viernes, 19 de junio de 2015

Capitulo 17: Torneo


Capitulo 17: Torneo
Lurca
Un mes aburrido, eso es lo que era. Me recosté sobre mi cama de plumas y suspiré. Ya era casi la hora de comer, y después llegaba la hora del torneo, en el que Sayu y Zurdha se enfrentarían a distintos rivales para demostrar que eran dignos de tener el rango de guerrero. Y no había duda de que lo eran. Lo más probable es que, si lo hacían tan bien como sabían, se enfrentasen ellos dos en la final, y entonces ya no importaría cual de los dos ganase. Ambos serían nombrados guerreros. Sonreí ante la idea. Habían trabajado mas que nadie que yo hubiese visto en toda mi vida, sobretodo Zurdha. Aún recordaba a aquel elfo de siete años que lloraba con las tormentas. Durante esos treinta días no habían parado de entrenar, día y noche, como habíamos acordado. Apenas los había visto más que a las horas de las comidas. Les echaba de menos. Echaba de menos a Sayu. Me apoyé sobre mi hombro izquierdo, mirando hacia la pared. Todavía sentía un escalofrío cada vez que recordaba sus besos. Tenía que pasar la prueba. No aguantaba mas sin probar sus labios. Me incorpore y me senté sobre la cama, apoyando la espalda contra las ramas. Suspiré. Ellos dos habían hecho cosas útiles, yo no. Lo había intentado, me había paseado por la cabaña del Maeru a todas horas tras las partidas de caza, fingiendo que ayudaba a los artesanos a repartir mercancías, pero no había ni rastro de los humanos, y nadie por el pueblo hablaba de ellos. Es como si jamás hubiese pasado un humano por allí, y no me había atrevido a preguntarle a nadie si había visto uno. Lo primero, porque seguramente se pensarían que buscaba a Sayu, y segundo, porque si el Maeru se enteraba lo que más corría peligro era la vida de Sayu.
 
Me puse en pie y salí de mi casa. Di un rodeo mientras iba hacia la cantina, para pasar por la cabaña de Sadheri. Hice todo el camino con la vista fija en mis pies, pensativa. ¿Y si se estaban tomando las molestias de hacer reuniones secretas en el bosque para que nadie sospechase? Alcé la mirada cuando rodeaba la casa del jefe, justo en el instante perfecto para evitar chocar con alguien.
 
––¡Ten cuidado!.––gritó una voz familiar en frente de mi cuando di el frenazo, y me dio un empujón en el hombro, haciéndome perder el equilibrio y caer al suelo.
 
Tarde unos segundos en reponerme, sacudí la cabeza y vi de refilón una túnica azul. Me levanté y giré rápidamente, pero aquel hombre había desaparecido. ¿Habría entrado en la cabaña? Me acerqué cuidadosamente y me quedé allí agazapada.
 
––...necesitamos encontrarla––escuché decir a la voz que me había gritado. Me mordí el labio. ¿De que me sonaba? No había podido verle la cara y ahora no conseguía recordar donde había escuchado a aquel humano.
 
––Me encargaré de ayudaros, pero tenéis que dejar de venir. ––Era la voz del Maeru. La ira me recorrió las entrañas y me entraron ganas de coger un arma y entrar a hacer justicia
 
––¿Perdona?––le contestó aquel hombre, con un tono cargado de odio––Tu no tienes ninguna autoridad sobre nosotros, raza inferior––dijo las ultimas palabras con asco y me fue aun mas difícil controlar mis ganas de partirlo por la mitad de un espadazo.
 
Acto seguido se vio un destello, se escuchó un golpe sordo, como de algo cayendo contra la tierra, y unas carcajadas. Noté como todo el Bosque se agitaba de rabia con el viento, y vi como algunas raíces empezaban a serpentear hasta la cabaña, pero se detuvieron antes de entrar, como si temiesen lo que había allí dentro. Abrí mucho los ojos, con pánico. Jamás había visto al Bosque reaccionar así. No temía a los humanos, ni a los lobos, ni a los jabalíes plateados. ¿Quien demonios era aquel hombre? Y caí. Túnica azul, y aquella voz... el tío de Sayu. Me alejé a toda velocidad, procurando no hacer ruido, pero cuando llegue a la cantina mis dos amigos ya no estaban. Me comí el estofado y el pan de corteza de Furhüi casi sin masticar, y me dirigí al claro de entrenamiento, donde iba a celebrarse el torneo.
 
––¡Sayu!––grité en cuanto la vi, y ella y Zurdha se acercaron corriendo. Ambos tenían la piel perlada de sudor a pesar del frío que hacía. Se habían quitado las capas para tener mayor movilidad.
 
––¡Hola!––me contestó ella, y su sonrisa desapareció en cuanto vio mi cara de preocupación.––¿Que pasa?
 
No me salían las palabras. ¿Que debía decirles? ¿Debía preocuparles antes del torneo con que su tío estaba en el poblado? Tragué saliva. ¿Pero y si a Zurdha le daba uno de sus ataques lobunos porque el estuviese cerca? Les mire a uno y a otro de forma intermitente. No quería que no superasen las pruebas por mi culpa. Era algo importante, si, pero podía esperar. El tio de Sayu no sería tan tonto como para aparecer en mitad del público. Debía saber de sobra que si lo hacía la mayoría de elfos no dudaríamos en matarlo.
 
––Procurad que no os maten––dije al fin, poniendo una mano en su hombro y dedicándole una tierna pero falsa sonrisa a Zurdha.––Guerreros o no, os quiero vivos.
 
––¡Venid, participantes!––sonó de pronto la voz de Zarh por encima del murmullo de todos los elfos que se habían congregado en el claro.
 
Conseguí encontrar un hueco libre en una de las ramas de la linde y me subí a toda velocidad. Salvo el circulo central, del que habían apartado las dianas de tiro con arco, todo el claro y los arboles estaban llenos de gente: todo el pueblo había venido a ver las pruebas. Miré a todas partes, y confirmé mis sospechas: no había ni rastro del tío de Sayu. Aquel hombre, o lo que fuese, se atrevía con en Bosque pero no con una congregación de elfos furiosos.
 
––Bien, ya sabéis como funcionan estas pruebas––dijo Zarh, alzando aun más la voz para que todo el mundo le escuchase. Se notaba que no estaba nada contento con aquello: Odiaba tener que tratar con niños que no fuesen su hijo y, últimamente, Sayu.––Y para los que no––añadió dirigiéndole a la joven humana una mirada de soslayo––lo explico rápido. Dividimos a todos en dos grupos. Los combates van por puntos. Cuando rozas o desarmas a tu oponente, un punto. Se gana un combate con cinco puntos sobre tu oponente. Los dos participantes, cada uno de un grupo, que obtengan mas puntos, se enfrentaran en la final. Todos los participantes que superen los treinta puntos, serán nombrados Guerreros. El ganador de la final, sera el capitán de su batallón. ¿Entendido?––Todos los jóvenes participantes asintieron con la cabeza, y Zarh empezó a dividirlos: se encargó de que Sayu y Zurdha estuviesen en grupos distintos, aunque nadie más pareció percatarse de que lo hizo a posta. Después de tener los grupos hechos, ambos de diez participantes, los separó por parejas.––Bien. Se os ha asignado un numero a cada pareja, combatiréis en ese orden.––Zarh se subió a la tarima de madera en la que Sadheri y uno de los generales estaban sentados. Miró a la muchedumbre con una sonrisa picara, se giró hacia los participantes y soltó una pequeña carcajada––¡Que comience el torneo!
 
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Zurdha
Grupo uno, pareja numero uno. Esos eran mis dos números en el torneo. Saqué la espada con un floreo y apunté a mi contrincante. Él hizo lo mismo y empezamos a andar en círculos, con la mirada y la espada fija en el cuello del otro. Jihxió, aquel cocinero novato que me había hablado para decirme que Sadheri me buscaba. No sabía porqué había decidido intentar pasarse a guerrero, pero tampoco me importaba. Ahora mismo solo me importaba una cosa: conseguir pasar el torneo y poder ir a buscar a Diarthia. Alcé la espada en un segundo y arremetí contra él, que se sorpendió del golpe en el costado y no le dio tiempo a defenderse.
 
––¡Un punto para Zurdha!––gritó la voz impasible de mi padre.
Cerré un poco los ojos, para concentrarme y evitar que el reflejo del sol en las armaduras me cegase. Jihxió creyó que estaba distraído he izo un barrido contra mis piernas. Di un pequeño salto hacía atrás y puse el filo de mi arma contra su cuello. Noté como se tensaba y tragaba saliva, pero había tenido cuidado y no le había rozado.
 
––¡Segundo punto para Zurdha!
 
Sin apenas darle tiempo para serenarse me lancé de nuevo contra él. Esta vez si se lo esperaba y paró mi golpe a la derecha, luego el de la izquierda, esquivo mi barrido pero alcé con un giro rápido de muñeca el arma y su punta rozó rápidamente la tela de su brazo derecho. Una fina linea de sangre recorrió su piel hasta el suelo e hizo una pequeña mueca de dolor.
 
––¡Tercer punto para Zurdha!
 
Escuché los vitoreos de la gente y fruncí el ceño. ¿Me animaban? Solté una carcajada. Que irónico. Mi contrincante aprovechó ese momento para lanzar su espada hacía delante en un rápido movimiento, contra mi pecho. Giré la muñeca y nuestros aceros chocaron, hice un poco más de fuerza y le empujé lo suficiente para que su arma se clavase en el suelo, pisé el su filo con el pie derecho y no tuvo más remedio que soltar el arma para no partirse la muñeca. 
 
––¡Cuarto punto para Zurdha!
 
Me miró con odio y escupió a mis pies mientras recogía el arma del suelo. Sentí la rabia que me había invadido en el Bosque un mes antes, y en cuanto se puso en pie corrí hacia él e hice un tajo hacia su estomago. Lo esquivó saltando hacia atrás, pero no me rendí y usé mi propia inercia para dar un giro de trescientos sesenta grados y recibió un corte en el hombro derecho. Escuché su grito y abrí los ojos. Solté el arma y me acerqué para saber si estaba bien.
 
––¡Quinto punto para Zurdha, que gana el combate!––gritó mi padre, y él y Hrate se acercaron rápidamente a donde estábamos.
 
––¡Eres un bestia!––me gritó Jihxió con furia y me lanzó una patada a la espinilla, pero Hrate lo alejó e mi y le observó los dos cortes.
 
––No te quejes––dijo el médico, y me dedicó una sonrisa––solo son dos cortes superficiales. Si esperas no sufrir daños haberte quedado en tu cocina.
 
Me alejé hacia donde estaban el resto de participantes, sombrío, y vi como Lurca me sonreía desde una de las ramas bajas de un árbol. Asentí con la cabeza en señal de que todo iba bien. No quería preocuparle. Solté el aire y me mordí el labio. ¿Por que me había invadido de pronto aquella furia? Aquel chico no había hecho nada. Esperé a que el resto de aspirantes combatiesen, y le dediqué una sonrisa de satisfacción a Sayu cuando ella también gano sin problemas su primera batalla. Ella me sacó la lengua, y solté una carcajada. Volví a acercarme al circulo central y me puse en frente del joven de pelo azul que había ganado el combate de la pareja numero dos. Saqué de nuevo la espada y me puse en guardia. Sacó su arma y arremetió directamente contra mi. Alcé con las dos manos mi espada y el sonido del acero contra acero resonó por todo el bosque. Giré a la derecha y paré el segundo golpe. Me apoyé sobre el pie izquierdo, paré el tercero y le lancé una patada al costado que le hizo perder el equilibrio. Mi padre se había cansado tras el cuarto combate de decir los puntos en alto. El pelizaul se puso en pie y recogió su arma. Me dedicó una sonrisa y se la devolví. Parecía mas amable que el otro. Hizo un veloz giro de trescientos sesenta grados, haciendo al final una caída del arma contra mi hombro, como había hecho yo antes. Salté hacia atrás e interpuse mi arma contra la suya. Le empujé con un movimiento de muñeca e hice un corte de abajo arriba que el paró sin problemas. Golpe a la derecha. Choque de armas. Golpe a la izquierda. Chispas saltando. Hice una finta agachándome e intente golpearle por la espalda, pero justo cuando me levantaba me encontré con la punta de su espada apuntando a mi cuello. Me aparté y asentí con la cabeza. Estaba mejor entrenado que Jihxió. El resto del combate estuvo bastante igualado, hasta que al cabo de media hora, cuando íbamos nueve a ocho, yo por delante, la resistencia de mi contrincante no dio para mas. Acabamos trece a ocho. La gente aplaudió cuando di el golpe de gracia, una carrera con salto y un corte superficial que le destrozó las escamas del peto.
 
––Buen combate––me dijo mientras le tendía la mano para que se levantase.
 
––Mi decir mismo. Por un instante mi pensar que tu vencer.––Él soltó una carcajada y apoyo su mano en mi hombro
 
––Me llamo Garhio.
 
––Yo Zurdha.
 
Nos dimos la mano y volvimos sonriendo a la fila. Garhio tenía un años más que yo, por eso no le había visto nunca en clase. La verdad es que tampoco recordaba haberle visto por el pueblo, y eso me extrañaba. El resto de combates fueron más parecidos al primero. El nivel de la gente de mi grupo no era muy bueno. Gané todos los combates. A Sayu le costó más. Deduje por la sonrisa de mi padre que la había puesto a posta en el grupo difícil, para que ella demostrase de verdad que merecía estar allí. Aún así consiguió pasar a la final conmigo. 
 
––Bien, ¡Hemos llegado a la final!––Se escuchó la voz de mi padre, y se acercó hacía nosotros, cogiéndonos del brazo y llevándonos al centro––¡En este combate, se gana quien consiga antes una ventaja de dos puntos!––Asintió con la cabeza, mirándonos, para darnos su apoyo y se volvió a la tarima.
 
El combate estuvo muy igualado, en cuanto uno superaba por un punto al otro, este le igualaba, hasta que íbamos once diez, ganando yo. Nos pusimos de nuevo uno en frente del otro, después de que ella cogiese su arma y se levantase: No había podido esquivar a tiempo una de mis patadas laterales y la había tirado al suelo. Nos pusimos en guardia, otra vez y sonreímos. Hizo un amago de atacar y retrocedí un poco. Alcé la vista hacia la multitud un instante y de pronto aquella ira animal volvió a mi. Apreté con fuerza el mango y reprimí un aullido. Ahora, no, vete”, sonó mi voz en mi cabeza, y otra voz que no era la mía me respondió con un gruñido. Levante el arma y arremetí contra Sayu, intentando controlarme, pero en cuanto escuché el sonido de metal contra metal toda mi fuerza de voluntad se vino abajo. Hice un corte arriba abajo y después otro izquierda derecha que ella esquivó sin problemas, a una velocidad de vértigo. Alcé antes de que pudiese reaccionar mi espada y arremetí contra su cabeza. Escuché de nuevo el sonido de los metales chocando y como algo crujía y se rompía: una pequeña salpicadura de sangre me dio en la cara y volví en mi. Bajé la vista y vi que Sayu estaba tirada en el suelo, con un corte en la mano derecha, que sujetaba un mango con un trozo de espada. El otro pedazo estaba hecho añicos por el césped.
 
––Lo siento––dije con la cara desencajada, y ella negó con la cabeza.
 
––Calla. Tienen que pensar que esto es normal. Si preguntan, mi espada se oxidó un poco el toro día en el lago––me contestó ella en un susurro mientras se ponía en pie y me daba la mano.
 

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Sayu
Un golpe de suerte. Así es como había quedado para la vista del resto la victoria de Zurdha. Mera suerte de que mi espada se hubiese partido. Suspiré mientras andaba hacia la tarima junto a mi amigo y los otros nueve chicos que habían superado los treinta puntos: entre ellos estaba Garhio, el chico de pelo azul que había combatido tan bien contra Zurdha. Lurca y yo sabíamos que no había sido un golpe de suerte, pero, ¿eso quería decir que mi tio andaba cerca? ¿Por qué? Tragué saliva.
 
Sadheri y el general se pusieron en pie, y nos pidieron que nos quitásemos los petos esmeralda. Todos obedecimos. Después, se acercaron a Zurdha y vi como el Maeru le decía algo al oído mientras le ponía el peto azul cielo propio de los capitanes. Después fueron uno por uno poniéndole petos granates de guerrero a los demás. Al final llegaron a mi, y después de ponerme el peto Sadheri se giró hacia la multitud.
 
––De hoy en adelante, Sayu ya no sera considerada una extraña. Ahora es parte de la tribu––dijo en alto, y un montón de elfos se pusieron en pie y empezaron a aplaudir. Fueron pocos los que se quedaron sentados, mirándome con cara de pocos amigos.
 
Bajamos de la tarima y le di un abrazo a Zurdha. Alguien me agarró del hombro y me hizo girarme: era Lurca con una sonrisa de oreja a oreja. Me agarró de la cintura y juntó sus brazos con los mios. Sentí el rocé de su lengua contra mis labios y al instante se apartó, dejándome con sonrisa de imbécil, para irse a abrazar a Zurdha. Miré al suelo y después alcé la vista. Me quede quieta, muy quieta, y la sonrisa desapareció. Una túnica azul, y el hombre que la portaba llevaba la cara cubierta con un sombrero negro. Lo levantó un poco y me dirigió una sonrisa, después desapareció en el bosque. Zurdha se puso a mi lado, mirando hacia donde yo miraba. Estaba muy seria, tanto como yo.
 
––¡Esta vez no se escapara!––grité con rabia en cuanto eché a correr por donde se había ido.
 
Noté como mis amigos me seguían, pero ninguno me gritaba para que parase: estaban de acuerdo conmigo. Teníamos que atraparlo. Era nuestra mejor opción para llegar hasta Diarthia y descubrir que demonios tramaban con el jefe de los elfos. Corrí por el Bosque, sin rumbo fijo, siguiendo mi instinto. “A la derecha” escuché en mi cabeza, y no dudé en hacer caso. Llegué a un pequeño claro, donde me esperaba mi tío.
 
––¡Eres un capullo!––grité, y me abalancé sobre él. Caímos al suelo y rodamos. Me puse encima de él y empecé a darle puñetazos en la cara, mientras el se reía como si aquello no le importase.––¡Eres un capullo! ¡¿Me oyes?!––volví a gritar en el instante en el que el me pegó una patada para apartarme
Se puso en pie y se limpio la sangre de la nariz haciendo una mueca: se la había roto y le sangraba a chorro.
 
––Oh, ¿soy un capullo?––preguntó, muerto de risa.––Yo que pensaba que aquí la que traicionó a su raza eras tu.
 
––¡¿Donde esta?!––grité, agarrándolo de la cabeza, empujándolo contra un árbol y golpeándolo contra la corteza––¡¿Donde esta?!
 
––¡Eres una inútil!––me chilló, dándome un puñetazo en la tripa y una patada en la cabeza cuando me encogí de dolor. Lurca y Zurdha entraron en el claro en ese instante, y él se giro hacia el joven elfo––Anda, mira. El crío impertinente. ¿Que tal tus dientes, con ganas de sangre? ¿Y tu novia, que, se encuentra bien?
 
Lo siguiente que pasó fue muy rápido. Mi tío alzó una mano cuando Zurdha echó a correr hacía él, lleno de rabia. Mi amigo saltó, hubo un destello y al instante ya no había humano con túnica. Había un lobo de pelo rubio que atrapaba con sus fauces la pierna de Zurdha. Eché a correr contra él, pero de pronto algo me empujó y caí al suelo: otro lobo rubio, bastante más pequeño, había instado al grande a que soltase al elfo, que se arrastraba hacia mi, con la pierna sangrando. Me acerqué a él y lo abracé. Lurca se agachó a nuestro lado. Todos mirábamos atentos a los dos lobos rubios, grande y pequeño, que se rugían con rabia. Juré ver en los ojos del que se suponía que era mi tío un brillo de sorpresa y desconcierto. El lobo pequeño saltó para ahuyentarlo, y el grande echó a correr por el Bosque. Aquel animal peludo se giró hacía nosotros y abrí la boca. Tenía un ojo negro y el otro azul, y juré que me sonreía. Parpadeé y nuestro salvador había desaparecido.
 
––Te..tenía un ojo de cada color––logré decir. Y mis amigos me miraron.
 
––No.––dijo Zurdha––Tener ojos rojos.
 
Me quedé mirandoles. No entendían que me pasaban. ¿Me lo había imaginado? De pronto todo empezó a dar vueltas. Me desmayé.
 

––¡Que tonto eres!––le grité a Josh mientras corríamos por el campo de trigo––¡¿A que no me pillas?!
 
Al instante el me alcanzó, pues era más rápido y me tiró al suelo. Se puso encima de mi y empezó a hacerme cosquillas.
 
––¡Tu si que eres tonta, y lenta!––me miró y sonreí.
 
Tenía una mirada tierna y dulce, y siempre estaba sonriendo o llorando por cualquier cosa. Temía a los lobos cuando aullaban en la noche, pero no le importaba quedarse despierto, temblando, para que yo pudiese dormirme tranquila. Y sus ojos... uno azul y otro negro. Eran raros y fascinantes, preciosos, eran como el cielo. Uno azul como las mañanas, otro negro como las noches.
 
Me soltó y echó a correr, riéndose. Le perseguí, pero cada vez estaba mas lejos. Alcé el brazo para intentar cogerlo, pero poco a poco su cara se volvía difusa... y entonces estábamos en el camino. El estaba con el palo, enfrente del lobo. Saltó sobre él. Escuché su grito. Vi la sangre. Sentí su miedo.

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