sábado, 20 de junio de 2015

Capitulo 18: No se deja a nadie atrás


Capitulo 18: No se deja a nadie atrás
Zurdha
––Ha demostrado más que cualquier elfo que merece ser parte de los nuestros. Entrenando apenas un mes y algo ha pasado las pruebas para guerrero, ¡y ni siquiera tiene nuestras aptitudes físicas!––sonó, potente, la voz de mi padre por encima de todos. A diferencia que de costumbre, llevaba puesto el peto negro que mostraba que tenía el rango de general. Todavía recordaba el abrazo que me había dado al llegar a casa, y la mirada de orgullo en sus ojos al ver a su hijo convertido en capitán.
 
––¡No es de nuestra raza! La entregaremos, es una orden, y punto––dijo Sadheri, furioso y con el rostro visiblemente cansado. Era obvio que no le gustaba nada la idea, pero que opinaba que no le quedaba otra opción.
 
––¡No!––gritó Ashel, uno de los generales más jóvenes––¡Los elfos nunca dejan a nadie atrás, y ella se ha ganado el derecho a pertenecer a nuestra tribu!––Todos asentimos y coreamos su opinión.
 
Era mi primera reunión como capitán de un batallón del ejercito, y al fin me sentía importante. Sadheri ya no podría ocultarnos nada a Lurca, a Sayu y a mi mientras mantuviese aquella posición en la tribu, y ya nadie me faltaría al respeto por el color de mis ojos. Miré a mi alrededor y sonreí. Nos habíamos reunido en una de las cabañas de entrenamiento. En total, además del Maeru, eramos seis generales y doce capitanes. Llevábamos ya dos horas allí, discutiendo el asunto que había traído a los humanos hasta el Bosque: una joven humana llamada Dorian, que no era ni más ni menos que Sayu. Lo habíamos deducido por la descripción física que nos habían dado y, básicamente, porque era la única humana que había entrado en el Bosque antes que ellos.
 
––Si no la entregamos, nos aniquilaran. ¿Que, queréis eso, que nos maten a todos? ¡Yo soy el jefe! ¡La entregaremos––Se puso en pie con furia y nos lanzó una mirada desafiante, pero ninguno estábamos dispuestos a dar nuestro brazo a torcer.
 
––No, no buscamos eso––Esta vez quien hablaba era Nantel, que había sido nombrado capitán el año pasado. Era un elfo de la edad de Sayu, con el pelo morado y los ojos purpuras, y una constante expresión de aburrimiento en el rostro.––Sayu es de los nuestros. Si la quieren, tendrán que pelear. Son las normas. Lo que acepta el Bosque pertenece al Bosque, y los humanos no deben entrar en él ni atacarlo.
 
––Es de los nuestros, y no hay más que hablar..––Volvió a sonar la voz de mi padre desde la otra punta de la habitación.
 
Sadheri volvió a sentarse y se cubrió la cara con las manos. Tenía mas arrugas que hacía apenas un mes. Parecía viejo, muy viejo. Y no llegaba a los cuarenta años. Asintió con la cabeza e hizo un gesto con la mano, dándonos la razón. Nos pusimos en pie y nos dirigimos hacia la puerta. Zarh se acercó a mi y me rodeó los hombros con el brazo derecho.
 
––Ve a hablar con Sayu y Lurca, no te cortes––me dijo al oído, con una sonrisa––Creo que no hay nadie que se merezca más saber esto que ellas dos.
 
Asentí con la cabeza y eché a correr hacía el Bosque, hacia el claro donde estaba la bóveda de la tumba del ciervo que, días atrás, me habían contado que habían enterrado: se había convertido en nuestro lugar favorito, aunque intuía que para ellas dos era un lugar mucho más importante. Llegué al cabo de varios minutos y vi a Lurca recostada contra el tronco de un árbol y a Sayu tumbada a su lado, con la cabeza apoyada sobre las piernas de la elfa. Hacían una pareja preciosa. En cuanto me escucharon acercarme giraron la vista hacia mi y sonrieron.
 
––Hola, capitán––dijo Sayu con un poco de sorna y después soltó una carcajada. Llevaba toda la semana desde que nos habían nombrado miembros del ejercito burlándose de mi por ello. A veces me daban ganas de darle una patada en la tripa. Otras veces de mandarle a hacer alguna misión peligrosa, pero siempre hacía lo mismo: reir con ella.
 
––Tu ser graciosa––le contesté, y me senté enfrente de ellas.
 
––¿Que tal tu primera reunión?––preguntó Lurca con una sonrisa: ella también se sentía orgullosa de mi, y no recordaba ya cuantas veces le había dado las gracias en esos días por haberme instado a presentarme a las pruebas.
 
––Bueno... yo ya saber que hacer en Bosque los humanos––Las dos me miraron con gesto entre serio e impaciente. Señalé con la cabeza a Sayu––Ellos buscar tu.
 
Sayu se incorporó rápidamente, y se puso de rodillas. Miró al suelo, nerviosa, y empezó a agarrar trozos de hierba. Noté como me miraba de reojo y abría y cerraba la boca, sin atreverse a preguntar lo que se le pasaba por la cabeza. Entorné los ojos y carraspeé, para hacerla entender que podía decirlo sin problemas.
 
––...¿y que han decidido?
 
––Sadheri querer entregar tu. Pero eso no ser novedad––dije primero, y después puse mi mayor gesto de orgullo––Pero todos miembros del ejercito negarse. Mi padre defender tu con buenos argumentos y todos de acuerdo rápidamente: tu parte de tribu. Nosotros luchar si ser necesario, tu luchar con nosotros. Tu buen miembro de ejercito.
 
Las dos suspiraron de alivio y se dirigieron una mirada tierna. Era obvio que no solo tenían pánico de que le hiciesen algo a Sayu, tenían más miedo de que las separasen, de no volver a verse. No pude evitar sonreír, y al instante sentí una punzada de dolor en mi pecho. Diarthia. Yo sentía eso por ella, y no había tenido tiempo de descubrir si ella sentía lo mismo por mi. Mis amigas debieron suponer lo que pasaba por mi cabeza, y Lurca me levantó la cara con sus manos, para que las mirase.
 
––La salvaremos. Lo prometimos.––dijo Sayu con ternura, y alzó una mano para acariciarme el pelo. Se notaba en sus ojeras que desde el día que se desmayó apenas había dormido. También, desde ese instante, me miraba de forma distinta.
 
Sayu desde el principio me había tratado como parte de su familia, pero ahora en sus ojos podía ver como sentía por mi ese amor que se siente por un hermano. ¿Habría recordado algo más de su pasado, de aquel chico llamado Josh que parecía su mellizo? Suspiré. Sentía celos de que pudiese resultar que tenía un hermano de verdad. Para mi ella, al igual que Lurca, era una hermana. Con la elfa nunca había tenido que compartir ese puesto. Me daba pánico que si aparecía un verdadero hermano de Sayu ella me diese de lado. Agaché un poco la cabeza. Había tantos sentimientos en mi interior que parecía que iba a estallar: al menos una vez al día me invadía aquella ira lobuno. Sentía miedo de perder todo lo que había conseguido desde que Sayu había aparecido en el Bosque, y tenía pánico de llegar tarde a rescatar a Diarthia. Recordé sus ojos, y su beso en la mejilla, y me sonrojé un poco.
 
––Ya saber, ¿Pero... cuando ir nosotros? ¿Si humanos enfadar y estallar guerra? Ellos matarla, ya no necesitar y.. bueno. No se.
 
––Esta noche––dijo Sayu de pronto tras un momento de silencio. Lurca y yo la miramos.
 
––¿Que?
 
––Vayamos esta noche.––señaló en dirección a la ciudad––nos colaremos sin que nadie nos vea. Apuesto a que la tienen en el palacio, yo vivía allí. Podemos entrar y salir sin que nadie nos vea.
Nos volvimos a quedar en silencio, pensando. Esa misma noche. No era mala idea. Me moría de ganas de saber si ella estaba bien, y de poder estrecharla entre mis brazos. Me puse serio y asentí con la cabeza.
 
––Es una locura––dijo de pronto Lurca––No vamos a tener tiempo para planearlo.
 
––No hay nada que planear. La Ciudad no tiene guardias nocturnos, no se lo esperaran. Será entrar y salir. 
 
––¿Y si si se lo esperan? ¿Y si te atrapan? Ya te están buscando, podrían hacerte daño.
 
Suspiramos. Lurca llevaba algo de razón. Me sentía impaciente, pero si nos precipitábamos iba a ser mucho más peligroso de lo que ya parecía.
 
––¿Han puesto plazo para entregarme?––me preguntó Sayu.
 
––Una semana.
 
––Vale––dijo mientras cerraba los ojos. Al instante volvió a abrirlos y continuó.––A ver que os parece. Mañana dibujo un mapa, por la noche nos reunimos aquí y preparamos todo. Pasado mañana por la noche vamos.
Sonreí. Eso sonaba mejor, mas elaborado. Más eficaz. Lurca y yo asentimos.
 
---------------------------------
 
Lurca
Ya era casi de noche. Me había pasado la tarde con Sayu en el claro, intentando que ella consiguiese dormir, pero cada dos minutos se despertaba sobresaltada por una pesadilla. Entré en la casa de Zurdha, en busca de su padre. Estaba sentado en el suelo, recostado contra la pared, con el hombro sobre el colchón y la cabeza apoyada en su mano. Me senté a su lado y suspiré.
 
––Tu también lo has notado, ¿no?––le pregunté, y él asintió.
 
––Esta sufriendo como no he visto a nadie sufrir en mi vida––soltó un largo suspiro y se incorporó un poco.
 
––No se como ayudarla.
 
––No puedes––me contestó enseguida y se puso en pie. Cogió un cubo lleno de agua de color morado y sirvió un poco en dos vasos. Volvió a su sitio y me ofreció uno.––Nadie puede. Solo podemos cuidar de que nada más la dañe mientras, y esperar a que pase la tormenta en su corazón.
 
––Que poético.––dije y suspiré, él enseguida soltó una carcajada. Miré mi vaso y tomé un sorbo. Tenía un sabor entre dulce y ácido. Licor de Furhüi.
 
––Zurdha también sufre.––Su gesto se tornó sombrío y me miró de reojo. Quería una respuesta a todo aquello por lo que estaba pasando su hijo, aunque, claro esta, lo de el lobo ya lo sabía. Sayu y yo le habíamos prometido al joven elfo que no se lo contaríamos a nadie, pero sabíamos que sus padres debían enterarse: no iban a juzgarlo, pero tenían derecho a protegerle, era su hijo.
 
––Esta enamorado de Diarthia, la chica a la que secuestraron.
 
––Mmm..––Se quedó pensativo y dejó su vaso en el suelo. Se cruzó de hombros y apoyo la cabeza en mi espalda.––¿Iréis a por ella?––Asentí.––Tus padres estarían orgullosos de ti, Lurca. Con diecisiete años ya eres más de lo que cualquier padre podría soñar en su hija.
 
Fruncí el ceño. Mis padres. Sentí de nuevo aquella profunda rabia por los humanos. Había sido su culpa que yo no los hubiese conocido. Hacía apenas quince años del día en el que habían secuestrado a mi padre por culpa de negligencias élficas: mi madre había muerto de pena poco después, y a mi me habían criado Zarh y el resto de generales de la tribu. Me puse en pie de un salto y eché a andar hacia la puerta.
 
––Lurca––sonó la voz de aquel hombre que había sido siempre tan amable conmigo. Me giré para mirarle.––Se negaron a devolvernos su cuerpo... sería raro, pero existe una posibilidad. Si encontráis en la ciudad humana una cárcel, busca. Pero no te hagas esperanzas.––Tragó saliva y noté como las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas––Como mínimo tiene derecho a estar enterrado con mi hermana. Con su esposa.
 
––Si, tío––Y asentí con la cabeza. Se me hacía tan extraño llamarlo así. Desde que había nacido Zurdha había dejado de hacerlo. No habíamos querido inculcarle desde pequeño el odio hacia los humanos: se merecía crecer libre, feliz, inocente. Él no sabía que había tenido una tía, y que yo era su prima.
 
Salí de la cabaña y me quedé mirando al cielo. La historia de mis padres era trágica, eso sin duda. Suspiré. Antiguamente nuestro pueblo era mucho más prospero. El Bosque estaba en auge, era más grande, mas fuerte. Teníamos palacios de madera de todos los colores que se alzaban por encima de las copas de los árboles, rasgando las nubes y desafiando al cielo. Entonces al jefe de la aldea, a Sadheri, no se le llamaba Maeru. Era un rey con todas las de la ley. El rey del reino del Bosque, elegido por el propio Bosque. Y mi padre era el príncipe. Se enamoró de mi madre, una simple cazadora. Nadie lo veía mal, nadie salvo Sadheri. Se lo prohibió tajantemente, hasta tal punto que no podían verse mas que en la espesura del Bosque. Nací escondida. Sadheri jamás se enteró de que tenía una nieta. Por esos encuentros fortuitos, cuando los humanos empezaron a secuestrar elfos para vete tu a saber que, les fue tan fácil cogerle. Tragué saliva y miré al suelo. Me lo había contado Zarh hacía unas noches. Me lo contó para que entendiese que había humanos buenos y humanos malos, elfos buenos y elfos malos. Sadheri era uno de los malos. No le importó que se llevasen a su hijo. Es más, no dejó que nadie fuese a buscar a los desaparecidos. Poco después El Bosque empezó a perder territorio, a morir, y nuestro reino paso a ser un poblado.
 
Anduve un rato sin rumbo fijo por los caminos de tierra. Cuando entré en mi cabaña Sayu estaba dormida. Me tumbé en mi cama y la miré. Esperaba que aquel sueño si le durase mucho, y no tuviese ninguna pesadilla. Cerré los ojos. El Bosque a día de hoy seguía muriendo. Había elegido mal a su rey y por eso moría como moría él tras la desaparición de todo lo que le era querido.. pero había algo más. Desde que Sayu había entrado el Bosque parecía revelarse, latir con fuerza, parecía volver a querer pelear y crecer. Poco a poco, con aquellos pensamientos, me fui quedando dormida.
 
-------------------------
 
Sayu
Fuego, agua, aire, tierra, naturaleza. Todo en uno. Sonaban las voces en mi interior, gritaban, peleaban por salir de mi cabeza. Me la agarré con fuerza y cerré los ojos. Abrí la boca para gritar, pero de pronto no tenía boca, solo tiras de carne pegando mis labios. Intenté ponerme en pie, pero mis piernas estaban atadas con raíces al suelo. Abrí los ojos y él estaba delante.
 
––Fue tu culpa––dijo Josh, y echó una carcajada desde lo más profundo de su alma.
 
––Debiste morir tu––sonó otra voz, mas grave, a mi izquierda. Era mi padre, me miraba con odio––Tu no tenías nuestra magia. Debiste ser tu.
 
––No eres nada––Era mi madre, y se agachaba ante mi y me limpiaba las lágrimas con ternura––No llores porque no eres nada ni nadie. Mírate. Tienes el nombre del hechizo que te salvó cuando tu destino era morir.
 
––Nos vas a matar a todos––sonaron dos voces y miré detrás de mi. Zurdha y Lurca.
 
Mi amigo tenía la cara casi lobuna, y tenía heridas por todo el cuerpo. Lurca tenía los ojos en blanco y un montón de flechas clavadas por su cuerpo. Volví a sentir la necesidad de gritar, de correr, de abrazarla, de salvarla.
 

Abrí los ojos. Me encontraba andando por el pueblo, por los caminos de tierra. Iba a trompicones, y mi cerebro se mantenía en un extraño estado entre el sueño y la vigilia. “¿Que hago?” me pregunté. Seguir tu destino, volver a casa” sonó una voz que no era la mía como respuesta, y me encogí de hombros. No sentía ganas de revelarme. Empezaron a pasar por mi cabeza las imágenes de mi madre abrazándome, de mi madre cantando para que me durmiese. “Ellos no son los malos, vuelve a casa, hija” me decía tras terminar la canción. Sonreí de forma melancólica.

 
Josh y yo corríamos por el camino, otra vez perseguidos por el lobo, pero había algo distinto: era de día, y ninguno de los dos gritábamos. Me paré y me giré. El lobo esta vez tenía el pelaje rojizo. Vi como me sonreía, de forma burlona, y me miraba con aquellos ojos, uno negro y otro amarillo. Me esquivó y se abalanzó sobre Josh.
 
––¡Sálvame!––gritó él, extendiendo la mano hacía mi. Intente alcanzarlo, pero por más que corría él no estaba más cerca––¡¿Por que lo prefieres a él?!
 
Señalaba al lobo, que ya no era un lobo, era Zurdha. Vi como ensartaba a Josh con su espada y caí al suelo, llorando.
 

Volví a abrir los ojos. Esquivé una rama y salté una raíz apenas sin esfuerzo. “Zurdha no haría eso. Fue mi tío” se reveló la voz de mi conciencia, y sentí ganas de retroceder. “No. Zurdha mató a tu hermano.”
 

Nos reíamos, con fuerza. Estábamos Zurdha, Lurca y yo en el lago, sentados y con el agua al cuello. Alguno había dicho algo gracioso y no parábamos de reír.
 
––¡Mirad lo que he encontrado!––sonó por encima de nosotros la voz de Josh.
 
Nos levantamos y corrimos hacia él. Tenía en sus manos a Bola de Pelo, que comía plácidamente unas pequeñas fresas. Nos reímos de nuevo. La elfa se acercó y me besó. Notaba el roce de su cuerpo contra el mio. Me entraron ganas de hacerle el amor.
 

Seguía caminando. Cada vez estaba mas cerca del objetivo de aquella voz extraña que me impulsaba a continuar. No sabía quien era ni adonde me llevaba, pero sabía que ya estaba cerca, ya iba a acabar todo. “¿Quieres eso? ¿Quieres estar con todos juntos? Ven, ven conmigo”.
 

Josh estaba lleno de sangre, tirado en el suelo y corrí hacia él. Respiraba con dificultad y me miraba con lágrimas en los ojos. Alzó la mano y me acarició la mejilla, llenándomela de su sangre.
––Se fuerte, por los dos, siempre, ¿vale? Abre los ojos. ¡Ábrelos de verdad! ¡No te dejes embaucar! ¡Corre! ¡Cooorreee! ¡Ahora!
 

––¡Corre!––gritó de pronto una voz delante de mi, sacándome de aquella ensoñación.
 
Noté un empujón y empecé a caer al suelo. Justo en ese instante una flecha pasó volando por donde segundos antes había estado mi cabeza: se me clavó en el hombro y sentí un dolor atroz. Sacudí la cabeza al chocar contra la hierba y volví a la realidad. Estaba en el Bosque, en el trozo de linde que daba con la ciudad. Delante de mi había una sombra, alguien tan alto como yo, con una capa negra, que se defendía con una espada de nuestros atacantes: cuatro magos de túnicas moradas. Eché la mirada al cinto y vi que no me había llevado la espada.
 
––¡Dorian, corre!––gritó de nuevo aquella voz, y aún con la flecha clavada en el hombro logré ponerme en pie y hacerle caso.
 
No me paré a preguntarme quien era, como sabía mi nombre humano ni por que me estaba ayudando. Simplemente corrí. Noté algo pegajoso en mi mejilla, donde él me había tocado en aquel sueño, y me la rocé con mis dedos: sangre. ¿Sangre?” Me giré y vi que mi salvador me seguía: era mas veloz que yo. Al cabo de unos segundos corríamos juntos. Se giró un instante, alzó la mano y hubo un destello. Alguien gritó. Se paró en seco y le imité. Mi respiración era entrecortada y el corazón me latía con rabia. ¿Que había pasado, que había sido aquello?
 
––Creí que con tu reputación serías más lista––Me miró de arriba abajo––y mas alta. Eres un poco enclenque, ¿no?
 
Fruncí el ceño y le dirigí una mirada de odio. ¿Quien se creía que era? ¿Como que mi reputación.
 
––¿Quien eres?.––le pregunté, y el se quedó pensando.
 
––Puedes llamarme Lobo Calavera.
 
––¿Que tipo de nombre es ese?
 
––Preguntó la niña que se puso el nombre de un hechizo para que los humanos no pudiesen nombrarla nunca mas––su voz se había vuelto algo más grave. Me quedé muy quieta. ¿Como sabía él el verdadero motivo de que me hubiese puesto el nombre de ese hechizo? Di un paso hacía él.––Es un nombre. Ya esta. A ti te vale con que yo tenga un nombre, y a mi me vale con que tu sepas ese.
 
Abrí la boca para replicar pero el posó un dedo sobre mis labios. Se enderezó: en realidad me sacaba un par de centímetros. Se quitó la capucha y sonrió. Tenía el pelo rapado y parecía calvo. Parecía de mi edad. Tenía una cicatriz cubriéndole el ojo izquierdo, que estaba tapado por un pequeño parche. El otro era tan negro como la noche. Llevaba una capa azul oscuro, y por debajo una camisa de tela rota y unos pantalones hechos jirones. De pronto se puso serio, me empujó contra un árbol. Observó la flecha que tenía clavada, la agarró y la arrancó de un tirón. Me esforcé mucho por no gritar. Puso su mano sobre la herida, pronunció unas palabras y la herida se cerro.
 
––Eres un mago.––escupí aquellas palabras con rabia y el sonrió de la forma más siniestra que había visto en mi vida. Mas siniestra que la sonrisa de Zarh enfadado. Tal vez era porque solo tenía un ojo, oscuro, no muy expresivo.
 
––Huye. Vete. Lejos. Llévate a todo el que quieras salvar. El Bosque ya no es lugar para nadie––dijo de pronto.
 
Agaché la cabeza, mirándome a los pies, y cuando volvía a alzarla, aquel chico, Lobo Calavera, había desaparecido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario