lunes, 15 de junio de 2015

Capitulo 13: Sospechas


Capitulo 13: Sospechas
Sayu
La nieve, que nos llegaba por las rodillas, nos retrasaba el paso. Zurdha y yo habíamos salido de nuevo, como cada día, con el grupo de novatos, pero esta vez nos habíamos internado en el bosque en grupo, y no por parejas, como era lo normal. La ventisca había comenzado con el amanecer, y cada segundo era mas difícil ver lo que tenías delante. Por eso el jefe del grupo nos había dicho que entrásemos juntos para no perdernos. Y por eso casi nos chocamos con otro grupo. Al principio pensé que eran elfos, pero al ver las túnicas azules que portaban me quede de piedra. Humanos. En el Bosque. Y no tenían pinta de estar perdidos o tener miedo. Noté la tensión en el jefe de grupo, que miro a los humanos casi con asco.
 
––¿Que hacéis aquí?––preguntó Alehic, el jefe, con su potente voz autoritaria. El jefe de los magos, que era fácilmente diferenciable por su túnica morada, carraspeó antes de hablar.
 
Había formulado en alto lo que llevaba todo el rato ocupando mi cabeza. ¿Que hacían aquí? ¿Como era posible que unos humanos se atreviesen a adentrarse con las normas que había en la civilización?
 
––Estamos en una partida de búsqueda.
 
¿Una partida de búsqueda?”, sonó en mi cabeza. ¿Que podían haber perdido en el bosque? Debía ser importante, pues les habían dado permiso para entrar. Vi como Alehic entraba en tensión, y sentí de pronto como el viento lo azotaba todo con mas fuerza. Escuché el crujir de los arboles, y juré ver como las ramas y las raíces empezaban a moverse, y los enormes vegetales cercaban cada vez más a los humanos.
 
––El Bosque no cree que se os haya perdido algo aquí. Iros. Hay normas.
 
––No estamos rompiendo las normas. Se nos ha perdido algo––dijo el mago, con voz agresiva. Casi parecía que iba a lanzarnos algún hechizo. Vi como los otros humanos se ponían en guardia y alzaban sus bastones. Y entonces sucedió.
 
Del suelo surgió una enorme raíz, que moviéndose a toda velocidad rodeó a los magos y los estrechó en un lazo, apretándolos con la suficiente fuerza para que soltasen sus armas, pero sin ahogarlos.
 
––El Bosque os quiere fuera. El Bosque os quiere muertos, sois intrusos. Eso quiere decir que según él estáis incumpliendo las normas, y en el Bosque solo manda el Bosque.
 
La enorme raíz desapareció bajo tierra tan rápido como había aparecido, soltando ferozmente a los humanos contra el suelo, que se levantaron raudos, cogieron sus armas y echaron a correr. Noté como los árboles volvían a su posición, y como la tensión de nuestro jefe desaparecía. Tragué saliva. Sentía como todo mi cuerpo empezaba a entumecerse por el frío al estar quieta. ¿Como es que no parecían haberse sorprendidos de haberse encontrado con los elfos? Era obvio que ya sabían que existían. De pronto el recuerdo del sueño anoche, que al despertarme había desaparecido, volvió con fuerza a mi cabeza. Mi padre nos había llamado elfos, a aquel niño que parecía mi hermano y que yo no recordaba y a mi. Y mi madre lo había regañado. Había hablado de cuentos de hadas. Empezaba a sentirme mareada y confusa. ¿Aquellos sueños que tenía de verdad eran recuerdos? Y, si lo eran, ¿yo tenía un hermano? ¿Como sabía mi padre tanto de el Bosque? Sabía el Ritual de la Luna, sabía de la existencia de elfos. Noté como las piernas me fallaban y todo daba vueltas, y caí al suelo.
 
––¡Sayu!––escuché la voz de Zurdha, muy lejana, y sentí como alguien me sujetaba de los hombros y me zarandeaba.
 
“¿Por que? ¿Por que? ¿Por que mi padre sabía aquello? ¿Por que había otro niño en mis sueños? ¿Por que no recordaba esos años de mi infancia? ¿Por que SI había humanos que iban al bosque?”. Era lo único que escuchaba. El sonido de mis pensamientos tapando todas las voces que me llamaban en el exterior. Sentí como toda mi visión se nublaba.

Abrí los ojos varios minutos después, y me encontré con las caras preocupadas de Zurdha y los otros cuatro elfos. Me ayudaron a incorporarme, pues me encontraba tirada sobre la nieve, me pasaron una cantimplora y me cubrieron con una manta que alguno debía haber ido a buscar al pueblo.
 
––¿Estar bien tu?.––preguntó Zurdha, y le miré a los ojos, que estaban llenos de lágrimas. No pude evitar sonreír. Las miradas de los otros elfos estaban cubiertas de pánico.
 
––¿Que te pasa, Sayu? ¿Te encuentras mal?––sonó la voz de Alehic y le miré a él. Negué con la cabeza.
 
––Estoy bien, es solo que... me ha chocado encontrarme con gente de mi raza––les contesté mientras me ayudaban a levantarme. Me sentía extraña al tenerles tan preocupados. Era reconfortante sentir que a alguien le importabas, y a la vez me sentía débil e inútil por haberme desmayado.
 
Zurdha me dio un abrazo y volví a sonreir. Una semana y para mi ya era como un hermano pequeño. Le aparté con cuidado y miré al jefe.
 
––¿Puedes cazar? Si no te encuentras bien puedes volver, no pasa nada.––negué con la cabeza y él sonrío.––Bien, bueno, aún así, no os alejéis mucho, chicos. No mas de cinco minutos. Cualquier problema, gritad. Y tened cuidado. Es difícil ver con tanta nieve cayendo del cielo.
 
Le devolví la manta, y Zurdha y yo empezamos a andar hacia el norte, como solíamos hacer siempre.
 
––¿Segura que tu estar bien? Yo no querer que tu pasar algo.––Era obvia la preocupación de su voz, y le revolví el pelo rojo como el fuego.
 
––Tranquilo Zurdha. Solo no esperaba.. no esperaba tener que ver a ningún humano nunca jamás en mi vida––dije en tono mordaz, y él se quedó quieto, mirándome.
 
––Sayu... ¿que hacer ellos a tu para tu tenerles tanto odio?––preguntó en un susurro, mirando al suelo, visiblemente avergonzado por tener que preguntar ello.
 
Suspiré y sentí la ira hirviendo en mi interior. Si, eso era lo que sentía. Al principio había sido solo rabia, un sentimiento de injusticia, dolor, impotencia por no poder cambiar la situación, soledad, abandono. Pero con las semanas todo había formado un gran resentimiento. Les odiaba, si. Les odiaba con todas y cada una de las células de mi cuerpo. Les odiaba como odiaban los elfos a los depredadores que intentaban matar a su bosque. En si, sentía por ellos lo mismo que los elfos. Los elfos les odiaban por haber soltado a las bestias. Yo les soltaba por haberme regalado como simple carnaza a las bestias. Me sentía como el Bosque: atacada. Sentía que se habían olvidado de que yo también era un ser vivo, y que era consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor. Era como si jamás les hubiese importado, ni a mis padres. Apreté los puños ante aquellos. Sentía tanto odio como nunca en mi vida. Tanto odio que parecía insano. Si les hubiese tenido delante, probablemente habría enfurecido hasta matarlos a golpes. Aparté la mirada de los ojos dulces de Zurdha. Si él hubiese sido humano probablemente no solo le habrían tratado como a un raro por sus ojos. Lo habrían expulsado a un territorio salvaje y lo habrían abandonado a su suerte nada mas nacer. Nadie merecía eso. Nadie.
 
––Me expulsaron por no tener magia. Bueno, más que expulsarme, me llevaron al bosque, me dijeron que no era humana, no tenia dignidad ni merecía morir, me dieron una cuerda para suicidarme y me abandonaron a mi suerte. Yo no lo entendía, ¿sabes? No entendía nada. ¿Como unos padres pueden abandonar a su.. hija––estuve a punto de decir única, pero ya no estaba segura de que no hubiesen tenido más hijos. Seguramente les habrían hecho lo mismo y por eso yo no les recordaba.––en un Bosque que consideran salvaje?––continué––¿Como pueden renunciar a ella y pasar de sus sentimientos así? Pero después si entendí: les importa mas lo que piensen de su sangre, de su linaje, que la vida de su propia familia. Son egoístas, son.. son... son seres sin sentimientos. No son como el Bosque. El creó a los elfos para proteger su alimento, si, pero también protege a su creación, a sus protectores. Ellos solo defienden su estúpida magia de mierda. Les da igual el resto.––tragué saliva. No iba a llorar. No por ellos, nunca más.––Tenía un amigo. ¿Sabes? Creí que el no se tragaría lo que los humanos dicen cuando nace un no mago y lo descubren: que ha muerto en un terrible accidente. Creí que el saldría a buscarme. Pero a él tampoco le importaba.––me giré para mirar a Zurdha, y sentí el impacto de su cuerpo contra el mio al correr a abrazarme.
 
––Tu no humana, definitivamente, Sayu. Tu buena. Tu importar gente que tu querer––su abrazo me apretaba y casi me dejaba sin respiración––si yo volver a ver a humano, yo golpear fuerte en cara. Yo vencer, yo enseñar que ellos imbéciles.––se apartó de mi. Era la primera vez que no le veía llorar ante algo trágico o injusto. En sus ojos había furia.––Yo enseñar que lo que ellos hacer tu estar mal, que ellos no merecer aprecio de nadie.
 
Sus palabras me reconfortaron, y todo el odio desapareció en un segundo. Zurdha no debía odiar. Zurdha era dulce, era inocente. Protegía a su gente. Él no debía pensar que odiar a alguien era bueno.
 
––Zurdha, tranquilo. Ya es agua pasada, ¿no? Ahora os tengo a ti y a Lurca.
 
Él asintió con la cabeza y la furia desapareció de sus ojos. Al instante sonreía con aquella ternura tan propia de él. Sentía que de verdad era como mi hermano.
 
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Zurdha
No nos había costado demasiado encontrar a un animal que cazar. Las huellas en la nieve eran fáciles de seguir. Dimos alcance al jabalí pocos minutos después de lo que me había contado Sayu, y nos escondimos detrás de unos árboles. Era tan injusto lo que le habían hecho. Iba en contra de la naturaleza de los animales racionales y de los sentimientos. Iba en contra de todo. No sentía ira exactamente. No sentía ganas de matarlos ni de vengarla, ni nada parecido. Si ella decidía vengarse era cosa suya. Pero sentía ganas de enseñarles a los humanos lo que de verdad importaba: la gente que le rodea a uno. Sentía ganas de protegerla si volvían a hacerla daño. A pesar de que me sacaba tres años, quería cuidar de ella como sabía que ella estaba cuidando de mi cuando salíamos de caza.
 
––Pss––irrumpió su voz en mis pensamientos, y la miré. Sonreía. No quería que esa sonrisa desapareciese nunca. Conocerla había sido como conocer a Lurca: ganar una hermana mayor, alguien importante, alguien por quien volverme fuerte y pelear.
 
Hizo un gesto con la mano y la entendí al instante. Quería que le tendiésemos una emboscada al jabalí mientras pastaba. Me dirigí hacía la derecha, en sumo silencio, mientras ella lo rodeaba hacia la izquierda. Levantamos los arcos, una enfrente de otra, con el jabalí comiendo entre las dos. Tenía el pelaje azulado, no muy espeso, y los cuernos de color rojo fuego. Era un poco mas grande que nosotros. Cargamos las flechas, y volaron limpiamente a los dos extremos del cuello del animal. Cayó al suelo con un sonido sordo.
 
––Plan bueno––le dije cuando nos acercamos al cuepo inerte.
Le atamos unas cuerdas a las patas y volvimos al punto donde nos habíamos separado del grupo.
 
––Oye, Sayu––me miró mientras se apoyaba contra un árbol, y la imité. Aun quedaba un rato para que el resto volviese, a menos que cazasen algo grande antes.––¿Que crees que hacer humanos en Bosque?
 
––No se––me contestó, mientras miraba al cielo y se encogía de hombros. La ventisca de nieve era cada vez mas suave, pero la nieve ya casi nos llegaba por la cintura.––dijeron que buscaban algo. A lo mejor era verdad.
 
––De ser así, o Bosque destruir cosa antes que ellos entrar, o Bosque proteger lo que ellos buscar––me encogí de hombros, imitándola, y solté una carcajada.––a lo mejor esllo mas tonto que nosotros pensar y simplemente entrar para ver hasta donde ellos poder llegar.
 
Ella se río y asintió. Abrió la boca para contestar pero empezamos a escuchar voces. Al segundo, Alehic y los otros tres elfos entraron en el claro, arrastrando cada uno a un lobo. El jefe se quedó mirando nuestro jabalí, y sonrió.
 
––Hoy si ha sido una mañana productiva, chicos. Vamos.
Cogimos las cuerdas y arrastramos a los animales hasta el poblado, donde los cocineros se los llevaron para preparar la comida del medio día. Sayu y yo caminamos hasta la caseta de Lurca, y cuando llegamos entramos y nos sentamos en el suelo. Habíamos adoptado la costumbre de ir allí cuando hacía mal tiempo, para esperar a que Lurca llegase.
 
––Oye, Zurdha.––dijo ella, rompiendo el silencio––¿Nunca te has parado a pensar en que somos bastante pocos en el pueblo para la cantidad de comida que cazamos? Me refiero, no creo que lleguemos a los cinco mil, y al menos mil somos guerreros. Si mas o menos cazamos unos quinientos animales medianos y al menos trescientos grandes al día... ¿como es posible que consumamos toda la carne que tienen? No se. No hay ningún elfo con sobrepeso. No creo que nadie coma de mas, y las raciones que nos dan no son muy grandes.
 
Me quedé mirándola. Nunca me lo había planteado, pero tenía razón. No veía a los cocineros tirando la carne sobrante. ¿Por que era tan necesario que todos cazásemos al menos una pieza diaria? Si te pasabas una semana sin cazar, intentaban cambiarte de gremio porque obviamente no valías para ello. Miré al techo.
 
––Hola, chicos––sonó la voz de Lurca a mi espalda. Me tumbé en el suelo y giré la cabeza para dedicarle una sonrisa.––¿Que hacéis?
 
––Hoy nos hemos encontrado con un grupo de humanos.––le contestó Sayu, y ella se sentó a mi izquierda y a su derecha y se quedó en silencio.
 
––¿En serio?––dijo al cabo de un rato, y ambos asentimos.––Nunca había visto humanos dentro del bosque, además de a Sayu..––suspiró––Yo hoy he notado al Bosque... raro. No se. La zona del sur se esta volviendo muy pero que muy peligrosa y siniestra. El Bosque ha empezado a atacar el solo a los jabalíes plateados, nos hemos encontrado a varios muertos por heridas de las raíces y las ramas.
 
Nos quedamos en silencio, mirándonos, otro rato más. Lurca y yo habíamos oído cosas en la aldea, pero no le habíamos comentado nada a Sayu para no asustarla. Desde que había entrado ella, algo había cambiado en el Bosque. Siempre había sido una naturaleza pacifica, que había creado criaturas para defenderse. Pero ahora era una naturaleza guerrera. Era más fácil pedirle que te ayudase en un combate, y había empezado a atacar solo a lo que le molestaba. Le dirigí una mirada intensa a Lurca, rogándole que le diese pistas a la joven humana y ella asintió.
 
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Lurca
Era ya muy de noche cuando desperté a Sayu y la llevé a dar un paseo por el Bosque. La llevé hasta el claro donde habíamos entrenado ya casi dos semanas atrás el ciervo, y nos sentamos cerca de la bóveda de ramas. La luna no era tan roja como el día anterior, pero seguía llena y despuntando brillos granates. Las luciérnagas seguían danzando por el claro, y probablemente no dejarían de hacerlo hasta meses después.
 
––Oye, Sayu––dije tumbándome en el césped y mirándola––yo... lo de ayer.
 
––No tienes que decir nada––me contestó, y se giró para sonreírme. Volvió a alzar la cabeza. Siempre de quedaba embobada mirando las estrellas.
 
––¿Sabes? Los elfos somos muy de leer las estrellas. Al igual que el Bosque tiene vida, el cielo también. Las estrellas cambian de posición para augurara cosas. A veces solo dicen algo tan simple como el tiempo que hará al día siguiente, o en que zona de el Bosque es mejor cazar. Pero a veces las estrellas nos han contado historias.
 
––¿En serio las estrellas pueden hacer eso?––asentí y sonreí. Era increíble que a una humana le interesasen tanto las cosas de la naturaleza. Sayu había empezado a cambiar la forma de pensar del poblado. Empezábamos a ver que no todos los humanos eran malos, crueles y egoístas.––¿Me cuentas alguna historia, Lurca?
 
Se tumbó a mi izquierda en el césped, y giró la cabeza para mirarme. Nuestros ojos volvieron a encontrarse y sentí aquella electricidad estática que vibraba en el ambiente cada vez que estábamos cerca. Sus ojos azules siempre me dejaban sin aliento. Alcé el brazo izquierdo y le acaricié con el reverso de la mano la mejilla. Después miré al cielo y note como ella entrelazaba sus dedos con los mios.
 
––Hace tiempo las estrellas auguraron una guerra. Auguraron que los humanos harían cosas mucho más terribles que soltar bestias en un bosque, que recuperarían una vieja tradición justo al nacer un ser especial, que esclavizarían a nuestra raza y que nos rebelaríamos. Nos contaron que la guerra sería por la libertad del Bosque, y que sería terrible. Nos contaron que se alzarían héroes en ambos bandos, y que ellos decidirían quien vencía y quien moría.
 
Nos quedamos en silencio, y volvimos a mirarnos. Los brillos rojizos de la luna hacían que sus ojos azules pareciesen llamas de fuego. Su piel cada vez parecía mas blanca, más parecida a la de un elfo, y sus labios era de un rojo mas intenso que cuando entró.
 
––Tienes una voz preciosa para contar historias, Lurca.
 
––Y tu unos ojos preciosos para observar mientras te la cuentan.
 
Las luciérnagas empezaron a revolotear por encima de nosotras, y entendí lo que aquel día habían intentado indicarnos al tirar de nuestra ropa para juntarnos. Sentí un hormigueo en mi estomago cuando ella se apoyó sobre su brazo derecho y se acercó a mi. Noté como sus labios se posaban sobre los mios y me abrían la boca, y noté el dulce roce de su lengua contra la mía. Alcé el brazo derecho y hundí mis dedos en su pelo, enredándolo y desenredándolo mientras nuestros alientos, latidos y respiración se volvían solo uno. Sentí el paraíso en el roce de sus labios y en el movimiento de su boca, y me entraron ganas de que aquello no terminase nunca. Noté su mano izquierda sobre la piel de mi cintura, y como acariciaba lentamente mi tripa, en círculos. Cerré los ojos y me quedé sin aire.

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