Capitulo
13: Sospechas
Sayu
La
nieve, que nos llegaba por las rodillas, nos retrasaba el paso.
Zurdha y yo habíamos salido de nuevo, como cada día, con el grupo
de novatos, pero esta vez nos habíamos internado en el bosque en
grupo, y no por parejas, como era lo normal. La ventisca había
comenzado con el amanecer, y cada segundo era mas difícil ver lo que
tenías delante. Por eso el jefe del grupo nos había dicho que
entrásemos juntos para no perdernos. Y por eso casi nos chocamos con
otro grupo. Al principio pensé que eran elfos, pero al ver las
túnicas azules que portaban me quede de piedra. Humanos. En el
Bosque. Y no tenían pinta de estar perdidos o tener miedo. Noté la
tensión en el jefe de grupo, que miro a los humanos casi con asco.
––¿Que
hacéis aquí?––preguntó Alehic, el jefe, con su potente voz
autoritaria. El jefe de los magos, que era fácilmente diferenciable
por su túnica morada, carraspeó antes de hablar.
Había
formulado en alto lo que llevaba todo el rato ocupando mi cabeza.
¿Que hacían aquí? ¿Como era posible que unos humanos se
atreviesen a adentrarse con las normas que había en la civilización?
––Estamos
en una partida de búsqueda.
“¿Una
partida de búsqueda?”, sonó en mi cabeza. ¿Que podían haber
perdido en el bosque? Debía ser importante, pues les habían dado
permiso para entrar. Vi como Alehic entraba en tensión, y sentí de
pronto como el viento lo azotaba todo con mas fuerza. Escuché el
crujir de los arboles, y juré ver como las ramas y las raíces
empezaban a moverse, y los enormes vegetales cercaban cada vez más a
los humanos.
––El
Bosque no cree que se os haya perdido algo aquí. Iros. Hay normas.
––No
estamos rompiendo las normas. Se nos ha perdido algo––dijo el
mago, con voz agresiva. Casi parecía que iba a lanzarnos algún
hechizo. Vi como los otros humanos se ponían en guardia y alzaban
sus bastones. Y entonces sucedió.
Del
suelo surgió una enorme raíz, que moviéndose a toda velocidad
rodeó a los magos y los estrechó en un lazo, apretándolos con la
suficiente fuerza para que soltasen sus armas, pero sin ahogarlos.
––El
Bosque os quiere fuera. El Bosque os quiere muertos, sois intrusos.
Eso quiere decir que según él estáis incumpliendo las normas, y en
el Bosque solo manda el Bosque.
La
enorme raíz desapareció bajo tierra tan rápido como había
aparecido, soltando ferozmente a los humanos contra el suelo, que se
levantaron raudos, cogieron sus armas y echaron a correr. Noté como
los árboles volvían a su posición, y como la tensión de nuestro
jefe desaparecía. Tragué saliva. Sentía como todo mi cuerpo
empezaba a entumecerse por el frío al estar quieta. ¿Como es que no
parecían haberse sorprendidos de haberse encontrado con los elfos?
Era obvio que ya sabían que existían. De pronto el recuerdo del
sueño anoche, que al despertarme había desaparecido, volvió con
fuerza a mi cabeza. Mi padre nos había llamado elfos, a aquel niño
que parecía mi hermano y que yo no recordaba y a mi. Y mi madre lo había regañado. Había hablado de cuentos de hadas. Empezaba a
sentirme mareada y confusa. ¿Aquellos sueños que tenía de verdad
eran recuerdos? Y, si lo eran, ¿yo tenía un hermano? ¿Como sabía
mi padre tanto de el Bosque? Sabía el Ritual de la Luna, sabía de
la existencia de elfos. Noté como las piernas me fallaban y todo
daba vueltas, y caí al suelo.
––¡Sayu!––escuché
la voz de Zurdha, muy lejana, y sentí como alguien me sujetaba de
los hombros y me zarandeaba.
“¿Por
que? ¿Por que? ¿Por que mi padre sabía aquello? ¿Por que
había otro niño en mis sueños? ¿Por que no recordaba esos años
de mi infancia? ¿Por que SI había humanos que iban al bosque?”.
Era lo único que escuchaba. El sonido de mis pensamientos
tapando todas las voces que me llamaban en el exterior. Sentí como
toda mi visión se nublaba.
Abrí
los ojos varios minutos después, y me encontré con las caras
preocupadas de Zurdha y los otros cuatro elfos. Me ayudaron a
incorporarme, pues me encontraba tirada sobre la nieve, me pasaron
una cantimplora y me cubrieron con una manta que alguno debía haber
ido a buscar al pueblo.
––¿Estar
bien tu?.––preguntó Zurdha, y le miré a los ojos, que estaban
llenos de lágrimas. No pude evitar sonreír. Las miradas de los
otros elfos estaban cubiertas de pánico.
––¿Que
te pasa, Sayu? ¿Te encuentras mal?––sonó la voz de Alehic y le
miré a él. Negué con la cabeza.
––Estoy
bien, es solo que... me ha chocado encontrarme con gente de mi
raza––les contesté mientras me ayudaban a levantarme. Me sentía
extraña al tenerles tan preocupados. Era reconfortante sentir que a
alguien le importabas, y a la vez me sentía débil e inútil por
haberme desmayado.
Zurdha
me dio un abrazo y volví a sonreir. Una semana y para mi ya era como
un hermano pequeño. Le aparté con cuidado y miré al jefe.
––¿Puedes
cazar? Si no te encuentras bien puedes volver, no pasa nada.––negué
con la cabeza y él sonrío.––Bien, bueno, aún así, no os
alejéis mucho, chicos. No mas de cinco minutos. Cualquier problema,
gritad. Y tened cuidado. Es difícil ver con tanta nieve cayendo del
cielo.
Le
devolví la manta, y Zurdha y yo empezamos a andar hacia el norte,
como solíamos hacer siempre.
––¿Segura
que tu estar bien? Yo no querer que tu pasar algo.––Era obvia la
preocupación de su voz, y le revolví el pelo rojo como el fuego.
––Tranquilo
Zurdha. Solo no esperaba.. no esperaba tener que ver a ningún humano
nunca jamás en mi vida––dije en tono mordaz, y él se quedó
quieto, mirándome.
––Sayu...
¿que hacer ellos a tu para tu tenerles tanto odio?––preguntó en
un susurro, mirando al suelo, visiblemente avergonzado por tener que
preguntar ello.
Suspiré
y sentí la ira hirviendo en mi interior. Si, eso era lo que sentía.
Al principio había sido solo rabia, un sentimiento de injusticia,
dolor, impotencia por no poder cambiar la situación, soledad,
abandono. Pero con las semanas todo había formado un gran
resentimiento. Les odiaba, si. Les odiaba con todas y cada una de las
células de mi cuerpo. Les odiaba como odiaban los elfos a los
depredadores que intentaban matar a su bosque. En si, sentía por
ellos lo mismo que los elfos. Los elfos les odiaban por haber soltado
a las bestias. Yo les soltaba por haberme regalado como simple
carnaza a las bestias. Me sentía como el Bosque: atacada. Sentía
que se habían olvidado de que yo también era un ser vivo, y que era
consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor. Era como si jamás
les hubiese importado, ni a mis padres. Apreté los puños ante
aquellos. Sentía tanto odio como nunca en mi vida. Tanto odio que
parecía insano. Si les hubiese tenido delante, probablemente habría
enfurecido hasta matarlos a golpes. Aparté la mirada de los ojos
dulces de Zurdha. Si él hubiese sido humano probablemente no solo le
habrían tratado como a un raro por sus ojos. Lo habrían expulsado a
un territorio salvaje y lo habrían abandonado a su suerte nada mas
nacer. Nadie merecía eso. Nadie.
––Me
expulsaron por no tener magia. Bueno, más que expulsarme, me
llevaron al bosque, me dijeron que no era humana, no tenia dignidad
ni merecía morir, me dieron una cuerda para suicidarme y me
abandonaron a mi suerte. Yo no lo entendía, ¿sabes? No entendía
nada. ¿Como unos padres pueden abandonar a su.. hija––estuve a
punto de decir única, pero ya no estaba segura de que no hubiesen
tenido más hijos. Seguramente les habrían hecho lo mismo y por eso
yo no les recordaba.––en un Bosque que consideran
salvaje?––continué––¿Como pueden renunciar a ella y pasar
de sus sentimientos así? Pero después si entendí: les importa mas
lo que piensen de su sangre, de su linaje, que la vida de su propia
familia. Son egoístas, son.. son... son seres sin sentimientos. No
son como el Bosque. El creó a los elfos para proteger su alimento,
si, pero también protege a su creación, a sus protectores. Ellos
solo defienden su estúpida magia de mierda. Les da igual el
resto.––tragué saliva. No iba a llorar. No por ellos, nunca
más.––Tenía un amigo. ¿Sabes? Creí que el no se tragaría lo
que los humanos dicen cuando nace un no mago y lo descubren: que ha
muerto en un terrible accidente. Creí que el saldría a buscarme.
Pero a él tampoco le importaba.––me giré para mirar a Zurdha, y
sentí el impacto de su cuerpo contra el mio al correr a abrazarme.
––Tu
no humana, definitivamente, Sayu. Tu buena. Tu importar gente que tu
querer––su abrazo me apretaba y casi me dejaba sin
respiración––si yo volver a ver a humano, yo golpear fuerte en
cara. Yo vencer, yo enseñar que ellos imbéciles.––se apartó de
mi. Era la primera vez que no le veía llorar ante algo trágico o
injusto. En sus ojos había furia.––Yo enseñar que lo que ellos
hacer tu estar mal, que ellos no merecer aprecio de nadie.
Sus
palabras me reconfortaron, y todo el odio desapareció en un segundo.
Zurdha no debía odiar. Zurdha era dulce, era inocente. Protegía a
su gente. Él no debía pensar que odiar a alguien era bueno.
––Zurdha,
tranquilo. Ya es agua pasada, ¿no? Ahora os tengo a ti y a Lurca.
Él
asintió con la cabeza y la furia desapareció de sus ojos. Al
instante sonreía con aquella ternura tan propia de él. Sentía que
de verdad era como mi hermano.
------------------------
Zurdha
No
nos había costado demasiado encontrar a un animal que cazar. Las
huellas en la nieve eran fáciles de seguir. Dimos alcance al jabalí
pocos minutos después de lo que me había contado Sayu, y nos
escondimos detrás de unos árboles. Era tan injusto lo que le habían
hecho. Iba en contra de la naturaleza de los animales racionales y de
los sentimientos. Iba en contra de todo. No sentía ira exactamente.
No sentía ganas de matarlos ni de vengarla, ni nada parecido. Si
ella decidía vengarse era cosa suya. Pero sentía ganas de
enseñarles a los humanos lo que de verdad importaba: la gente que le
rodea a uno. Sentía ganas de protegerla si volvían a hacerla daño.
A pesar de que me sacaba tres años, quería cuidar de ella como
sabía que ella estaba cuidando de mi cuando salíamos de caza.
––Pss––irrumpió
su voz en mis pensamientos, y la miré. Sonreía. No quería que esa
sonrisa desapareciese nunca. Conocerla había sido como conocer a
Lurca: ganar una hermana mayor, alguien importante, alguien por quien
volverme fuerte y pelear.
Hizo
un gesto con la mano y la entendí al instante. Quería que le
tendiésemos una emboscada al jabalí mientras pastaba. Me dirigí
hacía la derecha, en sumo silencio, mientras ella lo rodeaba hacia
la izquierda. Levantamos los arcos, una enfrente de otra, con el
jabalí comiendo entre las dos. Tenía el pelaje azulado, no muy
espeso, y los cuernos de color rojo fuego. Era un poco mas grande que
nosotros. Cargamos las flechas, y volaron limpiamente a los dos
extremos del cuello del animal. Cayó al suelo con un sonido sordo.
––Plan
bueno––le dije cuando nos acercamos al cuepo inerte.
Le
atamos unas cuerdas a las patas y volvimos al punto donde nos
habíamos separado del grupo.
––Oye,
Sayu––me miró mientras se apoyaba contra un árbol, y la imité.
Aun quedaba un rato para que el resto volviese, a menos que cazasen
algo grande antes.––¿Que crees que hacer humanos en Bosque?
––No
se––me contestó, mientras miraba al cielo y se encogía de
hombros. La ventisca de nieve era cada vez mas suave, pero la nieve
ya casi nos llegaba por la cintura.––dijeron que buscaban algo. A
lo mejor era verdad.
––De
ser así, o Bosque destruir cosa antes que ellos entrar, o Bosque
proteger lo que ellos buscar––me encogí de hombros, imitándola,
y solté una carcajada.––a lo mejor esllo mas tonto que nosotros
pensar y simplemente entrar para ver hasta donde ellos poder llegar.
Ella
se río y asintió. Abrió la boca para contestar pero empezamos a
escuchar voces. Al segundo, Alehic y los otros tres elfos entraron en
el claro, arrastrando cada uno a un lobo. El jefe se quedó mirando
nuestro jabalí, y sonrió.
––Hoy
si ha sido una mañana productiva, chicos. Vamos.
Cogimos
las cuerdas y arrastramos a los animales hasta el poblado, donde los
cocineros se los llevaron para preparar la comida del medio día.
Sayu y yo caminamos hasta la caseta de Lurca, y cuando llegamos
entramos y nos sentamos en el suelo. Habíamos adoptado la costumbre
de ir allí cuando hacía mal tiempo, para esperar a que Lurca
llegase.
––Oye,
Zurdha.––dijo ella, rompiendo el silencio––¿Nunca te has
parado a pensar en que somos bastante pocos en el pueblo para la
cantidad de comida que cazamos? Me refiero, no creo que lleguemos a
los cinco mil, y al menos mil somos guerreros. Si mas o menos cazamos
unos quinientos animales medianos y al menos trescientos grandes al
día... ¿como es posible que consumamos toda la carne que tienen? No
se. No hay ningún elfo con sobrepeso. No creo que nadie coma de mas,
y las raciones que nos dan no son muy grandes.
Me
quedé mirándola. Nunca me lo había planteado, pero tenía razón.
No veía a los cocineros tirando la carne sobrante. ¿Por que era tan
necesario que todos cazásemos al menos una pieza diaria? Si te
pasabas una semana sin cazar, intentaban cambiarte de gremio porque
obviamente no valías para ello. Miré al techo.
––Hola,
chicos––sonó la voz de Lurca a mi espalda. Me tumbé en el suelo
y giré la cabeza para dedicarle una sonrisa.––¿Que hacéis?
––Hoy
nos hemos encontrado con un grupo de humanos.––le contestó Sayu,
y ella se sentó a mi izquierda y a su derecha y se quedó en
silencio.
––¿En
serio?––dijo al cabo de un rato, y ambos asentimos.––Nunca
había visto humanos dentro del bosque, además de a
Sayu..––suspiró––Yo hoy he notado al Bosque... raro. No se.
La zona del sur se esta volviendo muy pero que muy peligrosa y
siniestra. El Bosque ha empezado a atacar el solo a los jabalíes
plateados, nos hemos encontrado a varios muertos por heridas de las
raíces y las ramas.
Nos
quedamos en silencio, mirándonos, otro rato más. Lurca y yo
habíamos oído cosas en la aldea, pero no le habíamos comentado
nada a Sayu para no asustarla. Desde que había entrado ella, algo
había cambiado en el Bosque. Siempre había sido una naturaleza
pacifica, que había creado criaturas para defenderse. Pero ahora era
una naturaleza guerrera. Era más fácil pedirle que te ayudase en un
combate, y había empezado a atacar solo a lo que le molestaba. Le
dirigí una mirada intensa a Lurca, rogándole que le diese pistas a
la joven humana y ella asintió.
------------------------------------
Lurca
Era
ya muy de noche cuando desperté a Sayu y la llevé a dar un paseo
por el Bosque. La llevé hasta el claro donde habíamos entrenado ya
casi dos semanas atrás el ciervo, y nos sentamos cerca de la bóveda
de ramas. La luna no era tan roja como el día anterior, pero seguía
llena y despuntando brillos granates. Las luciérnagas seguían
danzando por el claro, y probablemente no dejarían de hacerlo hasta
meses después.
––Oye,
Sayu––dije tumbándome en el césped y mirándola––yo... lo
de ayer.
––No
tienes que decir nada––me contestó, y se giró para sonreírme.
Volvió a alzar la cabeza. Siempre de quedaba embobada mirando las
estrellas.
––¿Sabes?
Los elfos somos muy de leer las estrellas. Al igual que el Bosque
tiene vida, el cielo también. Las estrellas cambian de posición
para augurara cosas. A veces solo dicen algo tan simple como el
tiempo que hará al día siguiente, o en que zona de el Bosque es
mejor cazar. Pero a veces las estrellas nos han contado historias.
––¿En
serio las estrellas pueden hacer eso?––asentí y sonreí. Era
increíble que a una humana le interesasen tanto las cosas de la
naturaleza. Sayu había empezado a cambiar la forma de pensar del
poblado. Empezábamos a ver que no todos los humanos eran malos,
crueles y egoístas.––¿Me cuentas alguna historia, Lurca?
Se
tumbó a mi izquierda en el césped, y giró la cabeza para mirarme.
Nuestros ojos volvieron a encontrarse y sentí aquella electricidad
estática que vibraba en el ambiente cada vez que estábamos cerca.
Sus ojos azules siempre me dejaban sin aliento. Alcé el brazo
izquierdo y le acaricié con el reverso de la mano la mejilla.
Después miré al cielo y note como ella entrelazaba sus dedos con
los mios.
––Hace
tiempo las estrellas auguraron una guerra. Auguraron que los humanos
harían cosas mucho más terribles que soltar bestias en un bosque,
que recuperarían una vieja tradición justo al nacer un ser
especial, que esclavizarían a nuestra raza y que nos rebelaríamos.
Nos contaron que la guerra sería por la libertad del Bosque, y que
sería terrible. Nos contaron que se alzarían héroes en ambos
bandos, y que ellos decidirían quien vencía y quien moría.
Nos
quedamos en silencio, y volvimos a mirarnos. Los brillos rojizos de
la luna hacían que sus ojos azules pareciesen llamas de fuego. Su
piel cada vez parecía mas blanca, más parecida a la de un elfo, y
sus labios era de un rojo mas intenso que cuando entró.
––Tienes
una voz preciosa para contar historias, Lurca.
––Y
tu unos ojos preciosos para observar mientras te la cuentan.
Las luciérnagas empezaron a revolotear por encima de nosotras, y entendí lo que aquel día habían intentado indicarnos al tirar de nuestra ropa para juntarnos. Sentí
un hormigueo en mi estomago cuando ella se apoyó sobre su brazo
derecho y se acercó a mi. Noté como sus labios se posaban sobre los
mios y me abrían la boca, y noté el dulce roce de su lengua contra
la mía. Alcé el brazo derecho y hundí mis dedos en su pelo,
enredándolo y desenredándolo mientras nuestros alientos, latidos y
respiración se volvían solo uno. Sentí el paraíso en el roce de
sus labios y en el movimiento de su boca, y me entraron ganas de que
aquello no terminase nunca. Noté su mano izquierda sobre la piel de
mi cintura, y como acariciaba lentamente mi tripa, en círculos.
Cerré los ojos y me quedé sin aire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario