Capitulo
17: Torneo
Lurca
Un
mes aburrido, eso es lo que era. Me recosté sobre mi cama de plumas
y suspiré. Ya era casi la hora de comer, y después llegaba la hora
del torneo, en el que Sayu y Zurdha se enfrentarían a distintos
rivales para demostrar que eran dignos de tener el rango de guerrero.
Y no había duda de que lo eran. Lo más probable es que, si lo
hacían tan bien como sabían, se enfrentasen ellos dos en la final,
y entonces ya no importaría cual de los dos ganase. Ambos serían
nombrados guerreros. Sonreí ante la idea. Habían trabajado mas que
nadie que yo hubiese visto en toda mi vida, sobretodo Zurdha. Aún
recordaba a aquel elfo de siete años que lloraba con las tormentas.
Durante esos treinta días no habían parado de entrenar, día y
noche, como habíamos acordado. Apenas los había visto más que a
las horas de las comidas. Les echaba de menos. Echaba de menos a
Sayu. Me apoyé sobre mi hombro izquierdo, mirando hacia la pared.
Todavía sentía un escalofrío cada vez que recordaba sus besos.
Tenía que pasar la prueba. No aguantaba mas sin probar sus labios.
Me incorpore y me senté sobre la cama, apoyando la espalda contra
las ramas. Suspiré. Ellos dos habían hecho cosas útiles, yo no. Lo
había intentado, me había paseado por la cabaña del Maeru a todas
horas tras las partidas de caza, fingiendo que ayudaba a los
artesanos a repartir mercancías, pero no había ni rastro de los
humanos, y nadie por el pueblo hablaba de ellos. Es como si jamás
hubiese pasado un humano por allí, y no me había atrevido a
preguntarle a nadie si había visto uno. Lo primero, porque
seguramente se pensarían que buscaba a Sayu, y segundo, porque si el
Maeru se enteraba lo que más corría peligro era la vida de Sayu.
Me
puse en pie y salí de mi casa. Di un rodeo mientras iba hacia la
cantina, para pasar por la cabaña de Sadheri. Hice todo el camino
con la vista fija en mis pies, pensativa. ¿Y si se estaban tomando
las molestias de hacer reuniones secretas en el bosque para que nadie
sospechase? Alcé la mirada cuando rodeaba la casa del jefe, justo en
el instante perfecto para evitar chocar con alguien.
––¡Ten
cuidado!.––gritó una voz familiar en frente de mi cuando di el
frenazo, y me dio un empujón en el hombro, haciéndome perder el
equilibrio y caer al suelo.
Tarde
unos segundos en reponerme, sacudí la cabeza y vi de refilón una
túnica azul. Me levanté y giré rápidamente, pero aquel hombre
había desaparecido. ¿Habría entrado en la cabaña? Me acerqué
cuidadosamente y me quedé allí agazapada.
––...necesitamos
encontrarla––escuché decir a la voz que me había gritado. Me
mordí el labio. ¿De que me sonaba? No había podido verle la cara y
ahora no conseguía recordar donde había escuchado a aquel humano.
––Me
encargaré de ayudaros, pero tenéis que dejar de venir. ––Era la
voz del Maeru. La ira me recorrió las entrañas y me entraron ganas
de coger un arma y entrar a hacer justicia
––¿Perdona?––le
contestó aquel hombre, con un tono cargado de odio––Tu no tienes
ninguna autoridad sobre nosotros, raza inferior––dijo las ultimas
palabras con asco y me fue aun mas difícil controlar mis ganas de
partirlo por la mitad de un espadazo.
Acto
seguido se vio un destello, se escuchó un golpe sordo, como de algo
cayendo contra la tierra, y unas carcajadas. Noté como todo el
Bosque se agitaba de rabia con el viento, y vi como algunas raíces
empezaban a serpentear hasta la cabaña, pero se detuvieron antes de
entrar, como si temiesen lo que había allí dentro. Abrí mucho los
ojos, con pánico. Jamás había visto al Bosque reaccionar así. No
temía a los humanos, ni a los lobos, ni a los jabalíes plateados.
¿Quien demonios era aquel hombre? Y caí. Túnica azul, y aquella
voz... el tío de Sayu. Me alejé a toda velocidad, procurando no
hacer ruido, pero cuando llegue a la cantina mis dos amigos ya no
estaban. Me comí el estofado y el pan de corteza de Furhüi casi sin
masticar, y me dirigí al claro de entrenamiento, donde iba a
celebrarse el torneo.
––¡Sayu!––grité
en cuanto la vi, y ella y Zurdha se acercaron corriendo. Ambos tenían
la piel perlada de sudor a pesar del frío que hacía. Se habían
quitado las capas para tener mayor movilidad.
––¡Hola!––me
contestó ella, y su sonrisa desapareció en cuanto vio mi cara de
preocupación.––¿Que pasa?
No
me salían las palabras. ¿Que debía decirles? ¿Debía preocuparles
antes del torneo con que su tío estaba en el poblado? Tragué
saliva. ¿Pero y si a Zurdha le daba uno de sus ataques lobunos
porque el estuviese cerca? Les mire a uno y a otro de forma
intermitente. No quería que no superasen las pruebas por mi culpa.
Era algo importante, si, pero podía esperar. El tio de Sayu no sería
tan tonto como para aparecer en mitad del público. Debía saber de
sobra que si lo hacía la mayoría de elfos no dudaríamos en
matarlo.
––Procurad
que no os maten––dije al fin, poniendo una mano en su hombro y
dedicándole una tierna pero falsa sonrisa a Zurdha.––Guerreros o
no, os quiero vivos.
––¡Venid,
participantes!––sonó de pronto la voz de Zarh por encima del
murmullo de todos los elfos que se habían congregado en el claro.
Conseguí
encontrar un hueco libre en una de las ramas de la linde y me subí a
toda velocidad. Salvo el circulo central, del que habían apartado
las dianas de tiro con arco, todo el claro y los arboles estaban
llenos de gente: todo el pueblo había venido a ver las pruebas. Miré
a todas partes, y confirmé mis sospechas: no había ni rastro del
tío de Sayu. Aquel hombre, o lo que fuese, se atrevía con en Bosque
pero no con una congregación de elfos furiosos.
––Bien,
ya sabéis como funcionan estas pruebas––dijo Zarh, alzando aun
más la voz para que todo el mundo le escuchase. Se notaba que no
estaba nada contento con aquello: Odiaba tener que tratar con niños
que no fuesen su hijo y, últimamente, Sayu.––Y para los que
no––añadió dirigiéndole a la joven humana una mirada de
soslayo––lo explico rápido. Dividimos a todos en dos grupos. Los
combates van por puntos. Cuando rozas o desarmas a tu oponente, un
punto. Se gana un combate con cinco puntos sobre tu oponente. Los dos
participantes, cada uno de un grupo, que obtengan mas puntos, se
enfrentaran en la final. Todos los participantes que superen los
treinta puntos, serán nombrados Guerreros. El ganador de la final,
sera el capitán de su batallón. ¿Entendido?––Todos los jóvenes
participantes asintieron con la cabeza, y Zarh empezó a dividirlos:
se encargó de que Sayu y Zurdha estuviesen en grupos distintos,
aunque nadie más pareció percatarse de que lo hizo a posta. Después
de tener los grupos hechos, ambos de diez participantes, los separó
por parejas.––Bien. Se os ha asignado un numero a cada pareja,
combatiréis en ese orden.––Zarh se subió a la tarima de madera
en la que Sadheri y uno de los generales estaban sentados. Miró a la
muchedumbre con una sonrisa picara, se giró hacia los participantes
y soltó una pequeña carcajada––¡Que comience el torneo!
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Zurdha
Grupo
uno, pareja numero uno. Esos eran mis dos números en el torneo.
Saqué la espada con un floreo y apunté a mi contrincante. Él hizo
lo mismo y empezamos a andar en círculos, con la mirada y la espada
fija en el cuello del otro. Jihxió, aquel cocinero novato que me
había hablado para decirme que Sadheri me buscaba. No sabía porqué
había decidido intentar pasarse a guerrero, pero tampoco me
importaba. Ahora mismo solo me importaba una cosa: conseguir pasar el
torneo y poder ir a buscar a Diarthia. Alcé la espada en un segundo
y arremetí contra él, que se sorpendió del golpe en el costado y
no le dio tiempo a defenderse.
––¡Un
punto para Zurdha!––gritó la voz impasible de mi padre.
Cerré
un poco los ojos, para concentrarme y evitar que el reflejo del sol
en las armaduras me cegase. Jihxió creyó que estaba distraído he
izo un barrido contra mis piernas. Di un pequeño salto hacía atrás
y puse el filo de mi arma contra su cuello. Noté como se tensaba y
tragaba saliva, pero había tenido cuidado y no le había rozado.
––¡Segundo
punto para Zurdha!
Sin
apenas darle tiempo para serenarse me lancé de nuevo contra él.
Esta vez si se lo esperaba y paró mi golpe a la derecha, luego el de
la izquierda, esquivo mi barrido pero alcé con un giro rápido de
muñeca el arma y su punta rozó rápidamente la tela de su brazo
derecho. Una fina linea de sangre recorrió su piel hasta el suelo e
hizo una pequeña mueca de dolor.
––¡Tercer
punto para Zurdha!
Escuché
los vitoreos de la gente y fruncí el ceño. ¿Me animaban? Solté
una carcajada. Que irónico. Mi contrincante aprovechó ese momento
para lanzar su espada hacía delante en un rápido movimiento, contra
mi pecho. Giré la muñeca y nuestros aceros chocaron, hice un poco
más de fuerza y le empujé lo suficiente para que su arma se clavase
en el suelo, pisé el su filo con el pie derecho y no tuvo más
remedio que soltar el arma para no partirse la muñeca.
––¡Cuarto
punto para Zurdha!
Me
miró con odio y escupió a mis pies mientras recogía el arma del
suelo. Sentí la rabia que me había invadido en el Bosque un mes
antes, y en cuanto se puso en pie corrí hacia él e hice un tajo
hacia su estomago. Lo esquivó saltando hacia atrás, pero no me
rendí y usé mi propia inercia para dar un giro de trescientos
sesenta grados y recibió un corte en el hombro derecho. Escuché su
grito y abrí los ojos. Solté el arma y me acerqué para saber si
estaba bien.
––¡Quinto
punto para Zurdha, que gana el combate!––gritó mi padre, y él y
Hrate se acercaron rápidamente a donde estábamos.
––¡Eres
un bestia!––me gritó Jihxió con furia y me lanzó una patada a
la espinilla, pero Hrate lo alejó e mi y le observó los dos cortes.
––No
te quejes––dijo el médico, y me dedicó una sonrisa––solo
son dos cortes superficiales. Si esperas no sufrir daños haberte
quedado en tu cocina.
Me alejé hacia donde estaban el resto de participantes, sombrío, y
vi como Lurca me sonreía desde una de las ramas bajas de un árbol.
Asentí con la cabeza en señal de que todo iba bien. No quería
preocuparle. Solté el aire y me mordí el labio. ¿Por que me había
invadido de pronto aquella furia? Aquel chico no había hecho nada.
Esperé a que el resto de aspirantes combatiesen, y le dediqué una
sonrisa de satisfacción a Sayu cuando ella también gano sin
problemas su primera batalla. Ella me sacó la lengua, y solté una
carcajada. Volví a acercarme al circulo central y me puse en frente
del joven de pelo azul que había ganado el combate de la pareja
numero dos. Saqué de nuevo la espada y me puse en guardia. Sacó su
arma y arremetió directamente contra mi. Alcé con las dos manos mi
espada y el sonido del acero contra acero resonó por todo el bosque.
Giré a la derecha y paré el segundo golpe. Me apoyé sobre el pie
izquierdo, paré el tercero y le lancé una patada al costado que le
hizo perder el equilibrio. Mi padre se había cansado tras el cuarto
combate de decir los puntos en alto. El pelizaul se puso en pie y
recogió su arma. Me dedicó una sonrisa y se la devolví. Parecía
mas amable que el otro. Hizo un veloz giro de trescientos sesenta
grados, haciendo al final una caída del arma contra mi hombro, como
había hecho yo antes. Salté hacia atrás e interpuse mi arma contra
la suya. Le empujé con un movimiento de muñeca e hice un corte de
abajo arriba que el paró sin problemas. Golpe a la derecha. Choque
de armas. Golpe a la izquierda. Chispas saltando. Hice una finta
agachándome e intente golpearle por la espalda, pero justo cuando me
levantaba me encontré con la punta de su espada apuntando a mi
cuello. Me aparté y asentí con la cabeza. Estaba mejor entrenado
que Jihxió. El resto del combate estuvo bastante igualado, hasta que
al cabo de media hora, cuando íbamos nueve a ocho, yo por delante,
la resistencia de mi contrincante no dio para mas. Acabamos trece a
ocho. La gente aplaudió cuando di el golpe de gracia, una carrera
con salto y un corte superficial que le destrozó las escamas del
peto.
––Buen
combate––me dijo mientras le tendía la mano para que se
levantase.
––Mi
decir mismo. Por un instante mi pensar que tu vencer.––Él
soltó una carcajada y apoyo su mano en mi hombro
––Me
llamo Garhio.
––Yo Zurdha.
Nos
dimos la mano y volvimos sonriendo a la fila. Garhio tenía un años
más que yo, por eso no le había visto nunca en clase. La verdad es
que tampoco recordaba haberle visto por el pueblo, y eso me
extrañaba. El resto de combates fueron más parecidos al primero. El
nivel de la gente de mi grupo no era muy bueno. Gané todos los
combates. A Sayu le costó más. Deduje por la sonrisa de mi padre
que la había puesto a posta en el grupo difícil, para que ella
demostrase de verdad que merecía estar allí. Aún así consiguió
pasar a la final conmigo.
––Bien,
¡Hemos llegado a la final!––Se escuchó la voz de mi padre, y se
acercó hacía nosotros, cogiéndonos del brazo y llevándonos al
centro––¡En este combate, se gana quien consiga antes una
ventaja de dos puntos!––Asintió con la cabeza, mirándonos, para
darnos su apoyo y se volvió a la tarima.
El
combate estuvo muy igualado, en cuanto uno superaba por un punto al
otro, este le igualaba, hasta que íbamos once diez, ganando yo. Nos
pusimos de nuevo uno en frente del otro, después de que ella cogiese
su arma y se levantase: No había podido esquivar a tiempo una de mis
patadas laterales y la había tirado al suelo. Nos pusimos en
guardia, otra vez y sonreímos. Hizo un amago de atacar y retrocedí
un poco. Alcé la vista hacia la multitud un instante y de pronto
aquella ira animal volvió a mi. Apreté con fuerza el mango y
reprimí un aullido. “Ahora, no, vete”, sonó mi
voz en mi cabeza, y otra voz que no era la mía me respondió con un
gruñido. Levante el arma y arremetí contra Sayu, intentando
controlarme, pero en cuanto escuché el sonido de metal contra metal
toda mi fuerza de voluntad se vino abajo. Hice un corte arriba abajo
y después otro izquierda derecha que ella esquivó sin problemas, a
una velocidad de vértigo. Alcé antes de que pudiese reaccionar mi
espada y arremetí contra su cabeza. Escuché de nuevo el sonido de
los metales chocando y como algo crujía y se rompía: una pequeña
salpicadura de sangre me dio en la cara y volví en mi. Bajé la
vista y vi que Sayu estaba tirada en el suelo, con un corte en la
mano derecha, que sujetaba un mango con un trozo de espada. El otro
pedazo estaba hecho añicos por el césped.
––Lo
siento––dije con la cara desencajada, y ella negó con la cabeza.
––Calla.
Tienen que pensar que esto es normal. Si preguntan, mi espada se
oxidó un poco el toro día en el lago––me contestó ella en un
susurro mientras se ponía en pie y me daba la mano.
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Sayu
Un
golpe de suerte. Así es como había quedado para la vista del resto
la victoria de Zurdha. Mera suerte de que mi espada se hubiese
partido. Suspiré mientras andaba hacia la tarima junto a mi amigo y
los otros nueve chicos que habían superado los treinta puntos: entre
ellos estaba Garhio, el chico de pelo azul que había combatido tan
bien contra Zurdha. Lurca y yo sabíamos que no había sido un golpe
de suerte, pero, ¿eso quería decir que mi tio andaba cerca? ¿Por
qué? Tragué saliva.
Sadheri
y el general se pusieron en pie, y nos pidieron que nos quitásemos
los petos esmeralda. Todos obedecimos. Después, se acercaron a
Zurdha y vi como el Maeru le decía algo al oído mientras le ponía
el peto azul cielo propio de los capitanes. Después fueron uno por
uno poniéndole petos granates de guerrero a los demás. Al final
llegaron a mi, y después de ponerme el peto Sadheri se giró hacia
la multitud.
––De
hoy en adelante, Sayu ya no sera considerada una extraña. Ahora es
parte de la tribu––dijo en alto, y un montón de elfos se
pusieron en pie y empezaron a aplaudir. Fueron pocos los que se
quedaron sentados, mirándome con cara de pocos amigos.
Bajamos
de la tarima y le di un abrazo a Zurdha. Alguien me agarró del
hombro y me hizo girarme: era Lurca con una sonrisa de oreja a oreja.
Me agarró de la cintura y juntó sus brazos con los mios. Sentí el
rocé de su lengua contra mis labios y al instante se apartó,
dejándome con sonrisa de imbécil, para irse a abrazar a Zurdha.
Miré al suelo y después alcé la vista. Me quede quieta, muy
quieta, y la sonrisa desapareció. Una túnica azul, y el hombre que
la portaba llevaba la cara cubierta con un sombrero negro. Lo levantó
un poco y me dirigió una sonrisa, después desapareció en el
bosque. Zurdha se puso a mi lado, mirando hacia donde yo miraba.
Estaba muy seria, tanto como yo.
––¡Esta
vez no se escapara!––grité con rabia en cuanto eché a correr
por donde se había ido.
Noté
como mis amigos me seguían, pero ninguno me gritaba para que parase:
estaban de acuerdo conmigo. Teníamos que atraparlo. Era nuestra
mejor opción para llegar hasta Diarthia y descubrir que demonios
tramaban con el jefe de los elfos. Corrí por el Bosque, sin rumbo
fijo, siguiendo mi instinto. “A la derecha” escuché en mi
cabeza, y no dudé en hacer caso. Llegué a un pequeño claro, donde
me esperaba mi tío.
––¡Eres
un capullo!––grité, y me abalancé sobre él. Caímos al suelo y
rodamos. Me puse encima de él y empecé a darle puñetazos en la
cara, mientras el se reía como si aquello no le importase.––¡Eres
un capullo! ¡¿Me oyes?!––volví a gritar en el instante en el
que el me pegó una patada para apartarme
Se
puso en pie y se limpio la sangre de la nariz haciendo una mueca: se
la había roto y le sangraba a chorro.
––Oh,
¿soy un capullo?––preguntó, muerto de risa.––Yo que pensaba
que aquí la que traicionó a su raza eras tu.
––¡¿Donde
esta?!––grité, agarrándolo de la cabeza, empujándolo contra un
árbol y golpeándolo contra la corteza––¡¿Donde esta?!
––¡Eres
una inútil!––me chilló, dándome un puñetazo en la tripa y una
patada en la cabeza cuando me encogí de dolor. Lurca y Zurdha
entraron en el claro en ese instante, y él se giro hacia el joven
elfo––Anda, mira. El crío impertinente. ¿Que tal tus dientes,
con ganas de sangre? ¿Y tu novia, que, se encuentra bien?
Lo
siguiente que pasó fue muy rápido. Mi tío alzó una mano cuando
Zurdha echó a correr hacía él, lleno de rabia. Mi amigo saltó,
hubo un destello y al instante ya no había humano con túnica. Había
un lobo de pelo rubio que atrapaba con sus fauces la pierna de
Zurdha. Eché a correr contra él, pero de pronto algo me empujó y
caí al suelo: otro lobo rubio, bastante más pequeño, había
instado al grande a que soltase al elfo, que se arrastraba hacia mi,
con la pierna sangrando. Me acerqué a él y lo abracé. Lurca se
agachó a nuestro lado. Todos mirábamos atentos a los dos lobos
rubios, grande y pequeño, que se rugían con rabia. Juré ver en los
ojos del que se suponía que era mi tío un brillo de sorpresa y
desconcierto. El lobo pequeño saltó para ahuyentarlo, y el grande
echó a correr por el Bosque. Aquel animal peludo se giró hacía
nosotros y abrí la boca. Tenía un ojo negro y el otro azul, y juré
que me sonreía. Parpadeé y nuestro salvador había desaparecido.
––Te..tenía
un ojo de cada color––logré decir. Y mis amigos me miraron.
––No.––dijo
Zurdha––Tener ojos rojos.
Me
quedé mirandoles. No entendían que me pasaban. ¿Me lo había
imaginado? De pronto todo empezó a dar vueltas. Me desmayé.
––¡Que
tonto eres!––le grité a Josh mientras corríamos por el
campo de trigo––¡¿A que no me pillas?!
Al
instante el me alcanzó, pues era más rápido y me tiró al suelo.
Se puso encima de mi y empezó a hacerme cosquillas.
––¡Tu
si que eres tonta, y lenta!––me miró y sonreí.
Tenía
una mirada tierna y dulce, y siempre estaba sonriendo o llorando por
cualquier cosa. Temía a los lobos cuando aullaban en la noche, pero
no le importaba quedarse despierto, temblando, para que yo pudiese
dormirme tranquila. Y sus ojos... uno azul y otro negro. Eran raros y
fascinantes, preciosos, eran como el cielo. Uno azul como las
mañanas, otro negro como las noches.
Me
soltó y echó a correr, riéndose. Le perseguí, pero cada vez
estaba mas lejos. Alcé el brazo para intentar cogerlo, pero poco a
poco su cara se volvía difusa... y entonces estábamos en el camino.
El estaba con el palo, enfrente del lobo. Saltó sobre él. Escuché
su grito. Vi la sangre. Sentí su miedo.
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