martes, 23 de junio de 2015

Capitulo 20: Juego de almas


Capitulo 20: Juego de almas
 
Lobo Calavera
 
Les había seguido desde las copas de los árboles mientras caminaban hacia el pueblo de los elfos. También les había observado cuando habían salido disparados hacia la ciudad. Nunca había visto a nadie tan gilipollas. Atacar a los humanos de aquella forma era simple y llanamente la mejor forma de asegurarte una tumba de raíces. Salté a la copa del árbol que estaba encima del manantial y bajé la mirada. Habían dejado al joven medio muerto y a la chica ciega allí durante la noche, para ver si lograban que se recuperase.
 
––Que imbéciles son, Calavera––sonó la voz de Lobo en mi cabeza, y me gire para mirarle.
 
Estaba subido conmigo a la rama, y al igual que yo, observaba a los elfos. Tenía el pelaje completamente blanco, y los ojos rojos como la sangre. Tenía las fauces abiertas y respiraba con dificultad por el esfuerzo de saltar entre los árboles: le tenía mal acostumbrado a tirarse el día durmiendo.
 
––Lo se, pero me pregunto si lo son de verdad o hay algo que les haya llevado a serlo. Los elfos nunca salen del Bosque.
 
––La semihumana––me contestó, y me miró con gesto de burla.
Le agarré el hocico con las manos y puse mi frente contra la suya, mirándole directamente a los ojos, con el amor y la ternura propios de un hermano.
 
––Se lo advertimos.––Volví a mirar hacia abajo e hice un gesto de desagrado––me largo.
 
––¿No vas a hacer nada por esos dos?
 
––¿Por qué debería?
 
Me senté en la rama, mirando al tronco, pensativo, y coloque las manos en la corteza. Cerré los ojos. “Hazlo por mi” sonó la voz de El Bosque en mi cabeza. Sonreí de forma irónica. “¿Por ti?” Suspiré. Salté al suelo y me acerqué a los cuerpos que se encontraban dormidos sobre el agua. Metí la mano debajo de mi camiseta y saqué el collar de pequeños arcos de hueso que llevaba: ya casi no había sitio para más. Me quedé mirándolo.
 
––Apenas tenemos sitio, no quiero desperdiciarlo con este––dije, mientras le propinaba una suave patada a la pierna del elfo. Me giré para mirar a la chica––Ni para ella. Ocupar hueco por una ceguera no es justo.
 
Los necesito” volvió a pedir aquella voz en mi cabeza. Suspiré de nuevo, me crucé de brazos y me giré. Lobo se puso delante de mi, se colocó a dos patas y se apoyó en mis hombros, para mirarme fijamente.
 
––No seas capullo.
 
––Y tu se mas lobo. Lo que deberías querer es comértelos.
 
Lobo río, y no pude evitar esbozar una sonrisa dolida. ¿Por que siempre se tomaba a broma todo lo que decía? Le rasqué el cuello y sacó la lengua, como si fuese un perro manso y juguetón. Asentí con la cabeza, y volvió a posar sus cuatro patas en el suelo.
 
––Esto les va a traer de cabeza––dije, mientras me agachaba sobre el elfo. Saqué un cuchillo de hueso y le examiné la herida del pecho––puedo coger su alma. No puedo curarlo.
 
Agarré el cuchillo en alto con las dos manos, y lo hundí súbitamente sobre el pecho del muchacho, que abrió los ojos de golpe. Solté la mano derecha del mango y le tapé la boca: noté su mordisco en los dedos y me reí a carcajada limpia. Giré el cuchillo en el interior de su cuerpo, y desgarré por completo su corazón, que se paró al instante. Saqué uno de los arcos de hueso de mi bolsillo, tras retirar el cuchillo, y se lo clavé en la herida, para que se impregnase de sangre.
 
––Alma areha ende ituri saneh.––dije en un susurro.
 
De pronto una sacudida de electricidad recorrió todo mi cuerpo y caí al suelo, convulsionándome de dolor. Me llevé las manos al pecho y sentí como la sangre empezaba a florecer del lugar en el que el elfo tenía la herida, aunque yo no tenía la piel rasgada ni rota. Sentí el sabor de su sangre en mi boca, y con un gran esfuerzo, retiré el arco de hueso de su pecho y lo clavé en la tierra. Sentí como aquel furioso torrente de energía me recorría para acabar juntándose con el alma del Bosque, alimentándolo, haciéndolo crecer. Me quedé allí tirado unos segundos, respirando con dificultad, hasta que conseguí tranquilizarme. Me puse de cuclillas , y con la mano izquierda aun sujetando el arco de hueso clavado en la tierra, me quite el parche del ojo. Cogí de nuevo el cuchillo y lo acerqué a mi cicatriz.
 
––Bosque, yo soy el humilde siervo de tu poder, con mi sangre y el alma de su hermano, por favor, cura sus heridas y protégela.
 
Tras decir aquello, acerqué el cuchillo a mi mejilla, y me hice un corte. Solté el arma, me moje los dedos con mi sangre y acaricié los párpados de la chica. Cerré los ojos y ayudé al Bosque pronunciando un hechizo humano de curación simple. Cuando aparté la mano y abrí los ojos, vi que la elfa había despertado y me miraba con los ojos muy abiertos. 
 
––¿Quien eres?.––preguntó con un hilo de voz. Alzó la mano y me acarició la mejilla.––¿por que sangras?
 
Sentí el miedo recorrer todo mi cuerpo con el roce de sus dedos. La aparté de un manotazo, arranqué el arco de hueso de la tierra y de un salto sobrehumano subí al árbol y eché a correr. No paré hasta una hora después. Me tumbé sobre la puerta de mi cueva y cogí aire. Al instante Lobo apareció a mi lado y se acurrucó debajo de mi brazo derecho. Trague saliva. Me había tocado. Lleve mis dedos a la herida, que ya estaba cerrada casi por completo, y sentí un escalofrío. Se había atrevido a tocarme. Me puse en pie, asustando a Lobo, y empecé a darle patadas a las piedras. Me agaché y me ensañé a darle puñetazos con ambos puños a la tierra, hasta que tenía los nudillos con los huesos a la vista, llenos de sangre. Sentí aquella ira en mi interior y me agarré la cara. Noté como mi piel se deshacía poco a poco. Tambaleándome, me puse en pie, y me acerque al riachuelo más cercano. Me acurruqué en la orilla y miré mi reflejo. La piel de mi cabeza había desaparecido, y solo se veía el blanco y brillante hueso de mi calavera. Trague saliva. Dolía. Al cabo de unos segundos, mi cuerpo no era más que un esqueleto, con los órganos a la vista. Hice un esfuerzo por rodar y me metí en el agua. En cuanto los huesos se mojaron, empecé a sentir como la carne volvía a crecer. Aguanté el intenso dolor con una mueca, y cando terminó me levanté y volví a mirarme. Ahora tenía el pelo largo, con flequillo, enmarañado, de color azul intenso: era casi idéntico al elfo al que le había quitado el alma. Tenía un ojo negro, el otro ahora era morado. Acaricié mi reflejo y el agua se volvió turbia.
 
––Hoy no pareces tan viejo––Dijo Lobo a mi lado.
 
Le acaricié el lomo y le dirigí una pequeña sonrisa. Tenía razón. Tenía el aspecto de lo que era, un joven de quince años que estaba maldito. Un joven de quince años cansado de vivir, pero que no podía morir de ninguna manera porque, además de maldito, había hecho un pacto de servidumbre.
 
-----------------------
 
Garhio
 
El dolor había desaparecido. Intenté mirarme el pecho, pero todo estaba oscuro, no era capaz ni de ver mis propias manos por mucho que sentía que me las acercaba a la cara. ¿Que estaba pasando? Intenté andar, pero no sentía que me moviese. De pronto al fondo apareció na lz cálida que se acercaba a mi.
 
––Bienvenido, Garhio––dijo una voz, y miré a todas partes.
 
––¿Quien anda ahí?
 
––¿Garhio?––escuché de pronto otra voz, y la reconocí al instante.
 
––¡¿Mama?!––grité con todas mis fuerzas, y sentí ganas de llorar.
 
¿Estaba muerto? ¿Que, como, por que? No recordaba nada mas que el dolor en el pecho, y a Diarthia. Quise tragar saliva, pero no tenía cuerpo con el que hacerlo. Había fracasado. La había dejado sola.
 
––¡Garhio!––esta vez era la voz de mi padre.––¡Ayuda a Diarthia!
 
––¡No se como!––¿Por que se escuchaba mi voz si no tenía boca con la que darle forma?––¡¡No se como!!
 
Aquella oscuridad y aquel vacío empezaron a consumirme, y mas recuerdos comenzaron a desaparecer de mi cabeza. En unos segundos, aquello que acababa de suceder había desaparecido, y poco depsués no recordaba ni mi propio nombre.

---------------------------------
 
Sayu
 
Abrí los ojos y sonreí. Había conseguido dormir, no había tenido ninguna pesadilla. Giré la cabeza y vi a Lurca tumbada a mi lado. Me miraba. Sentí como me cogía de la mano y sonreí aun más fuerte. El recuerdo de la noche anterior vino a mi cabeza y no pude evitar sonrojarme.
 
––Buenos días––me dijo con la voz más dulce que había escuchado, y me giré para darle n suave beso. Le ardían las mejillas.
 
––Buenos días––le contesté cuando se separaron nuestros labios.
 
Nos sonreímos de forma tímida y nos incorporamos. Recogimos la ropa del día anterior, que estaba esparcida por el claro, y nos vestimos rápidamente. Miré al cielo. Apenas acababa de amanecer.
 
––¡Sayu!––me sobresaltó de pronto la voz de Zurdha desde la espesura del Bosque. Las dos nos giramos mientras nos atábamos el peto de escamas––¡Sayu, corre! ¡Vosotras venir conmigo!––dijo en cuanto se puso a nuestra vista, haciendo gestos. Tenía una expresión entre aterrada y contenta, y temblé un poco.
 
¿Que podía haber sucedido? Le seguimos a toda velocidad hacia el manantial, y nos quedamos muy quietos cuando vimos lo que él quería que viésemos. Encima de las aguas del manantial se encontraba el cuerpo ya muerto de Garhio, y a su lado esta Diarthia, con los ojos normales, mirándonos. ¿Mirándonos? Si, mirándonos. Sonrió con tristeza al vernos.
 
––¿Que ha pasado?––pregunto Lurca, y Zurdha y Diarthia se encogieron de hombros.
 
Zurdha se sentó al lado de la elfa, y le cogió de la mano. No pude evitar sentirme feliz, y eso me hizo replanteármelo todo. Garhio había muerto y yo solo podía sentirme feliz por aquella noche, y por ver a Zurdha contento.
 
––Había alguien––dijo de pronto Diarthia y todos la miramos.––Tenía el pelo rapado y una cicatriz en el ojo izquierdo y... creo que él...––miró a su hermano y se calló de pronto. Zurdha la abrazó y ella se apoyo en su hombro.
 
Eran tan tiernos. Sacudí un poco la cabeza y pensé en sus palabras. Al escuchar esa descripción una imagen me vino a la cabeza y me mordí el labio. ¿Aquel chico que me había salvado había matado a Garhio? ¿Por que? No tenía ningún sentido. Cogí de la mano a Lurca para que me prestase atención.
 
––Lobo calavera..––le susurré al oído, y ella asintió con la cabeza
 
––Zurdha, vamos a hablar con tu padre. Luego nos vemos––dijo mi compañera, y nos alejamos en dirección al pueblo.
 
No me quitaba de la cabeza la imagen de Lobo Calavera matando a sangre fría y por placer a Garhio. Había algo que no encajaba. 

––¿Por que buscamos a Zarh?––pregunté, curiosa, y ella me dedicó una gran sonrisa.

––Antes de general era explorador. Se conoce todo el bosque.
  
Llegamos a la casa de Zarh y Zurdha al cabo de unos minutos, y encontramos al enorme elfo allí dentro. Nos miró con una sonrisa, pero se le borró al ver nuestra expresión.

––¿Que pasa, chicas?––preguntó, mirándonos alternativamente
 
––¿Conoces a alguien llamado Lobo Calavera?––pregunté, y de pronto se puso tenso y muy serio. Miró a nuestro alrededor y nos indicó que nos acercáramos.
 
––¿Quien os ha dicho ese nombre?
 
––Él.––contesté, y me miró con gesto furioso, como si le estuviese tomando el pelo––me salvó al otra noche en el Bosque...––se le borró el gesto y se quedó impasible––Han matado a Garhio, y Diarthia se ha curado milagrosamente, y le ha descrito a él como al asesino.
 
Zarh se apartó de nosotros y miró por la ventana, pensativo, mientras se rascaba la barbilla. Me miró de reojo y soltó un suspiro.
 
––Id al norte. Él os encontrará.
 
––¿Que?––preguntamos las dos al unísono, y el nos hizo un gesto de desdén para que nos marchásemos: no parecía nada contento con aquella situación.
 
Lurca y yo salimos de la cabaña y nos quedamos mirándonos, sin comprender exactamente a que había venido eso.
 
––¿Vamos con Zurdha?––pregunté. Ella negó con la cabeza y me dio un pequeño empujón cariñoso en el hombro.
 
––Mira que eres tonta. Déjale estar con Diarthia. Se necesitan.
 
Le dediqué una sonrisa avergonzada y asentí con la cabeza. Obedeciendo a lo que Zarh nos había dicho, nos dirigimos hacia el norte, sin rumbo fijo, después de coger un par de espadas y unos arcos. Estuvimos andando en silencio, con cautela, durante horas y horas, sin encontrar absolutamente nada. Cuando cayó la noche, agotada, me paré en seco y suspiré.
 
––Creo que Zarh estaba equivocado––dije, algo enfadada, y Lurca me mandó callar con el dedo.
 
Agucé el oído y escuche como algo andaba por encima de nosotros. Alcé la mirada, sacamos los arcos y empezamos a apuntar hacia aquello que se movía por las copas de los árboles, en tensión, esperando que algo nos atacase.
 
-----------------------
 
Lurca
 
––Soltad las armas––dijo de pronto una voz detrás nuestra, y nos giramos a toda velocidad.
 
De pie, sobre la rama de un árbol, había un joven de pelo azul, el ojo derecho negro y el otro morado. Tenia una cicatriz sobre el ojo izquierdo, y nos miraba con una sonrisa burlona. Se parecía demasiado a Garhio. Miré a Sayu de refilón y ella se encogió de de hombros, en gesto de que se parecía pero no era como recordaba.
 
––¿Y tu quien demonios se supone que eres?––pregunté en alto, frunciendo el ceño. No portaba ningún arma, y aun así se creía con derecho de amenazarnos.
 
––Preciosa, yo soy tu peor pesadilla––dijo con voz grave y una sonrisa diabólica que me puso los pelos de punta. De pronto, un pie le resbaló, y cayó de bruces al suelo.
 
El miedo que había dado segundos antes pasó a convertirse en risa, y no pude evitar soltar una carcajada. Se puso en pie de un salto, y nos miró, turbado. Sacudió la cabeza y volvió a adquirir aquella expresión seria.
 
––Soy Lobo Calavera––dijo al fin, y al fijarse en Sayu se quedó totalmente paralizado.––Tu.
 
––Si que has cambiado de aspecto––le contestó ella, mientras se acercaba hacia mi y sujetaba con la mano derecha la empuñadura de su espada que sobresalía del cinto: no se fiaba de él.
 
––Si, bueno, son cosas que pasan cuando...
 
––Has matado a Garhio––le dije en una voz pasiva pero interrogante, y el encaró una ceja.
 
––¿Quien?––preguntó, y de pronto sus ojos se iluminaron––Ah, el elfo moribundo. No, bueno, si, bueno, no, bueno, no se.––De pronto giró la cabeza hacia su izquierda y le sonrió a la nada.––¿Tu que opinas, Lobo?––asintió con la cabeza y se río solo.
 
Sayu y yo nos miramos, y supe que pensábamos lo mismo: Este tío esta loco. Empezamos a andar lentamente hacia atrás, intentando que no se diese cuenta de que queríamos marcharnos. Alzó una mano y se puso muy serio.
 
––No os mováis––le hicimos caso. Miró hacia arriba y olfateó el aire, como si fuese una especie de animal salvaje.––¡Agachaos!––gritó de pronto, a la vez que daba un salto hacia nosotros.
 
Le obedecimos y de pronto unas bolas de luz atravesaron la espesura y se estrellaron contra los arboles, invadiendo el lugar en el que nos encontrábamos segundos antes. Nos giramos a tiempo para ver como Lobo Calavera se sacaba un cuchillo de debajo de la capa y arremetía contra dos magos que había detrás nuestra. Se me desencajó el rostro al verlo en acción. Sus ojos habían pasado a ser completamente negros, y sus dientes se habían alargado y afilado. Danzaba entre ambos humanos a la velocidad del viento, cortándolos aquí y allá como si fuesen mantequilla. Después de unos segundos, apenas quedaba un montón de carne cortada de aquellos humanos. Trague saliva cuando se giró hacia nosotros.
 
––Perdón. Con los humanos no se controlarme.––se disculpó, mientras su rostro volvía a la normalidad. Busque a tientas la mano de Sayu y se la apreté con fuerza. No sabía si aquello había sido una amenaza contra ella.––Bueno, ¿por donde íbamos? ¡Ah, si, el elfo! No lo mate, ya iba a morir. Lo que hice fue hacer un ritual para entregarle su alma al Bosque.
 
––¿Un...que para que?––preguntó Sayu, levantándose: la imité.
 
––Ahora eso da igual––le corto, volviendo a ponerse serio.––Volved al pueblo. Evacuadlo. Huid, alejaos––sus ojos volvieron a ponerse negros y soltó un gruñido––¡Nos encontraremos en las montañas del norte en tres días! ¡Sacad a todo el que podáis, rápido! ¡La guerra acaba de comenzar!
 
Nos quedamos mirándole sin comprender, y al instante Lobo Calavera desapareció en la espesura.
 
––¿Crees que iba en serio?––me preguntó Sayu, y me encogí de hombros.
 
––Creo que simplemente lleva tanto tiempo solo que esta desquiciado.
 
Empezamos a caminar hacia el pueblo, en silencio. No salían de mi cabeza sus palabras. ¿La guerra? ¿A que se refería? Me mordí el labio. ¿La guerra con los humanos? Y entonces recordé las palabras de Sayu un mes antes de ir a buscar a Diarthia. Eso era lo que buscaban. Que fuésemos para tener una escusa para atacarnos. Tiré del brazo de Sayu para que se parase, y entonces escuchamos los gritos y el sonido del metal contra el metal. Sayu se puso aun más blanca de lo que era. El sonido era aterrador. Se mezclaban los golpes de las espadas con los gritos de la gente y los llantos de los niños. Nos miramos, con los ojos muy abiertos.
 
––¡Zurdha!––chilló ella
 
––¡Hay que sacarles de allí, grité!
 
Y echamos a correr en busca de nuestra gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario