miércoles, 17 de junio de 2015

Capitulo 15: Abre los ojos


Capitulo 15: Abre los ojos
Sayu
Me desperté sobresaltada por aquella pesadilla, con el corazón en un puño y el sudor resbalando por mi frente. Tenía la respiración más agitada que nunca. Miré a mi alrededor y vi que Lurca no estaba en su cama. Me incorporé y me senté en el borde, apoyando los codos en las rodillas. Me eché el pelo hacia atrás con las manos y solté un suspiro, mirando al suelo. ¿Que me estaba pasando? ¿Que eran todos esos sueños? ¿Estaba recordando mi infancia? Cerré los ojos. Esos años de mi vida estaban en negro. Pero si hubiese habido allí otro niño, un hermano mellizo mio... ¿como podría haberlo olvidado? No puede omitir la existencia de un hermano. Tragué saliva y me miré las manos.

––Pero.. ¿que?––dije, mientras las giraba sin da crédito a lo que veía.
 
Mi piel era mucho más blanca que cuando había entrado. De hecho, era blanca. Apenas tenía tintes color carne en las palmas. Me puse en pie y abrí y cerré los ojos varáis veces, perpleja: el color seguía siendo el mismo. ¿Que me estaba pasando? Salí a toda velocidad de la cabaña en mitad de la noche, y fui al manantial de curaciones. La luz de la luna hacía que ahora su agua verdosa fuese totalmente cristalina. Me puse de rodillas y me miré. Mi reflejo era totalmente pálido. Por detrás del pelo rubio sobresalían mis orejas. No eran grandes como las de los elfos, eran pequeñas como las de un humano, pero Zurdha tenía razón. Eran orejas pequeñas y puntiagudas. Cerré los puños y le di un puñetazo al agua, haciendo que mi reflejo se volviese un conjunto turbio de brillos de la luna. Me eché hacia atrás y me tumbé sobre el césped. ¿Que era yo? ¿Un humano? No. ¿Un elfo? Imposible. ¿Entonces? Giré la cabeza y empecé a acariciar con el dorso de la mano izquierda la hierba. Las lágrimas empezaron a rodar por mi cara, y sentí como mi respiración se aceleraba. Todo en lo que confiaba había desaparecido cuando entré en el Bosque. Todo lo que creía cierto había muerto al encontrar a los elfos. Todo lo que pensaba que era se había hecho añicos a medida que pasaban los días. Me puse de costado y me encogí, abrazándome las rodillas. Me dejé llevar por la tristeza y me quedé allí tirada, sollozando, sin entender nada. ¿Por que a mi? ¿Que había hecho yo para merecer aquello? Debía de haber sido una persona horrible en mi anterior vida, o alguien debía odiarme mucho.
 
Cuando llegó el amanecer noté como alguien se acercaba desde la espesura, pero me negué a moverme. Sentí como alguien se tumbaba a mi espalda, y un brazo me rodeó la cintura. El otro pasó por debajo de mi cuello. Noté como su mano me acariciaba la frente. No necesité mirarla para saber que era Lurca. Agarré su mano izquierda con la mía y le di un beso en los dedos. Su presencia aliviaba un poco el dolor y la confusión que sentía. Sentí como se levantaba un poco, y al instante sus labios rozaron mi mejilla. Se acercó a mi oreja.
 
––No llores––me susurró, y me acercó más a ella y me abrazó con más fuerza.––No debes llorar, nunca. Todo pasará, todo ira a mejor. Estoy contigo.
 
Me giré y vi que ella también estaba llorando. Levanté la mano derecha y le limpié las lágrimas. Me incorporé un poco, le di un beso, suave y corto, y volví a tumbarme. Con su presencia se me cortaba la respiración y cada vez me costaba más coger aire, pero a la vez tenía un efecto sedante.
 
––Lurca, yo...
 
––Ssh––me cortó, y se agachó para devolverme el beso.
 
El suyo fue mas intenso. Sentí su lengua jugar con la mía y me dejé llevar. Le acaricié la mejilla y el cuello con los dedos, y noté como con el roce de mis dedos contra su piel el corazón se le aceleraba. El beso se volvió más rápido, mas intenso, y metió su mano debajo de mi camiseta. Me quedé sin aire en el instante en el que se apartó y me miró a los ojos.
 
––¿Sabes que ya no tenemos vuelta atrás, no?––me dijo, y asentí con la cabeza.––Ya no podemos negar nada... por eso debes centrarte en entrenar. ¿vale?––Volví a asentir––Si lo haces bien en las pruebas, seras parte de los elfos. Y ya nada podrá separarnos.
 
Volvió a bajar me dio un beso en la frente. Sentí un escalofrío y un cumulo de electricidad recorrer todo mi cuerpo y se me puso sonrisa de imbécil. Ella me devolvió la misma sonrisa. Nos sentamos y miramos al cielo, que volvía a estar cubierto de nubes. Me puse en pie y le tendí la mano. La ayudé a levantarse y le di un abrazo.
 
––Gracias por existir––le dije, apoyando la cabeza en su pecho. Aunque para los humanos yo ya era alta, los elfos adultos me sacaban mas de una cabeza.
 
––Anda, tonta, ve a entrenar. 
 
Le di otro suave beso y eché a correr hacia el claro de entrenamiento. Cuando llegué, Zurdha y Zarh estaban peleando con las espadas, y no pude evitar soltar una carcajada ante la torpeza de mi amigo contra su padre. Pararon y se giraron hacia mi.
 
––Por fin te dignas a aparecer, nal.––dijo Zarh, con un tono menos siniestro que de normal. Supuse que era más dulce ante la presencia de su hijo, aunque prefería no intentar aprovecharme de ello.
 
––Bueno..––suspiré.––Tampoco es que hayas venido a buscarme.
 
Zarh soltó una carcajada y asintió con la cabeza. Me quedé de piedra. ¿No me regañaba? ¿Aceptaba mi contestación como si nada? Miré a Zurdha y me guiñó un ojo. Sonreí. Ahora entrenar si iba a ser divertido.
 
Nuestro maestro nos llevó al lago que había utilizado como casa semanas atrás. Los recuerdos vinieron a mi y sentí nostalgia. Era un sitio tan bonito. Corrí hacia el sauce y me agaché entre las raíces. Leí lo que ponía en el tronco en voz alta cuando mis dos acompañantes se acercaron. 
 
––“Aquí yace Bola de Pelo, un gran conejo, y aún mejor amigo. Sin él no estaría viva. Descansa en paz”––Sonreí mientras acariciaba las letras que había tallado yo misma con un puñal de piedra y me giré para mirar a Zurdha.
 
––Tu hacer Ritual de la Luna.––sonó la voz de Zarh al otro lado, y abrí mucho los ojos.
 
Volví a mirar la tumba y asentí. Había enterrado a aquel pequeño entre la bóveda de raíces, creada de forma natural, del árbol. Bóveda que ahora se encontraba cerrada sobre la tumba, sin dejar pasar ni un solo rayo de luz. Me levanté y suspiré. Lo había hecho de forma inconsciente. ¿Había sido por aquel sueño, si es que era un recuerdo, en el que mi padre lo había hecho para enterrar un pájaro?
 
––Ahora tener sentido que Lurca traer tu a la tribu––dijo Zurdha en un susurro, y le miré frunciendo el ceño. ¿Había sido por eso, porque inconscientemente me había comportado como uno de ellos?
 
––Si...––contestó Zarh, con gesto pensativo, mientras me miraba muy atentamente. Sacudió la cabeza y se alejó del sauce.––Venid––Nos dijo, mientras se sentaba en la arena de la orilla del lago.
 
Zurdha y yo nos acercamos y su padre me dio la espada que portaba al cinto. Acto seguido nos dedicó una tétrica sonrisa y nos señalo, primero a él y luego a mi. Miré a mi amigo, y nos pusimos en guardia, entendiendo el silencioso gesto. Alcé la espada y golpeé, Zurdha lo paró y me echó hacia atrás. Andamos en círculos un segundo, y di un giro de trescientos sesenta grados, agachándome un poco al final, para hacer un barrido a los pies que el esquivo de un salto sin problemas. Se echó hacia atrás y cargó, saltando contra mi, con la espada por delante. Lo paré con la parte no afilada, usando la mano izquierda apoyada en el otro extremo de la espada para que el peso de Zurdha no hiciese que me golpease con mi propio filo.
 
––Vale––nos cortó Zarh en el instante en el que lancé una estocada al pecho de su hijos.––Tenéis el mismo nivel. Podríamos tirarnos así horas.––Se puso en pie mientras decía aquello y se quitó las botas para meter los pies en el agua. Se cruzó de brazos––meteos hasta que el agua os llegue por la cadera, y practicad con enemigos imaginarios todos los movimientos. Haced secuencias de varios golpes, barrido, barrido y estocada. 
 
Zurdha y yo asentimos, nos quitamos las botas y nos internamos en el lago hasta que las aguas cristalinas nos llegaron por la cintura. Nos pusimos a hacer lo que el maestro había pedido. Era muy complicado. Mover las piernas bajo el agua, con el peso añadido de la armadura era lo más duro que había hecho en mi vida. Al cabo de menos de una hora ya sentía como todos mis músculos empezaban a dejar de responder. Me sentía mas una estatua de piedra que un ser vivo. Al cabo de dos horas mis movimientos empezaron a ser muy torpes, y cada cuatro intentos caía al agua. A la tercera hora Zurdha se unió a caer conmigo, y a la quinta hora ya no podíamos ni mantenernos en pie dentro del agua. 
 
––¡Joder––gritó él, y solté una pequeña carcajada. Le salpiqué con el agua y él me sacó la lengua.––¿Donde estar padre?––preguntó de pronto, y miré a la orilla.
 
Zarh se había marchado, aunque no sabíamos exactamente cuando. Salimos del agua y nos tiramos en la arena. Estábamos completamente empapados. Me giré para mirarle y chocamos los puños. Me sentía tan cansada que me entraban ganas de dormir. Nos quedamos allí tirados hasta que se puso a nevar, y entonces echamos a andar hacia el poblado: eramos incapaces de correr.
 
––Yo buscar padre––me dijo Zurdha cuando nos acercábamos a la cantina para comer, y asentí.
Entré sola y cogí mi plato de guiso de carne y bayas, y lo devoré a una velocidad de vértigo. Cada día que pasaba recordaba menos el sabor de las comidas que hacía mi madre, y me gustaban mas las comidas que hacían los elfos. Me levanté para preguntar si podía tomar un segundo plato: me había quedado con hambre. Pero entonces entró Zurdha a toda prisa, me agarró del brazo y me llevó hasta afuera.
 
––¿Que pasa?––pregunté.
 
––¡Haber humano en tienda de Maeru, por eso mi padre irse!––me gritó, y echo a correr por las calles de tierra. Sentí como el corazón me daba un vuelco y le seguí tan rápido como las agujetas me permitían.
 
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Zurdha
Llegamos a la cabaña del Maeru justo para ver como aquel humano salía de ella. Nos escondimos detrás de un árbol, y cuando el hombre, vestido con una túnica azul se giró, noté como Sayu se ponía en tensión. La miré y vi que tenía los ojos abiertos como platos. Me miró y tragó saliva.
 
––Es mi tio.––dijo únicamente, y vi como sus ojos se llenaban de ira.
 
Sus músculos se pusieron en tensión, y se puso en posición para salir corriendo hacía el. Le puse la mano en el hombro, y negué con la cabeza. Al instante eché a correr yo, bajo el grito de asombro de ella. Al escuchar el sonido de las pisadas el hombre se giró hacía mi. Tenía los ojos casi tan azules como los de Sayu, y el pelo igual de rubio. Cuando me encontraba a apenas tres pasos de él di un salto hacía delante, y en la caída le golpeé con el puño en la cara, con todas mis fuerzas. El tío de Sayu cayó al suelo, y soltó un grito de dolor. Me puse de pie delante de él y le dediqué una sonrisa tan siniestra como las que solía utilizar mi padre con la gente.
 
––Eso por tu ser humano imbécil––le dije. Me giré y eché a correr de nuevo, pero esta vez hacía donde estaba Sayu.
 
La agarré del brazo y nos dirigimos a la plaza, alejándonos de allí. Cuando ya estábamos lejos de la vista y los oídos del Maeru y de aquel hombre nos paramos en seco, nos miramos y nos echamos a reír.
 
––Estas loco, Zurdha––me dijo, y le dediqué una gran sonrisa seguida de una carcajada. Caí al suelo de la risa y ella se sentó a mi lado, agotada por la carrera.
 
––Él no deber ver tu, pero él merecer golpe, así que yo dar por ti.
 
––Si alguna vez necesitas golpear tu a alguien, pídemelo. Lo haré con mucho gusto––Me miró y volvimos a reírnos.
 
Al cabo de unos segundos la adrenalina se nos paso, y volví a sentir el cansancio del entrenamiento. Suspiré y miré al cielo. Aquella noche tenía una cita con Diarthia para ir a ver las estrellas. Sonreí como un tonto. Llevaba todo el día pensando en ella y en el beso que me había dado en la mejilla. Sayu irrumpió en mis pensamientos al levantarse, bostezando, y la miré.
 
––Voy a ir a descansar un rato, si no no aguantaré mañana.
 
Asentí y me incorporé yo también. Me estiré cuan largo era y vi como mi amiga se alejaba hacía la caseta de Lurca. Me puse serio. ¿Estaría bien? El puñetazo que le había dado a su tío había sido divertido, pero eso no implicaba que ella no fuese a sentirse mal por haberle visto. Debía ser un golpe muy duro enterarte de que tu familia te había abandonado en un Bosque a tu suerte cuando sabían que allí existían criaturas pacificas, con las que al parecer si tenían contacto, que podrían haberla aceptado si la hubiesen entrenado un poco en supervivencia. Aunque, claro esta, ella había conseguido aquello sin que nadie mediase a su favor. Suspiré y recorrí el camino que me quedaba hasta la plaza, donde un elfo de mi edad se me acercó. Le había visto alguna vez en clase, pero al igual que todos, nunca me había hablado. Estaba en el grupo de los cocinero novatos.
 
––Serh nis adú, Zurdha (Hola, Zurdha), ¿Laredhi nis bru adú? (¿Que tal estas?)––dijo cuando llegó a mi lado, y le sonreí de forma bastante fozada. ¿Por que de pronto me hablaba?
 
––Laredhi nis bru (estoy bien) ¿ai adú? (¿y tu?)
 
––Laredhi nis bru Dalht (tambien estoy bien). Cliraih Maeru adú (El jefe te busca)––Me dedicó una sonrisa burlona y lo entendí todo. Había venido él solo para cotillear y tener algo nuevo con lo que meterse conmigo. 
 
Me alejé corriendo hacia la cabaña de Sadheri, dejando a aquel chico del que no sabía el nombre con sus cotillas palabras en la boca. Cuando entré me asusté al ver que mi padre también estaba allí.
 
––Zurdha.––dijo el Maeru, y me acerqué más a ellos.––Se que lo hacías por tu amiga––continuó, dándose la vuelta y acariciando un trozo de tela que había sobre una de las mesas.––Pero no debiste haber pegado a aquel hombre.
 
––Él merecer––le reproché, y mi padre me dedicó una mirada comprensiva.
 
––Que alguien se merezca que le golpeen no quiere decir que deba hacerse.
 
––Pero él no deber estar en Bosque.
 
––¿Y tu que sabes?––dijo el Maeru de forma mordaz, y Zarh y yo le miramos, sorprendidos. El jefe del poblado nunca perdía la compostura, nunca respondía mal. Soltó un suspiro.––No vuelvas a hacerlo. Si ves un humano, lo dejas en paz. ¿entendido?
 
Fruncí el ceño y miré a mi padre. Él tampoco parecía comprender de que iba aquello. Acabé por asentir y salí furioso de allí. ¿Por que nuestro jefe defendía a aquellos horribles humanos? ¿Por que les dejaba entrar en el Bosque? Nuestras normas eran muy claras. Si un humano entra, muere, a menos que pase las pruebas de el Bosque y este los acepte. ¿A caso aquellos humanos las habían pasado? Sacudí la cabeza. Era imposible, lo habríamos sabido. El único caso excepcional había sido Sayu. Y de ella ninguno teníamos claro si era de verdad una humana. Su capacidad de adaptarse, su cambio físico desde que había entrado... no encajaba. Simplemente no encajaba en su raza. Aunque tampoco me importaba. Humana, elfo o lo que fuese, era mi amiga.
 
Estuve paseando por el pueblo durante varias horas, atento por si veía a Lurca o a Sayu, pero no me encontré con ninguna de las dos. Cuando cayó la noche me dirigí al río del norte, donde había quedado don Diarthia para ver las estrellas. Me senté en una de las rocas altas del río y esperé. A cada ruido que escuchaba me giraba para ver si era ella, pero nunca lo era. Con la primera hora de espera empecé a sentir miedo por si la había pasado algo explorando. Con la segunda hora, las dudas empezaron a pasar por mi cabeza. A la tercera me levanté y me fui: me había hecho ir allí para reírse de mi después. “¿De verdad pensabas que iba a quedar contigo?” escuché ya sus palabras en mi cabeza, y las risas de sus amigas cuando me acercase a preguntarle por que no había aparecido. Entonces algo me hizo salir de mis pensamientos. 
 
Un aullido. A mi espalda. Me giré a tiempo para poder esquivar al lobo de pelaje rubio que saltaba contra mi. Saqué la espada del cinto y me puse en guardia. El lobo volvió a soltar, y le hice un tajo en una pata de un barrido mientras me apartaba. El animal empezó a gemir, se giró y me enseñó los dientes. Empezamos a andar en círculos, y le miré a los ojos. Me paré en seco. Eran tan azules como los del tío de Sayu, y tenían un brillo de venganza. Me fijé que aquel lobo tenía el labio de abajo roto y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me quedé totalmente paralizado, y cuando volvió a saltar contra mi dio en el blanco. Caí al suelo con el animal encima y noté el mordisco en el hombro y sus zarpazos desgarrando mi peto. Noté como no me soltaba la carne con sus dientes y empezaba a arrastrarme. Sentí el desgarrón en el hombro y la sangre me salpicó la cara. Solté el grito más fuerte de toda mi vida, e intenté zafarme. Cogí la espada con el brazo izquierdo y le rajé el ojo con la espada. El animal aulló de dolor y desapareció en la oscuridad del bosque. Caí de rodillas y me miré la herida: me faltaba toda la piel del hombro y se me veía el hueso. Me eché a llorar y se me nubló la vista por la perdida de sangre. Escuché unas pisadas detrás de mi y me giré. Me puse en pie y me acerqué a un árbol. Lo abracé e Intenté levantar la espada, pero se me resbaló de las manos y no pude evitar desmayarme.
 
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Lurca
––¡Zurdha!––grité cuando llegué hasta él y le vi caer al suelo. Me acerqué corriendo y le cogí en brazos. Le zarandeé un poco––¡Zurdha, despierta!
 
No reaccionaba. Miré su hombro, del que solo quedaba el hueso y tragué saliva. No tenía muy buena pinta. Me levanté con el en brazos, me lo eché al hombro y corrí hasta el manantial de curaciones. Allí ya me estaba esperando el médico. Le tumbamos sobre la hierba y metimos su brazo en el agua. Las gotas empezaron a rodar hacia arriba.
 
––¿Que demonios?––dijo Hrate abriendo los ojos como platos. Cada vez que el agua llegaba a la herida y empezaba a curarla, esta volvía abrirse.––¿Que le ha atacado?
 
––Por el aullido, un lobo.
 
––¿Que...? No. Imposible, esto... esto no puede ser.––se acercó mas al joven elfo y tocó el hueso.––esta caliente. El hueso esta caliente.––Me quedé mirándole sin comprender. ¿Caliente? Los huesos de los elfos no tenían temperatura.––no ha sido un lobo normal.
 
De pronto la piel empezó a cicatrizar alrededor del hueso, dejándolo a la vista, y dejando de sangrar. Me puse pálida y noté como me faltaba el aire. ¿Que era aquello que le había hecho una herida que no permitía a la piel regenerarse? Miré a Hrate.
 
––¡Haz algo! ¡Se le esta curando con el hueso a la vista!
 
––¡No puedo hacer nada!––exclamó, furioso, y golpeó la hierba con los puños.––¡El Bosque no puede hacer nada mas que cicatrizar alrededor del hueso! ¡No es una herida normal, le han herido con magia!
 
Me quedé quieta. ¿Había sido un humano? Sabía donde encontrar la respuesta. Me puse en pie y eché a correr. Encontré a Sayu varios minutos después subida a un árbol cerca de la plaza. Cuando me vio aparecer bajó de un saltó, y me sonrió. Le di un empujón, llena de rabia, y la puse contra el tronco de aquella planta. Abrió los ojos como platos, y me acerqué todo lo que pude, haciendo que nuestras frentes chocasen.
 
––¿Como se cura una herida mágica?
 
––¿Que?––preguntó, perpleja por mi tono agresivo. Se mordió el labio y me miró sin comprender que es lo que estaba pasando.
 
––¡¿Que como se cura una herida mágica?!––le chillé, fuera de mi, y vi como se ponía pálida. Sus ojos brillaban, confusos. Cogí aire e intenté tranquilizarme. Me alejé un poco y me senté en el camino de tierra.
 
––¿Que he hecho?––preguntó, con la voz rota, y negué con la cabeza.
 
––Perdona, Sayu...––la miré y se sentó a mi lado. Tenía los ojos llenos de lágrimas y estaba asustada.––Han herido a Zurdha con magia.
 
––¿Que...?––se quedó inmóvil, y empezó a balbucear cosas.––Es... es mi.. es mi culpa, no debí dejarle.
 
––No es tu culpa, Sayu. Perdón por haberte atacado, es que...
 
––Si lo es––me cortó––Esta mañana resultó que mi tío estaba hablando con el Maeru––continuó––Y Zurdha fue a darle un puñetazo de mi parte. Debí haberle parado.
 
––Sayu. No es tu culpa.––Me acerqué y la abracé. Todo el enfado con ella se me había pasado en un segundo.––¿Pero, sabes como se curan?
 
––No––me contestó, a la vez que negaba con la cabeza––Nunca hay heridas mágicas en la ciudad. Nadie ataca a nadie... la magia no la usan para eso. Va.. va en.. en contra de su naturaleza. Yo.. no se por que lo han hecho.
 
La abracé aun con mas fuerza y le di un beso en la coronilla. Me sentía mal. ¿Por que lo había pagado con ella? Vale, si, era su raza, pero ella no era una maga. No era como ellos, y no tenía la culpa de nada. ¿Zurdha no debió haber golpeado a aquel humano? No, pero, ¿eso les daba permiso a los humanos a herirle de aquella forma? Sin duda estaban comprando todas las papeletas para tener una guerra. Se internaban en el Bosque sin permiso y nos atacaban. ¿Por que parecía que el Bosque les permitía el paso? ¿Era porque no atacaban ellos, si no que embrujaban a animales para que lo hiciesen? Me aparté un poco de Sayu y la cogí la cara con las manos. Me agaché y la besé suavemente.
 
––Encontraremos el modo de devolverle su hombro a la normalidad.––le sonreí––No te sientas culpable, ¿vale?
 
––¿Como le han herido?
 
––Un lobo le arrancó la piel del hombro––Vi su mueca de dolor y suspiré.––la herida se ha cerrado con el hueso fuera. Mañana sabremos si puede moverlo o no aun así.
 
Echamos a andar hacia la cabaña médica, donde ya debía estar descansando Zurdha, y nos pasamos toda la noche sentadas en el suelo, dormitando a ratos, esperando a que alguien nos dijese algo.

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