viernes, 26 de junio de 2015

Capitulo 23: Hijo perfecto


Capitulo 23: Hijo perfecto
Sayu
Abrí los ojos un rato después de haberme desmayado: el sol empezaba a salir por el horizonte y sonreí. Tenía pinta de que iba a hacer un día bonito, me giré un poco para seguir durmiendo, vi el precipicio y recordé por que estaba allí. Me puse de rodillas, me acerqué al borde y me quedé mirando al lago que había debajo. Lobo Calavera había saltado. Y desde aquella altura nadie podía sobrevivir. Había sido mi culpa, si no me hubiese metido entre Niah y él...
 
––He matado al loco––susurré. ¿Y ahora que íbamos a hacer Zurdha y yo? ¿Podíamos protegernos y escondernos solos?
Me quedé un segundo quieta y noté como me ponía pálida. Me levanté con cuidado y me giré. Al instante choqué con alguien un poco mas alto que yo, y su nariz golpeó con fuerza mi frente. Fruncí el ceño y miré hacía arriba.
 
––¿A quien has matado?––preguntó Calavera, mirándome con una sonrisa, como si lo de hacía un rato no hubiese sucedido. Ni siquiera ya tenía el cuerpo en los huesos, volvía a tener el pelo azul, y su ojo volvía a ser morad. Me eché hacia atrás del susto, sentí como mis pies resbalaban y como mi cuerpo empezaba a caer, pero entonces el me agarró del peto. Mi corazón se desbocó de pánico cuando mire hacia abajo. Me quedé con los pies contra la pared de roca y el cuerpo arqueado hacia abajo, al borde de caer al agua.––Oye, si quieres suicidarte dilo, pero no lo hagas aquí––soltó, como si aquello fuese lo más divertido del mundo. Aferré mis manos contra el brazo que me impedía caer.
 
––¡Eh, tu!––gritó de pronto la furiosa voz de Zurdha, que acababa de salir de la cueva. Vi como corría hacia Lobo––¡Tu no hacer daño a ella!
 
––¡Zurdha, para!––grité con todas mis fuerzas.
 
Lobo Calavera tiró de mi para ayudarme, y me dejó sobre el borde del precipicio mientras se apartaba con las manos en alto y una sonrisa de burla. Me acerqué a mi a amigo y solté un suspiro.
 
––Me estaba saltando, no tirando––le susurré cuando llegue a su lado, y el soltó un suspiro, aliviado.
 
––Saltaste––dije mientras le miraba, confusa. ¿Como había sobrevivido a aquella caída? Era imposible. Él asintió.––¿Por que no estas muerto?
 
Soltó una carcajada y se rascó la cabeza: sus ojos volvían a brillar de locura y me mordí el labio. ¿Por que a veces parecía que si estaba cuerdo y otras no?
 
––No puedo morir.––seguía rascándose la cabeza. Recordaba un poco a un lobo. Se puso de cuclillas y empezó a mirar el suelo, distraído, como si se hubiese vuelto a olvidar de que estábamos allí. Ni siquiera pareció percatarse de que Zurdha y yo volvíamos a mirarle como si estuviese loco.––Bueno...––continuó Lobo Calavera después de un rato en silencio––¿Por que el Bosque os ha traído aquí?
 
––Para proteger a Zurdha––dije sin pensar, y vi como mi amigo se sonrojaba y apretaba los puños. Él no creía que necesitase protección.––Y porque debo aprender a controlar el Bosque, pero no se como..
 
Lobo Calavera reaccionó ante mis palabras, abrió mucho los ojos, se puso en pie y empezó a dar saltos, impaciente.
 
––¡Yo si, yo si se!––gritó, y antes de que pudiese contestarle nada me agarró del brazo y me acercó al precipicio. Me dedicó una gran sonrisa de felicidad––¡Salta!
 
––¿Que?––pregunté, atónita y él asintió con la cabeza––¡No!––le chillé, pero entonces el me empujó.
 
Caí de espaldas y estiré el brazo derecho, intentando aferrar la mano que Zurdha me tendía. Mis dedos rozaron los suyos, pero no conseguí agarrarle. Me giré para intentar caer de cabeza y hacerme menos daño. Nada más ver el agua acercándose a toda velocidad supe que iba a morir. Era totalmente imposible sobrevivir a aquello. Pensé en Lurca. Pensé en su sonrisa, en su voz, en sus labios y en aquella noche mágica. Recordé el día en el que me había salvado. ¿Por que no podía estar con ella ahora? Sentí un profundo odio hacia los humanos, hacia mi raza. Era su culpa. Ni siquiera sabía si Lurca estaba con vida. Cerré los puños y los ojos con fuerza en el instante en el que me sumergí en el agua, esperando un dolor atroz, mayor al que había experimentado cuando había saltado al río para huir de los monos, pero no sentí nada. ¿Habría muerto directamente por el impacto sin sentir dolor? Abrí los ojos: el agua se había vuelto roja. Debía ser por mi sangre. ¿Seguía consciente o era todo una ilusión? Moví un brazo. El agua estaba fría, muy fría. Notaba como el peso de mi ropa mojada tiraba con fuerza hacia el fondo. ¿Estaba viva? Empecé a hacer acopió de todas mis fuerzas y nadé hacia la superficie.

 
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Zurdha
 
––¡Tu deber decir antes de tirar ella al agua, pedazo burro!––grité con todas mis fuerzas mientras bajaba a toda velocidad la ladera de la montaña. Tenía el corazón desbocado.
 
––¡Pero entonces no sería divertido!––escuché su voz detrás de mi, entre carcajadas. ¿Como podía resultare divertido meterle a alguien semejante susto?
 
Llegamos a la linde del Bosque enseguida, derrapé y eché a correr de nuevo por el camino que llevaba al Corazón del Bosque, mientras Lobo Calavera me adelantaba. Era mucho más rápido que yo. Mucho más rápido que cualquier ser vivo que hubiese visto. ¿Sería cierto eso de que no podía morir? Llegamos a la orilla del lago justo cuando Sayu salía del agua, con gesto visiblemente enfadado. En cuanto vio a Lobo Calavera echó a correr hacía él, y me puse en medio para pararla.
 
––¡Espera, no!––grité, agarrándola del brazo. Ella intentó zafarse con todas sus fuerzas, pero estábamos bastante igualados.
 
––¡Ha intentado matarme!––chilló con rabia, y me miró sin comprender––¡Es un milagro que este viva! ¿A caso se lo vas a perdonar?
 
––¡Él no intentar matarte, espera, no le pegues!––le contesté, y ella se paró, mirándome confusa mientras Lobo Calavera se caía al suelo y empezaba a rodar de la risa. La verdad es que daba la impresión de que su intención si había sido esa––Él ser un burro, pero él hacer lo correcto. Yo no saber que ser para esto, pero cuando elfos tener cinco años, padres traer aquí y hacer saltar desde montaña. Si Bosque dejar que tu caer en agua, Bosque dejar que tu controlarlo. Si Bosque atrapar tu con rama y dejar en el suelo, Bosque no querer tu.
 
Me miró con el ceño fruncido, pero mi explicación pareció bastarle. Soltó todo el aire y noté como se relajaba. Se sentó en la hierba y miró al otro chico, que todavía lloraba de la risa mientras intentaba ponerse de pie.
 
––Estas loco––le acusó, pero él no le prestaba atención. Me senté a su lado y me miró––¿Y hay muchos a los que el Bosque no acepta?
 
––Bueno...––suspiré e intenté hacer memoria sobre lo que nos habían contado aquel día.––No. De hecho, en historia de elfos, solo haber uno. Hace casi cuarenta años.
 
––¿Y que fue de él?––preguntó.
 
––Él fugarse a día siguiente––me encogí de hombros––Bosque ofender su orgullo, él decidir solo. Nosotros tratar él como uno más, no ser como humanos que expulsar a humano distinto.
Asintió con la cabeza y se quedó pensativa, yo me encogí de hombros para quitarle importancia. 
 
––Entonces... ¿ya puedo controlar el Bosque?––volvió a preguntar y la miré. Tenía un brillo de melancolía en la mirada: echaba de menos a Lurca. Y la entendía. Yo también lo hacía, y a mi padre y a mi madre.
 
––¡No!––gritó de pronto Lobo Calavera, asustándonos. Se había puesto en pie y se había quedado muy serio––¡No! ¡No! ¡No! ¡No!––volvió a gritar con furia y tragué saliva. Tuve la inmediata sensación de que iba a volverse loco y a matarnos, pero su gesto se suavizo––No es tan fácil.––Sonrió, como si no nos hubiese gritado segundos antes––Tenéis que practicar.
 
––¿Tenemos?––¿Los dos? Yo ya sabía controlar el Bosque. Él se río ante mi incredulidad.
 
––Si, los dos––me contestó, como si me hubiese podido leer la mente. Me quedé quieto y dejé la mente en blanco. No sabía que tipo de “poderes” podía tener un chamán.––El príncipe del Bosque y su general––continuó, con un tono burlón, como si aquellos títulos fuesen motivo de risa. Sayu y yo nos miramos. ¿Por eso mi padre nos había mandado juntos?––Yo os entrenaré.
 
Sayu no pudo contener una carcajada y Lobo Calavera frunció el ceño, visiblemente ofendido.
 
––¿Que vas a poder enseñarnos tu?––De pronto la tierra empezó a temblar y nos quedamos quitos. En cuanto Lobo Calavera dejó de sonreír, el terremoto paró.
 
––A hacer eso.
 
Miré a mi amiga, sorprendido. ¿Había sido una casualidad o de verdad él había hecho aquello? Volvimos a mirarle y asentimos.

 
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Zarh
 
El sonido del acero contra el acero. De los gritos, de la sangre derramada. El sonido de la guerra. Alcé mi arma para cortarle el cuello al humano que había caído frente a mis pies: había logrado tirarlo tras partir su espada. Dejé caer el brazo, pero antes de rozarle todo el Bosque empezó a temblar, y de pronto una raíz atravesó la cabeza del mago. Miré a mi alrededor, algo confuso, y vi como el Bosque atacaba y mataba a todos los humanos. ¿Quien había hecho aquello? ¿Quien tenía control suficiente para pedirle aquel uso de energía al Bosque? Bajé mi arma y vi por el rabillo del ojo el vuelo de una túnica azul. Sentí la cólera en mis entrañas y corrí detrás de aquel humano que se había librado, sabiendo perfectamente quien debía ser. Le di alcance en el claro de entrenamiento. En cuanto sintió mi presencia se giró, entre carcajadas. Tenía los ojos azules inyectados en sangre. Me puse en frente y lancé un tazo contra su pecho. No se molestó en esquivarlo, y la sangre brotó de su cuerpo al césped. Se miró la herida y soltó una carcajada.
 
––¿Ay?––dijo con sorna, y me esforcé por controlar mi ira. Levanté el arma y la puse contra su cuello, obligándole a juntar su espalda con el tronco de un árbol.––¡Oh, dios, no me mates!––suplicó en broma, y volvió a reír.
 
––¿Que le hiciste a mi hijo?––pregunté en un tono amenazador, y el se quedó quieto, confuso. Después volvió a reír.
 
––¿Oh, al lobito pelirrojo?––dijo en tono burlón, y apreté más el filo de mi arma contra su garganta. Un pequeño hilo rojo escarlata se deslizó por su piel morena.––Yo le di una gran oportunidad de ver la vida de otro modo––me contestó y volvió a reir. Me ponía de los nervios. No parecía importarle que podía matarlo enseguida.
 
––¿Por que buscabais a Sayu?––Abrió mucho los ojos y estalló en carcajadas.
 
––¿Así se hace llamar? ¡QUEE MOONAA!––gritó, con todas sus fuerzas. Apreté con fuerza la empuñadura de mi espada y me planteé arrancarle la cabeza sin dejarle contestar.––¡Pues para darle su castigo! Pero, oh... la habéis llevado con el loco ese de los huesos. Con el chiflado de la montaña. Que buena pareja hacen. Tal para cual, loco para loca, herm..––se cortó, y se echó a reír de nuevo. Las lágrimas empezaron a recorrer su rostro––¡Que bien que tu hijo se fuese con ellos! ¡Sera un visto y no visto! ¡Adiós principito! ¡No tendremos ni que buscarlo para matarlo, lo harán ellos dos!
 
¿Sayu matando a Zurdha? Ni en sus mejores sueños. Hice un giro de muñeca y le rajé el cuello de lado a lado, salpicándome el pero con su repugnante sangre. Escupí en el suelo antes de que el cayese sobre la hierba. Alcé el arma para clavarla en su cabeza, pero fue más rápido, dijo algo y desapareció. Bajé de nuevo el arma y me quedé mirando el charco de sangre que había dejado: si no hubiese sido un mago, habría estado condenado, pero no dudaba en que para ellos no iba a ser un problema curarlos. Miré al cielo. Estaba empezando a anochecer. Todos los humanos que hubiesen sobrevivido debían estar retirándose. Me giré y volvía toda prisa al poblado. Segundo día de guerra terminado. Entré en la muralla todo lo rápido que pude, y en cuanto no quedó nadie fuera el Bosque cerró las puertas de ramas. Me dirigí a mi casa, en silencio.
 
––¡Zarh!––escuché de pronto la voz de Lurca, y me giré hacia ella.––¿Adonde fuiste? De pronto echaste a correr. Temí no poder protegerte desde la muralla.
 
––Vi al tío de Sayu––le contesté, y ella abrió los ojos, sorprendida. Yo tampoco me había esperado que aquel hombre fuese a dejarse ver. Lurca abrió y cerró la boca y le dirigí una sonrisa––escapó.––Se mordió el labio. Me siguió dentro de la cabaña y se sentó conmigo en el suelo.––Se ha burlado de mi diciendo que Sayu y Lobo Calavera matarán a Zurdha––le admití, al cabo de un rato en silencio, y se quedó mirándome.
 
––Sayu jamás le haría daño––me contestó rápidamente, y asentí para darle a entender que lo sabía.––Pero en cuanto a Lobo Calavera...

 
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Lurca
 
No podía dormir. Me giré de nuevo hacia el costado izquierdo y solté un suspiro. Llevaba casi dos horas dando vueltas en la cama, no podía de quitarme de la cabeza la guerra. Habíamos perdido ya casi a doscientos elfos. Los humanos debían haber perdido el triple. Me giré y miré al techo. ¿Por que enviaban a tantos magos contra la muralla y los dejaban a nuestra vista? ¿Por que no lanzaban ataques desde más lejos, con su magia? No tenía ningún sentido. Me incorporé un poco y me mordí el labio. Tampoco podía dejar de pensar en Sayu, y en la conversación que había tenia con Zarh un rato antes. “Nadie sabe quien es ni de donde ha salido Lobo Calavera. Simplemente apareció hace casi dos años, una noche de Luna Roja, vive en las montañas y hace lo que le da la gana. Solo hay algo que si sabemos: tiene el mayor control y comunicación con el Bosque que hayamos visto. Es casi como si fuesen hermanos. Por eso mandé a Sayu y a Zurdha con él pero... no me paré a pensar en lo loco que esta, ni en la facilidad que tiene para descuartizar a la gente. Fui idiota”. Si, algo idiota había sido, pero no iba a reprocharselo. Probablemente se habrían encontrado con él en la montaña de todos modos. Me senté en el borde de la cama y me tapé la cara con las manos. ¿Y si los mataba? ¿Y si los humanos les encontraban? Zurdha y ella eran buenos guerreros, pero de ahí a poder con un grupo de magos... Lobo Calavera probablemente no dudaría en abandonarlos si le apetecía estar solo, o si se le pasaba cualquier cosa por la cabeza. Me puse en pie. Podía ir a buscarlos. Suspiré. No, no podía. Si dejaba a Zarh solo con el ejercito ni él ni su hijo me lo perdonarían jamás. Salí al exterior y miré el cielo. Las estrellas lo cubrían todo, pero había algo que no me dejaba estar tranquila. Agudicé el oído y me fije en que era: por primera vez desde que había nacido, los pájaros no cantaban. El Bosque estaba en un perpetuo silencio. Y eso era una mala señal. ¿Adonde habrían huido los animales?
 
Caminé durante un buen rato por los vacíos y silenciosos caminos de tierra, y recordé el día en el que le había enseñado todo a Sayu.
 
––Esperaba encontrarte despierta––sonó una voz a mis espaldas, y me giré: era Diarthia, la amada de Zurdha. No pude evitar sonreír al pensar en como el chico había estallado de alegría cuando ella le dio un beso en la mejilla.

 
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Garhio
 
No sentía sueño. Llevaba todo el día andando y no me sentía cansado. Ni siquiera sentía la tierra bajo mis pies descalzos. ¿Era normal ir descalzo siempre? Me encogí de hombros.
 
––Perdone, estoy buscando a Diarthia––dije, en cuanto me percate de que estaba en un pueblo y vi al primer hombre caminando. Pasó de largo y ni me contestó.––que borde...––susurré.
Seguí andando por los caminos de tierra y miré hacia atrás. ¿Como había sobrepasado sin darme cuenta aquella enorme muralla de ramas?
 
––..por la mañana––escuché una voz enfrente de mi.
 
––Perdona, yo...––empecé, pero de nuevo volvieron a ignorarme los dos hombres que habían pasado a mi lado. Fruncí el ceño. Me giré hacia un tercero que se dirigía hacia mi.
 
Abrí la boca para hablar, pero el hombre no se paró, siguió andando y... y me atravesó. Sentí un vacío y un frío recorrerme en cuanto lo hizo. ¿Por que había pasado eso? ¿Por que no había chocado contra mi? Me giré y eché a correr hacia otra persona. Alce un brazo para intentar tocarle, pero lo atravesé. Sentí como algo se rompía en mi interior, y de golpe sentí el dolor en el pecho, en la herida, y una angustia enorme. Caí al suelo de rodillas. ¿Que estaba pasando? ¿Que sucedía? ¿Por que me atravesaban? ¿Estaba soñando? ¿Por que ni siquiera sabía quien era? ¿Por que tenía un agujero en el pecho?
 
––¡¿Puede alguien verme?!––chillé con todas mis fuerzas, cerrando los ojos. Vi mis lágrimas cayendo sobre la hierba en cuanto los abrí, pero no las sentía en mis mejillas.––¡¿Puede alguien oírme?!
 
No obtuve respuesta. Me puse en pie y empecé a correr, dando mil vueltas, mirando a todas partes. Nada me sonaba, no reconocía absolutamente nada. La cabeza empezó a dolerme. Me sentía confuso. Y la vi. Estaba de pie junto a una cabaña, hablando con otra mujer. Sus ojos eran morados. No sabía de que la conocía, pero sabía que era a ella a quien buscaba. Volví a sentir el dolor en el pecho y la rabia me recorrió. Corrí hacia ella. Intente agarrarla del brazo, tirar, pero la atravesaba.
 
––¡Diarthia vámonos! ¡Tengo que salvarte!.––no dejaba de intentarlo. Cada vez que pasaba a través de su piel me sentía más y más cansado, como si mis energías se agotasen. Me fije en que mi cuerpo era cada vez mas transparente.
 
––Están con Lobo Calavera––dijo la otra mujer.
 
“Lobo Calavera. Búscale, él puede verte” dijo de pronto una voz en mi cabeza. Asentí y eché a correr. Esa vez si fui consciente de que atravesaba la muralla.


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Lobo Calavera
 
Niah me odia. Niah me tiene miedo. Le doy asco” no dejaba de sonar en mi cabeza mi voz, como una melodía sin fin. Y yo no empezaba a sentir nada por más que me lo repitiese. Sonreí de forma amarga. ¿Que sentía una persona cuando le rechazaban, cuando le hacían daño emocional? Me puse en pie y me encogí de hombros mientras salía de la cueva. ¿Que se debía sentir cuando no sabías que debías sentir? Volví a encogerme de hombros. Era como una especie de trabalenguas que se alargaba en mi cabeza una y otra vez, desde que tenía memoria. Una vez había llegado a pensar en la misma frase treinta y siete “que se debía sentir” seguidos, para preguntarme que se debía sentir cuando tu estomago rugía como si tuvieses un hambre atroz y no sabías como sentirte.
 
––¿Que se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir sobre no saber como sentir el hambre?––canturreé en un susurro mientras me internaba en el corazón del Bosque en busca de Niah.
 
A lo mejor si quería verme. A lo mejor no me tenía miedo y la noche anterior solo había echado a correr por cualquier otro motivo. Rodeé el lago y me paré ante la roca de la ninfa reina, que me miró en silencio. Hice una reverencia.
 
––No quiere verte––me respondió a la silenciosa pregunta que se formulaba una y otra vez en mi mente.––Esta dolida por lo que le has ocultado.
 
“¿Que se debe sentir cuando no sabes que sentir sobre no saber que sentir sobre no saber como sentirte dolido por las mentiras?”, sonó en mi cabeza, y sonreí, divertido. Era como jugar a seguir a una mosca con la mirada y no perderte, pero en tu pensamiento y con palabras: costaba no perderle significado a la frase. Me giré y empecé a andar de vuelta, solo que esta vez no tenía un rumbo fijo. ¿Como me habría sentido ante aquellas palabras? ¿Habría llorado? Llorar... ¿habría hecho eso alguna vez en mi vida como humano? Intenté recordar, pero estaba todo en blanco.
 
––Si quieres saber quien eras y como era sentir quédate con Sayu y con Zurdha––me sorprendió la voz de la reina ninfa cuando ya casi había vuelto a rodear el lago por tercera vez: estaba dando vueltas a la orilla sin darme cuenta. 
 
––¿Que has dicho?––dije, volviendo a la cordura, con tono furioso.
 
––Quédate con ellos. Siempre. Serás tu de nuevo.––me contestó, acercándose a mi.
 
De pronto hizo algo que jamás pensé que sería capaz de hacer. Me agarró las manos con la cara y me retuvo. Volví a sentir aquel dolor atroz, y la rabia me recorrió. Vi como la piel se me deshacía e intente zafarme de ella, pero cada vez me apretaba con mas fuerza. La miré con todo el odio del que fui capaz.
 
––¡¡SUELTAME!!––Y le di un empujón con todas mis fuerzas, haciendo que se cayese de la roca––¡¡¿HABÍA UNA FORMA DE VOLVER A SENTIR Y NO ME LO HABÍAIS DICHO?!!––chillé, con todas mis fuerzas, apretando los puños.
 
La ira si sabía bien como sentirla. Ira sin más. Cuando encontraba un rato para mi sentía ira. Cuando me perdía sentía ira. Cuando se burlaban de mi sentía ira. Cuando veía un humano sentía ira. Cuando no sabía que sentir durante mucho rato dejaba de ser divertido y sentía ira. Solo no sentía ira cuando Niah me hablaba, o cuando se colaba en mis pensamientos. Me giré a toda velocidad y eché a correr.
 
––¡No es eso, Lobo Calavera, no sentirás, solo recordarás!––me gritó, pero no la escuché. No tenía ganas de hacerlo.
 
Llegué al borde del continente, arranqué un arbusto de cuajo y lo tiré al mar. Agarré un montón de piedras y ramas secas y las tiré también. Le di patadas al suelo, me tiré contra la hierba y empecé a patalear. Me puse en pie de un salto.
 
––¡ERES UN CAPULLO!––le grité al bosque mientras le daba puñetazos al árbol más cercano y le arrancaba la corteza a arañazos.––¡ERES...UN...CAPULLO!––volví a chillar, pasando esta ves a pegarle patadas a las raíces.
 
Me tiré así horas, hasta que Lobo apareció entre la espesura y se quedó mirándome, en silencio. Empecé a dar vueltas en círculos, rascándome los huesos de los nudillos: ni siquiera me había plateado tirarme al agua para recomponerme la piel.
 
––¡¡TU LO SABÍAS!!––chillé, señalando a mi amigo. Él se quedó muy quieto.––¡¡Y NO ME DIJISTE NADA!!
 
Corrí hacia él y le pegué un empujón. Ni siquiera se inmutó cuando me arrodillé y empecé a pegarle puñetazos en el lomo con todas mis fuerzas. Giró su cabeza hacia mi y me dio un lametazo en el hombro huesudo. La ira desapareció, y volvió a dejar paso a la nada. Le agarré la cara y puse mi frente contra la suya.
 
––No lo sabía––me contestó al fin, mirándome con aquellos ojos rojos que habían sido mi único apoyo durante dos años.
 
––No se que hacer, Lobo.––dije en tono neutral.––¿Como me habría sentido en este caso? ¿como? ¿Solo ira también, sin mas?––Me aferré fuertemente al pelo de su cabeza mientras él se tumbaba. Me moví un poco y apoyé mi cabeza en su tripa. 
 
Notaba su respiración subir y bajar, y cerré los ojos. Ni siquiera soñar era un alivio, porque yo no había soñado nunca, ¿o si? Pensé en cuando era humano. ¿Que aspecto había tenido? ¿Había tenido un nombre, como había dicho Dorian el día anterior? Me quedé dormido.

 
Abrí los ojos. Estaba en una cama, en una sala blanca. Me puse en pie y salí. Un pasillo blanco. Giré a la derecha. Una habitación llena de vitrinas de cristal con animales dentro, sumergidos en un liquido amarillo.
 
––Te has despertado––sonó una voz a mi derecha y le mire. Era un hombre alto, rubio, de ojos azules. Tenía una sonrisa perfecta. Se agachó.––Eres perfecto––dijo, acariciándome la cara. Sus ojos tenían un brillo de locura.––Eres el hijo genéticamente perfecto.
 
Sentí su abrazo y miré por encima de su hombro. Había un espejo. Era un niño rubio, con un ojo azul y el otro negro.

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