martes, 16 de junio de 2015

Capitulo 14: Guerreros


Capitulo 14: Guerreros

Sayu

––Sayu––escuché la voz de Zarh irrumpiendo en mis sueños. Al segundo sentí como me zarandeaban y abrí los ojos.––Vamos, ven, Sayu.
 

Me quedé mirando al elfo, al que llevaba desde que había empezado a cazar sin ver y bostecé. Todavía no había amanecido. ¿Por que había ido a buscarme? Me levanté, me puse la cota de malla y el peto esmeralda y le seguí al exterior. El cielo seguía poblado de estrellas, y no había ni una sola señal de que el sol fuese a salir pronto.
 

––Zarh..––susurré mientras me rascaba los ojos.––¿Que estamos haciendo tan pronto? Ni siquiera he desayunado.
 

––Shh––dijo, mientras me hacía un gesto con la mano para que me callase.
 

Seguimos andando sin decir nada, hasta el claro de entrenamiento. Por primera vez en el tiempo que llevaba allí, no había nadie entrenando. Escuché el canto de los pájaros, y me entraron unas ganas terribles de volver a dormir: había estado soñando con Lurca. El beso de la noche anterior había sido lo más mágico que me había pasado. No pude evitar sonreír al recordarlo, y las mariposas volvieron a revolotear por mi estomago.
 

––Toma––dijo Zarh, lanzándome una espada y sacándome de mis pensamientos.
 

––¿Que? ¿Vamos a entrenar ahora?
 

––A partir de hoy, si. Y no vas a salir a cazar.––sacó el su propia espada del cinto y se puso en guardia. Le imité––a partir de ahora vas a tener un nuevo horario de entrenamiento. No queremos que te encasten como a una cazadora. Hemos pensado que te vendría mejor el rol de guerrera.
 

Nada más terminar de decir eso, y sin previo aviso, me lanzó una estocada por la derecha, y tuve ue dar un salto hacia atrás para pararlo.
 

––¿Y en que consiste ese nuevo horario?––le pregunté, mientras paraba otra estocada por la izquierda, que casi me hizo perder el equilibrio.
 

––Pelear hasta que no puedas mas.
 

Abrí mucho los ojos y di un salto para evitar un barrido a la altura de los pies, y paré el golpe que me lanzó al cuerpo. Chocamos las espadas e hice fuerza para apartarlo de mi. Dio un salto para retroceder y volvimos a ponernos en guardia. Empezamos a andar en círculos, haciendo amagos de golpear. Dio un giro veloz de 360 grados hacia la izquierda, y me golpeó en el costado. Perdí el equilibrio y caí al suelo.
 

––En pie. Repetimos.
 

Le obedecí y me levanté de un salto. Al instante nuestras espadas volvieron a chocar, por encima de mi cabeza, y tuve que agacharme y correr para no recibir el impacto. Me giré a tiempo para parar una estocada en el estomago, y esquive un barrido contra mi cuello. Eché el brazo derecho, que sujetaba la espada hacia atrás y golpeé con todas mis fuerzas: no tuvo ningún problema en esquivarlo.
 



––Me rindo––dije, sobre la hora de la comida, cayendo de bruces al suelo y sintiendo el filo de su espada en mi garganta.

Tenía todo el cuerpo dolorido, y ya apenas era capaz de sujetar el arma con las dos manos. Aquel cambio de rutina iba a ser matador. Zarh se guardó la espada al cinto y me tendió la mano. Me ayudó a levantarme y me puso una mano en el hombro.
 

––Debes mejorar. Mañana practicaremos los movimientos básicos.––Suspiré y le miré a los ojos, en señal de fastidio.––¿algún problema?
 

––Pues si, prefiero ir a cazar con tu hijo, la verdad
 

––No te dejes llevar por la pereza––Me agarró del brazo y puso la mano derecha sobre mi bíceps––eres débil, no tienes fuerza. Pero tienes potencial.––me dio un empujó y caí sentada al suelo.––Nunca te conformes. Busca siempre dar lo máximo de ti. Si no aquí no pintas nada, nal.
 

Abrí la boca para responderle de forma mordaz, pero me lanzó una de sus miradas siniestras y me callé. Era mas borde de lo que recordaba. Le vi alejarse hacia la zona de tiro con arco. Me puse en pie y me dirigí hacia la cantina, donde comí sola. No sabía donde podían estar Zurdha, y menos aun Lurca. Me moría por hablar con ella. Después del beso no habíamos dicho nada, habíamos ido a dormir en silencio. Salí a los caminos después de llenarme el estomago con un buen estofado de carne de jabalí, y me puse a dar vueltas. Iba a perder toda esperanza de encontrarme con alguno de mis amigos cuando una voz me llamo.
 

––¡Sayu!––Me giré con el corazón latiendo a mil, esperando ver a Lurca, pero era Zurdha el que se acercaba hacía mi. Me cogió de las manos en cuanto pudo y empezó a tirar de mi.––¡Mira, ven, corre!
 

Me soltó al ver que no podía conmigo, y echó a correr. Le seguí. Estaba más efusivo de lo que era normal en él. Mantuvimos aquella carrera, a toda velocidad, hasta que llegamos al manantial de curaciones, donde paramos en seco. Sonreí al ver lo que mi joven amigo quería enseñarme. Un grupo de pequeño consejos jugaban y saltaban por la hierba: no eran más que recién nacidos. Nos agachamos y cogimos cada uno uno.
 

––¡Ser preciosos!––dijo entusiasmado mientras le rascaba la barriga al suyo.
 

––¿Sabes?––dije tras un rato de silencio––cuando entré en el Bosque, mi única compañía fue un conejo como estos. Él me ayudaba a encontrar bayas.
 

––¿Y como era?
 

––Era marrón, y tenía mechones verdes. Era muy bonito.
 

––Vaya––me contestó, y alzó la mirada al cielo. Tenía aquel brillo de felicidad en los ojos, propio de cuando aún eres un niño––Ser gracioso. Yo jurar que Lurca tener igual uno, mismo color. Buen día, conejo desaparecer. Lurca no nombrar desaparición nadie, pero yo notar porque yo ir a cabaña suya. Ella no parecer triste por marcha de animal. Ella parecer feliz.
 

Fruncí el ceño y me quedé mirando a la hierba. ¿Que Lurca había tenido un animal igual, y de pronto había desaparecido? Que casualidad. Tragué saliva y negué con la cabeza. Ere eso. Una casualidad. No debía sacar conclusiones.
 

––No me lo había dicho nunca.
 

––Ya. Lurca no soler hablar de él––sonrió.––Y, ya que nosotros hablar de ella. ¿Que tal anoche?––me hincó un codo en las costillas y me sonrió de forma picara. Me aparté un poco y me sonrojé. ¿Como lo sabía Zurdha? ¿Tanto se notaba, o es que ella se lo había contado?––Jaja. ¡Mi saber que pasar algo! ¡Mi notar Lurca y Sayu felices!
 

No pude evitar sonrojarme más, y le di una colleja suave para que se callase. El se rascó la cabeza y me miró, con gesto ofendido.
 

––No.. no es de tu incumbencia.


––¿No? Mi ser amigo. Mi querer saber. ¿Haber beso?––preguntó. Su sonrisa picara era cada vez mas grande, y le empujé y empecé a hacerle cosquillas.
 

––¿Y tu, que, a ti no te gusta nadie?––se apartó de mi y agachó la cabeza. Parecía algo turbado.
 

––Si... pero mi vergüenza.––suspiró, se encogió de rodillas y escondió la cabeza: ya había notado que era una reacción muy común en él.
 

––¿Por que te da vergüenza?
 

––¡Por que mi gustar ella! ¡Mi no necesitar justificación! ¡Ser simple!––gritó. Parecía algo molesto, y le pase el brazo izquierdo por encima de los hombros y le di un pequeño abrazo.
 

––Pues debes tragarte la vergüenza y hablarle––me puse en pie y tiré de él––venga, vamos a buscarla.
 

--------------------------------
 

Zurdha

Sayu me llevó casi a rastras hasta la plaza del pueblo, mientras yo le suplicaba y le pedía que no quería hacer aquello. Me daba miedo. Quería hablarla pero me daba mucho miedo. ¿Y si le parecía un inútil, o un tonto? ¿Y si le caía mal? Prefería tener su sonrisa cuando me veía que quedarme sin nada. Su sonrisa bastaba. Era preciosa. Llegamos al centro de la plaza y empecé a mirar alrededor. Me quedé paralizado cuando la vi.
 

––¿Es esa?––preguntó Sayu, mirándola, y sonrió––¿Como se llama?
 

––Diarthia. Nombre precioso––susurré, embobado mirándola. Sus ojos morados se posaron en mi y me sonrió y empezaron a sudarme las manos y a temblarme las piernas de los nervios.––Sayu, nosotros irnos. Venga, por favor.
 

––No, no. ¡Eh, Diarthia!––gritó, y ella se acercó. Sayu le dedicó una sonrisa.––Hola, soy Sayu, una amiga de Zurdha
 

––Si, se quien eres––le dedicó una sonrisa, y al instante sus ojos volvieron a posarse en mi. Brillaban de una forma preciosa con la luz del sol
 

––Zurdha se preguntaba si querrías ir a dar un paseo con él––Me puso una mano en el hombro y se acercó al oído de Diarthia.––Es un buen chico.
 

Ella se sonrojó y asintió con la cabeza, en señal de que aceptaba mi propuesta. Antes de que me diese cuenta, Sayu se había marchado. Nos quedamos mirándonos en silencio. Abrí la boca un par de veces, pero no me salían las palabras. Ella bajó un poco la cabeza, se apoyó sobre su pie derecho, echó sus manos a la espalda y empezó a zarandearse lentamente. Parecía que ella también estaba nerviosa. ¿Eso que quería decir? Tal vez le inquietaban lo raros que eran mis ojos. Los cerré y suspire.
 

––¿Qui..quieres ver el manantial?––dije, esforzándome porque mi idioma de los humanos sonase perfecto.––Yo ver... bueno. Hay conejos. Nacer hace poco y..
 

Ella se rió, me cogió de la mano y echó a andar hacía donde yo había dicho. Noté como primero mi corazón se paraba, y luego como se aceleraba a toda velocidad. Sentí como mis mejillas empezaban a arder y tragué saliva. Me estaba cogiendo de la mano. De forma voluntaria. Y no había dudado en aceptar ir a donde yo había dicho. Se me hizo un nudo en el estomago, y cuando logré reaccionar ya nos estábamos sentando en el césped, mientras los pequeños conejos correteaban a nuestro alrededor.
 

––¡Que bonitos!––exclamo, mientras cogía en sus manos a dos y un tercero empezaba a escalar por su brazo––¡Son súper suaves!


Sonreí, y con gran torpeza necesité tres intentos para coger yo a uno. Empecé a acariciarle la cabeza, y el animal me mordisqueó suavemente un dedo, en señal de agradecimiento. Me metí la mano en el bolsillo y saqué un puñado de bayas bajo la atenta mirada de Diarthia. Empecé a dar de comer con cuidado a los recién nacidos, y sentí como ella apoyaba su cabeza en mi hombro. Estiré mi espalda y abrí mucho los ojos.
 

––Jo, Zurdha. Para ser cazador eres un tierno. No sabía que te gustasen los animales.––me susurró al oído, y me giré para mirarla. Debió notar el temblor de mi cuerpo, porque soltó una pequeña carcajada. Miró el cielo y suspiró––Oye, me has pillado en mal momento. Le prometí a mi madre que la ayudaría a tejer, se nos están rompiendo las mantas. ¿Mañana quedamos para ir a ver las estrellas al río del norte?

La miré, e incapaz de decir ni una palabra, asentí con la cabeza. Le brillaron los ojos ante la idea y se levantó de un salto. Escuché sus pasos alejarse detrás de mi, pero de pronto se pararon. Sentí su beso en la mejilla, y luego echó a correr hacia el pueblo. Me quedé allí sentado. Acaricié la mejilla derecha con los dedos, justo donde me habían rozado sus labios, y me tumbé en la hierba. Era la primera vez que hablábamos. Y me había dado un beso. Me sonrojé y sonreí como un tonto. Me había dado un beso. A mi. Al raro. Al de los ojos extraños. De pronto sentí euforia, y me entraron ganas de gritar. Me puse en pie y empecé a dar saltos de alegría.
 

––Vaya, eso es felicidad y lo demás son tonterías.––Me paré en seco y me giré. Era Lurca. Suspiré aliviado y corrí hacia ella para darla un abrazo––Si, esto es felicidad.
 

Me separé de ella y le dediqué una sonrisa. Como siempre, Lurca llevaba el pelo peinado en una trenza, por encima del hombro derecho. Pero había algo distinto: el brillo de felicidad de sus ojos.
 

––Creo que Sayu buscar tu
 

––Ya... si––suspiró y se sentó en el suelo. Le rasco las orejas a uno de los conejos y me senté a su lado.––He estado hablando con tu padre. Vamos a intentar que Sayu pase las pruebas para guerrero el mes que viene.
 

––¿Que?––dije, y la miré perplejo––¿Pasar pruebas entrenando un mes solo? No posible para humana.––Empecé a jugar con un trozo de césped. Si ya hubieses sido difícil pasarlas para un elfo, para Sayu... suspiré.
 

––Lo se. Pero como cazadora Sayu no sera aceptada hasta dentro de tres años mínimo. La forma más sencilla es esa.––suspiró. Parecía verdaderamente preocupada. ¿Por que había tanta prisa en que los demás la aceptasen?
 

––Pero... no... no pasarla ella. No así. Ser muy difícil..
 

––Tu padre le va a dar entrenamiento intensivo––me cortó y asentí levemente. Luego negué.
 

––Aun así..
 

––Zurdha––dijo, y me miró de reojo.––¿Has pensado en hacerlas tu?
 

Me levanté y me alejé un poco, nervioso. Sabía que aquella pregunta llegaría en algún momento. ¿Por que el hijo de uno de los mejores guerreros se había alistado con los cazadores? Era la pregunta que seguramente se hacía todo el mundo sobre mi. Apoyé la mano derecha sobre el tronco de un árbol y empecé a rascar un poco de la corteza de forma inconsciente. Yo no valía para pelear. Me había costado echar la solicitud para los cazadores por el pánico que me entraba cada vez que escuchaba el simple aullido de un lobo en la noche. Lo había hecho por mi padre, pero sabía que aún así el se había quedado un poco decepcionado. Me giré para mirar a Lurca.
 

––Yo no valer para eso––Me encogí de hombros y miré al agua. Un sapo estaba entretenido intentando cazar una mosca en un nenúfar.
 

––Vamos, Zurdha. No te infravalores. Ya cazas con naturalidad. Tal vez... tal vez solo tengas miedo de hacerlo mal y..

––No. Yo no valer. Tribu reír de mi si yo presentar a pruebas y no pasar.
 

––Las pasarías. Si te entrenas con Sayu y tu padre si. Con ellos estas a gusto. Solo tienes que controlar tu nerviosismo. De verdad, Zurdha.
 

La miré a los ojos. De verdad creía en mi. Hacía eso que yo era incapaz de hacer: confiar. Confiar en que era fuerte y todo saldría bien. Miré al suelo. Si ellos supiesen lo que había visto... tragué saliva. ¿Y si lo conseguía? Me acerqué a ella y la miré a los ojos. Ya se reían de mi de todos modos. 
 

––Vale...––suspiré. Lo haré.



---------------------------------
 

Lurca

Me tumbe en la hierba del claro y me quedé mirando al cielo. No la había visto durante todo el día, y era mejor así, de momento. Necesitaba concentrarse en entrenar. Tal vez debía decirle que tenía que concentrarse en entrenar. De nada servía lo que sentíamos si no la aceptaban. Bueno, si serviría para algo: que todos creyesen que la había traído solo porque sentía algo por ella. Me incorporé y miré la bóveda en la que ya no debía quedar ningún rastro de aquel animal pacifico que ella había matado por error.
 

––¿Seguro de que no hay nadie?––escuché a mi izquierda, aún dentro del bosque, una voz que no me sonaba de nada.
 

Me puse en pie rápidamente, salí del claro y me subí a un árbol no muy lejano, desde el que podía observar lo que sucedía. De pronto en el claro aparecieron dos hombres vestidos con túnicas, una morada y la otra verde, y apreté los puños. El de morado no parecía tener más de catorce años. Tuve que contenerme mucho para no saltar sobre aquellos dos humanos. ¿Que demonios hacían ahí? ¿Y por qué el Bosque no los atacaba o daba la señal de alarma en el pueblo?
 

––Si, estoy seguro, Ighil––dijo el hombre de morado, y sacó algo de debajo de su túnica––el retrato que hicieron los exploradores es bastante exacto. Es quien buscamos.
 

El hombre de verde agarró el papel que este le ofrecía, y llevado por la ira lo hizo pedazos y lo tiró al suelo. Se acercó a un árbol y estiro los brazos contra el, apoyando su cabeza en la corteza. Tenía bastante arrugas de cansancio en el rostro, y parecía muy molesto por algo.
 

––Debí encargarme de ella, como hice con el otro, cuando aún estaba a tiempo.––Su voz era potente y autoritaria, y no pude evitar tener un escalofrío. 
 

El hombre de verde anduvo hasta el claro y miró al cielo. Me quedé de piedra. Tenía la piel de la cara muy blanca. Tan blanca como la de un elfo. Pero la de los brazos era morena. Era una mezcla extraña, como si los puntos en los que la luna le rozase saliese a relucir su verdadera naturaleza. Me mordí el labio y me quedé mirándolos con ira.
 

––No te culpes. Ninguno supimos verlo. Lo ocultó todo muy bien. Sin duda sabe manipular a la gente––soltó una risa cargada de ira y miró hacia donde yo estaba. De no ser porque estaba bien escondida, me habría visto.
 

––Lo se, Mir. Pero debimos sospecharlo con los antecedentes. Mandaré a alguien que la conozca mañana. Tardará unos días en llegar hasta el poblado de elfos, pero descubriremos la verdad.––Le dio una patada a los trozos de papel y empezó a caminar hacia el lugar por el que habían venido––vámonos antes de que llamemos la atención de alguien.
 

Esperé diez minutos para bajar de mi escondite, y en cuanto lo hice eché a correr hacia el pueblo. ¿Quienes eran esos dos humanos? ¿Que demonios hacían allí, y que era eso que estaban buscando y de lo que habían podido hacer un retrato? Alcancé la cabaña del Maeru pocos minutos después, y entré como un relámpago.
 

––¿Quien dem..?––dijo Saderhi en cuanto me escuchó entrar, y se giró a toda velocidad. Al verme se relajó––Lurca. ¿Que pasa?
 

––He visto dos humanos en el bosque. Hablaban de que iban a enviar a alguien, de que buscaban algo, no se que de creen que hacen pero el caso es que..
 

––Lurca––me interrumpió. Se acercó y me puso las manos sobre los hombros.––Más despacio. No te entiendo.
 

––Perdón––me disculpé, y respiré tranquilamente. Me sentía muy nerviosa.––He visto dos humanos, en el lugar en el que enterramos al ciervo Sayu y yo. Estaban buscando algo, tenían un dibujo con un retrato que no pude ver.
 

––¿Dijeron algo más?
 

––Que enviarían aquí a alguien.
 

––Bien––dijo el Maeru pensativo, y después me dedicó una sonrisa––No te preocupes, Lurca. Ya me encargo yo. Ve a dormir.
 

Me quedé mirándole unos segundos, pero no tenía ganas de reprocharle nada. Salí de la cabaña y empecé a andar hacia la mía, donde Sayu ya debía estar durmiendo. ¿Como era que al jefe de nuestro pueblo no le parecía raro ni molesto que dos humanos anduviesen por el Bosque a sus anchas?. Y mucho menos que este no les atacase ni nos avisase. Todo era muy extraño. Primero la incursión de la que Zurdha y Sayu habían sido testigos. Ahora eso. Y no parecía que Sadheri hubiese tomado medidas ni que fuese a hacer algo. Las normas eran sencillas. Los humanos eran nuestros enemigos, si entraban y se inmiscuían en nuestros asuntos, debían morir. Me tumbé en mi cama y me quedé pensando. Tal vez debía comentárselo a Sayu. 
 

-----------------------------
 

El humo le oprimía los pulmones. Sayu llevaba corriendo un buen rato por el Bosque, en busca del lugar del que procedía el fuego. Llevaba unas semanas con Lurca y Zurdha en las montañas, escondidos, cuando se habían percatado de lo que sucedía. Les había perdido de vista un rato antes, cuando decidieron separarse para buscar el origen de las llamas. Alcanzó poco rato después el poblado y se quedó de piedra. Estaba en llamas. El Bosque ardía entero, como si de un mero tronco seco se tratase. Los elfos huían de sus casas, chillando, con lo puesto. Nadie se paraba a coger nada, nadie se paraba a ayudar a nadie: huían por sus vidas. Las lágrimas empezaron a resbalar por la cara de Sayu, y sintió mas odio y culpabilidad de lo que había sentido nunca. El Bosque que tan bien le había tratado moría preso del calor que habían iniciado los humanos, y ella no podía hacer nada. Se giró y echó a correr. Debía encontrar a sus amigos antes de que el fuego lo hiciese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario