo harían.
 
––¿De verdad crees que saldrá bien? ¿Que lo mantendrán en secreto?––preguntó en el interior de la habitación cerrada la voz de el tío de los dos niños. Se escuchó la estridente carcajada de su padre.
 
––No les queda otra a esos salvaje. El mínimo agravio contra nosotros y les incendiamos las chozas de ramas que usan como casas––Sus palabras llevaban un tono de total odio y desprecio contra aquellos seres de los que hablaban.
 
––El Bosque nos atacará.
 
––No si tenéis cuidados, no como esos soldados torpes del toro día. ¿Como se les ocurre partir una rama?––Se oyó un suspiro y un golpe de carne contra madera: había dado un puñetazo al escritorio.––¿Que habéis hecho con ellos?
 
––Muertos. Pasto de los... lobos––Se río de una forma tan tetrica con aquellas palbras que a los pequeños espias se les pusieron los pelos de punto y echaron a correr escaleras abajo, hacía el jardín.

 
Abrí los ojos, despertándome de aquel.. ¿sueño?, y miré a mi izquierda. Lurca dormía plácidamente en la cama de al lado. Me puse en pie, me vestí y salí al frío de la noche. Cogí una de las capas azules colgadas en una rama de la pared exterior y me la puse por encima. Otra vez ese Josh. Y esta vez tenía siete años. Cerré los ojos con fuerza. Todo estaba negro en mis recuerdos. No recordaba nada anterior a mis doce años. ¿Por que nunca me había percatado de que había olvidado toda mi infancia? Me adentré, en silencio, en la espesura oscura del Bosque, y caminé durante dos horas hasta la linde que limitaba el territorio de los elfos y el de los humanos. Me subí a un árbol y me senté en una de las ramas. Saqué mi espada, con el mango del color de las llamas, y me quedé mirándola. Veía mi pelo rubio, desaliñado, en el reflejo del filo. Mis ojos estaban provistos de dos buenas ojeras. Apenas lograba dormir desde el día en el que había visto a aquellos humanos cuando salíamos a cazar.
 
––Hijo de puta...––susurré cuando el rostro de mi tío apareció en mi cabeza, con aquella sonrisa tierna que me dedicaba, después de la escuela, cuando me regalaba dulces que no debía comer a escondidas.
 
¿Como podía tener una familia tan cruel sin haberme dado cuenta antes? ¿Era por que no recordaba mi pasado? Suspiré y volví a esforzarme cerrando los ojos.

 
––¡Corre, Josh, Corre!––grité mientras yo hacía lo propio. Teníamos apenas doce años.
 
Escuché el aullido de un lobo a mi espalda y cerré los ojos con fuerza, evitando mirar hacia detrás. Los abrí y vi a mi hermano corriendo por delante de mi. Recorríamos a toda velocidad los caminos que sorteaban los campos de trigo, en dirección al Bosque. Aquel lugar salvaje que nos estaba vedado era más seguro ahora que nuestra propia casa.
 
Sentí el aliento de algo a pocos metros por detrás de mi y el sonido de cuatro patas chocando contra el suelo a toda velocidad, y entonces cometí el error. Giré la cabeza y le miré a aquellos potentes ojos azules sedientos de sangre. Bajé un poco la mirada y sus afilados colmillos me sonrieron en una mueca de victoria. Tropecé y caí al suelo. Vi como el animal de pelaje rubio saltaba contra mi, me protegí la cara con los brazos y cerré los ojos, esperando me muerte. Escuché un golpe y un gemido animal y volví a mirar. Delante de mi estaba Josh, sosteniendo en sus brazos una rama del tamaño de su brazo. Tenía un arañazo en la mejilla.
 
––¡A mi hermana no la toque, lobo de mierda!––gritó con furia cuando el depredador volvía saltar contra él. Se giró hacia mi rápidamente––¡Dorian, sácanos de aquí con magia!
 
––¡No puedo!––le dije, negando con la cabeza, y el me miró y comprendió. Se mordió el labio y se giró de nuevo hacía el lobo, justo cuando este saltaba contra él.––¡¡¡JOSH!!!––chillé lo más fuerte que pude cuando escuché el sonido del cuerpo de mi hermano caer al suelo, y el tétrico aullido de victoria del animales.
 
––¡¡¡SAYU!!!––gritó él, alzando su mano hacía mi. De su palma salió un brillo cegador, y cuando volví a abrir los ojos estaba en nuestra habitación.
 
Salí a toda velocidad del cuarto y corrí en busca de mis padres. No estaban en el salón, ni en su cuarto, ni en el jardín . Entré a toda velocidad en el despacho y los vi sentados, leyendo.
 
––¡PAPA!––grité y me eché a sus brazos. Él me abrazó con fuerza––¡Papa, un lobo...! ¡Josh esta en el campo, lo va a matar!
 
Vi su mirada sombría hacia mi madre y ambos se pusieron en pie y corrieron escaleras abajo hacía la puerta, mientras yo los seguía.
 
––Quédate aquí y cierra la puerta, cielo––me dijo mi madre tras acariciarme la cara y salir por la puerta––¡No le abras a nadie!
 
Al día siguiente Josh había dejado de existir para el mundo entero, como si jamás hubiese nacido, como si fuese un amigo imaginario que yo me había inventado.

 
Abrí los ojos, sobresaltada, y miré a mi alrededor. Me había quedado dormida encima del árbol. Miré al suelo. No me había caído de milagro. Bajé a la hierba con cuidado. Estaba amaneciendo y los árboles empezaban a teñirse de tonos anaranjados. Me senté en el césped y miré al cielo. Sentí como acudían a mi las ganas de llorar y dejarme llevar por el dolor. Eran recuerdos. Estaba segura. Eran recuerdos que alguien me había hecho olvidar. Me abracé el cuerpo y apoyé la cabeza en el suelo. Si hubiese sabido magia... si hubiese sido maga él estaría vivo. Tragué saliva. Tenía un hermano, que había muerto por salvarme la vida. Cerré los ojos. Yo le había dejado morir. Si hubiese sido más como él, me habría puesto en pie y ambos habríamos peleado, y tal vez... tal vez... Negué con la cabeza. Sería mi secreto. Prefería que nadie supiese que era mi culpa. Era algo con lo que debía cargar solo yo.

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